Energía
El candidato acelera
El Gobierno dio carpetazo ayer a la reducción del límite de velocidad a 110 km/h. La guerra en el Consejo de Ministros por mantenerlo o no se saldó a favor del vicepresidente y ministro del Interior. Es evidente que el candidato socialista a la presidencia del Gobierno tiene infinitamente más peso que el resto de miembros del gabinete, y que sus intereses son determinantes en la política del Ejecutivo. LA RAZÓN informó el jueves en exclusiva de las serias discrepancias que mantenían Economía e Industria, favorables a prorrogar los 110 km/h, e Interior, decidido a que el límite volviera a los 120. Los argumentos de los primeros eran los mismos que habían sustentado la decisión que se implantó en marzo, fundamentalmente relacionados con el ahorro energético, mientras que Pérez Rubalcaba prefería una respuesta populista a una medida tan controvertida. El pulso tenía un dueño bastante claro.
La reducción de la velocidad arrancó marcada por la improvisación y ha finalizado en esa misma clave. Llegó sin un estudio económico riguroso que acreditase su eficacia, envuelto en una serie de previsiones abstractas y sin unos objetivos detallados y planificados con la seriedad debida y ha acabado con unas cifras oficiales de ahorro que no casan con la versión y los datos del sector de ventas de carburantes. Hemos pasado deprisa y corriendo de 110 a 120 km/h, lo que no es ni serio ni presentable y ofrece una imagen de este Gobierno que acrecienta la desconfianza. Pérez Rubalcaba, el puntillero de los 110, elogió ayer los resultados de la medida en estos meses y el ahorro de 450 millones en la balanza de pagos y justificó la decisión de ayer en el descenso del precio del barril de petróleo, que se había producido unas horas antes.
La realidad es muy diferente a la que el Gobierno y Pérez Rubalcaba han planteado sobre una iniciativa estéril, innecesaria y caprichosa, que sirvió no sólo para distraer la atención sobre asuntos de más calado, sino como guiño a una parte de esa izquierda española anclada y confundida en posiciones pseudo ecologistas y contrarias al desarrollo y al progreso. La ocurrencia de los 110 km/h no ha cumplido ninguna de las previsiones oficiales, porque su eficacia ha sido indemostrable y el ahorro energético, que resultó ser la mitad del anunciado, guarda relación con la crisis económica. Como dato, en enero, antes de que entrara en vigor la medida, el consumo de gasolina bajó un 10%. Aunque es cierto que se ha reducido la siniestralidad (9%), no lo es menos que se ha producido un descenso importante en el número de desplazamientos –en Semana Santa un millón y medio menos– y que ha bajado la velocidad media por las obras y los radares. Lo que nos ha quedado de ese freno a la velocidad que ninguno de los socios europeos ha imitado ha sido un gasto innecesario para unas arcas exhaustas. A los primeros 300.000 euros en pegatinas habrá que sumar ahora los casi 600.000 del cambio de las placas.
El episodio de los 110 km/h ha retratado los principios fundamentales del Ejecutivo socialista: gasto y más gasto en proyectos improductivos. Y también los planes de Pérez Rubalcaba, que está decidido a supeditar la acción de gobierno a sus estrategias como candidato.
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