Papúa Nueva Guinea
Pendientes de la chatarra espacial
El satélite meteorológico entrará en la atmósfera y no se desintegrará del todo, aunque la NASA ha descartado que pueda caer sobre alguna persona
Madrid- El satélite que ha mantenido en vilo a la NASA en las últimas horas caerá a la tierra a lo largo del día de hoy, aunque la agencia espacial norteamericana prácticamente ha descartado que pueda hacerlo sobre alguna persona. Sin embargo, esta posibilidad existe porque los restos metálicos pueden variar su trayectoria, tal y como ocurrió ayer. El satélite UARS tenía previsto caer la pasada madrugada pero un cambio de orientación modificó las circunstancias. En principio, parece que iba a caer sobre Papúa Nueva Guinea, aunque también se habló de la costa chilena e, incluso, no se descartaba que el impacto se produjera en EE UU.
Dentro del riesgo que supone un hecho de estas características, los expertos creen que es prácticamente imposible que alguna persona resulte herida. El director de la Unidad de Ingeniería Espacial del grupo empresarial GMV, Miguel Ángel Molina, señaló ayer que «hay más probabilidades de que a una persona le caiga un rayo, con toda la improbabilidad que esto conlleva, que una pieza del satélite» de la NASA.
La estadística, a favor
Así, Molina explicó que las probabilidades que se barajan acerca de que una de las piezas del satélite acabe con la vida de una persona es de «una entre un billón» y que lo que «si es cierto es que hay la posibilidad de que caiga sobre una zona habitada». En este caso los números suben y las probabilidades son «una entre 3000 o 4000», apuntó. Estamos ante un caso inusual, apunta el experto, porque este satélite de la NASA, dedicado a la observación de las capas altas de la atmósfera de 1991 a 2005, no se va a desintegrar completamente cuando entre en la atmósfera, tal y como sucede con todos los satélites que regresan a la tierra después de cumplir su misión.
En este caso, el UARS «tiene el tamaño de un autobús, pesa seis toneladas y tiene en su interior muchas piezas y de gran tamaño, indicó Molina, por lo que no podrán desintegrarse al roce con la atmósfera y acabarán cayendo sobre la Tierra.
La vida útil de estos dispositivos ronda los 15 años aunque, depende de las condiciones en las que tengan que trabajar, «más o menos cerca de la atmósfera», puede durar entre 3 y 10 años. Tras su vida útil, los satélites van perdiendo altura, hasta que se produce la reentrada.
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