Valencia
El canto del cisne
«No importa lo que cueste. Llevamos muchos gatillazos. Ni uno más. Y menos en la plaza de toros de Valencia, tradicional termómetro electoral. Te juegas la cabeza. José Luis necesita venirse arriba». Éste debió ser el diálogo entre José Blanco, director de la campaña del PSOE, y Jorge Alarte, su delegado en la Comunitat Valenciana, a la que considera un instrumento territorial esencial si apuesta por sustituir a ZP en la secretaría general. «No te preocupes. Si José Luis lo necesita, yo aún más. Fíjate que más de la mitad de nuestros votantes ni siquiera me conocen. Será caro, pero llenaré el coso de la calle Xátiva». «Qué es eso. ¿Es que no vamos a la plaza de toros?», responde entre sorprendido y furioso Pepiño. «Sí, sí, jefe, perdona pero era por no repetir lo de la plaza de toros, por aquello de la cacofonía. Eso sí, tú tendrás que hacerte cargo de las facturas. Aquí cada día tengo menos afiliados, menos subvención por escaños. Recuerda que Ignasi Pla no dio una a derechas. ¡Uy! quería decir a izquierdas. Perdona de nuevo.» «Vale, vale, lo de los pagos importa. Siempre habrá una entidad dispuesta a llevarlos a fallidos. Con los favores que le hemos hecho a alguno». Alarte cumplió. La plaza llena. Como si se tratara de una tragedia, los socialistas de regiones limítrofes se emplearon a fondo y, con sus autobuses, fue suficiente. Las crónicas cuentan que hasta 300 fueron preparados. Valencianos, pocos. Zapatero, tantas veces protagonista de la mentira, quizás se creyó lo que para él pudo ser el «canto del cisne» o, peor, el «rigor mortis». Así es la vida.
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