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«Sobreviviré y la victoria será nuestra»

Malala se ha convertido en un símbolo contra el fanatismo islámico. Miles de escuelas afganas rezan por la recuperación de la adolescente paquistaní

Un niño paquistaní levanta una imagen de Malala en una concentración a favor de ella, ayer en Karachi
Un niño paquistaní levanta una imagen de Malala en una concentración a favor de ella, ayer en Karachilarazon

«No te preocupes, Baba. Me voy a poner bien y la victoria será nuestra». Éstas fueron las últimas palabras que Malala Yousufzai balbuceó a su padre antes de entrar en coma. Esta adolescente paquistaní de 14 años sigue peleando por recuperarse de los dos disparos, uno en el cuello –cerca de la médula espinal– y otro en la cabeza, que recibió por parte de dos talibanes cuando regresaba a su casa tras su jornada escolar en Mingora, en el Valle del Swat. Los médicos del Hospital de Rawalpindi en el que se encuentra ingresada abrieron ayer una puerta a la esperanza asegurando que su evolución es «satisfactoria» aunque «continúa necesitando asistencia mecánica». Cada hora que pasa es una buena noticia.

Malala se ha convertido en una heroína internacional por su defensa del derecho al conocimiento y la educación de las mujeres. Las concentraciones espontáneas y vigilias por la joven de 14 años han traspasado fronteras. Desde Pakistán hasta su vecino Afganistán, donde el derecho a la educación y la igualdad de género sigue siendo un cuello de botella. A las 9:00 de la mañana, 16.000 escuelas afganas rezaron por su pronta recuperación y condenaron el ataque terrorista.

La admiración que ha despertado en todos los rincones del mundo responde a su particular hazaña. Malala predicó en una de las provincias más hostiles de Pakistán, «mi Swat», como le gustaba llamar a Malala a su valle, y que ha sido ocupado por los talibanes que huían de la misión internacional en Afganistán. Desde que tiene 11 años, Malala se enfrentaba a diario a una ideología y un fanatismo demasiado tempestuoso para una niña, pero no por ello se acobarda o justifica la visión que le intentaban imponer. Y es que en Pakistán han sido muchas las voces que han mirado hacia otro lado o incluso han hecho apología de la violencia de los talibanes, al culpar a los drones (aviones no tripulados que realizan operaciones antitalibán en la zona) y a Estados Unidos de los males de esa región.

Desde diversas ONG y fundaciones pro derechos humanos se ha alabado la figura y valentía de la pequeña Malala, pero también se ha dado un toque de atención al Gobierno de Islamabad. Es el caso de la organización Women Under Muslim Laws (Wuml): «Hacemos un llamamiento al Ejecutivo paquistaní a que garantice la protección de todas las mujeres y niñas que son defensoras de los derechos humanos y cuya contribución al fomento de la paz y la reconstrucción de las comunidades en la región del Valle de Swat es vital», indicó Mariem Omari, subdirectora de Wuml, a LA RAZÓN.

El autobús escolar en ruta para volver a casa se convirtió en el escenario del atentado el pasado martes. «¿Quién de vosotras es Malala?», dijo uno de los talibanes que asaltó el bus. El hombre, con barba y encapuchado, gritó después: «Está haciendo propaganda en contra de los soldados de Alá, los talibán. Debe ser castigada». El integrista reconoció a su objetivo y en cuanto fue un blanco fácil le disparó dos tiros.

A lo largo estos tres últimos años, Malala tuvo que dejar de llevar uniforme escolar para que no se notara que era niña y estudiaba; también se vio obligada a cambiar los vestidos multicolores por una vestimenta menos alegre, incluso escondió los libros y los cuadernos bajo sus ropas. Todo por estudiar, por educarse, sin desear llamar la atención de nadie y menos de los talibanes. De hecho, Malala empezó en 2009 un blog para la cadena británcia BBC en urdu, pero bajo un pseudónimo, Gul Makai, para no ser identificada por los más extremistas de la provincia. Incluso le ofrecieron, en la cadena ARY, hacer un programa de televisión de entrevistas a políticos y lo rechazó: «Sería divertido, rebatir a los mullás», reconoció aunque explicó que realmente lo que quería era centrarse en sus estudios. Su padre, Zia Yousafzai, que le ha brindado su apoyo incondicional, consideró que «no es el momento adecuado. Ya ha estado en el foco de medios nacionales e internacionales. Su vida puede ponerse en peligro y le queda un largo camino». Tenía razón.

Ahora ha vuelto a las portadas de los periódicos. Su pequeño cuerpo pelea por recuperarse de dos heridas de bala, –una de ellas en el cráneo–. «Incluso herida de gravedad sigue defendiendo la educación, el progreso y el avance de los niños de todas las edades», publicaban en la revista Forbes el jueves. Tristemente, Malala ha conseguido que los derechos de la infancia y especialmente la educación de las niñas vuelvan a estar en boca de todos. Ante la creciente presión internacional por hallar a los autores del atentado, las autoridades paquistaníes detuvieron el viernes a cuatro sospechosos. También identificaron al supuesto autor intelectual, extremista de Sangota conocido como Attaullá, pero todavía no ha sido detenido. Como Rob Crilly escribía en «The Telegraph», «si Malala logra recuperarse, sospecho que será una de las pocas voces preparadas para enfrentarse a los extremistas. Y los políticos pondrán excusas y se olvidarán de todas sus promesas».