Teatro

Crítica

Carmen pisa la Arena

Carmen pisa la Arena
Carmen pisa la Arenalarazon

Cuando se anotan varios teléfonos en una misma hoja de papel, uno pegadito al otro, sucede lo que sucede: que preguntas por Nancy Fabiola Herrera y al móvil que estás llamando es el de Ángel Ódena. Deshecho el entuerto y pospuesta la conversación con el barítono para unas horas después, la mezzosoprano canaria responde desde Verona, a punto de pisar el histórico anfiteatro de la Arena, un auditorio colosal donde el jueves cantará «Carmen», papel que se sabe al dedillo y que le ha proporcionado cientos de tardes de aplausos. «Es el sueño de cualquiera cantar aquí», responde Nancy, que actuará por primera vez en este escenario, junto a Ódena, en el papel de Escamillo, para quien esta ópera de Bizet también se será su primera vez en Verona. «Dicen que al verlo te impone porque es colosal, hasta que te acostumbras al espacio y al sonido», añade y deja bien claro desde el principio que en la Arena se canta sin micrófono, a pelo. Junto a ellos estarán Ildiko Komlosi, Fiorenza Cedolins, Cinzia Forte, Marco Berti, Franco Vassallo, por sólo citar a cinco nombres de los más de 20 que se alternan en las representaciones. Y dos gigantes, cada uno en su estilo: Plácido Domingo, en la dirección de orquesta, y el veterano Franco Zeffirelli, dueño y señor de la puesta en escena. «El montaje es muy grande y ya hemos ensayado con la orquesta y con el maestro, un hombre con un carisma increíble y un musicazo que te lleva y te trae musicalmente hablando como quiere. Plácido se conoce la ópera tan bien que respira contigo», dice la mezzo, que deja escapar un secreto: «Hace años soñé que la cantaba con él, y mira dónde estoy». A estas alturas no le extraña que el personaje que ha construido sea una referencia en el mundo de la lírica: ¿y cómo es esta gitana racial? «Me es más cercana por el hecho de ser española, un sello que imprime una, como también las maneras, el lenguaje corporal y, sobre todo, la fuerza de la seducción, que no es ordinaria, sino sutil», detalla, y define a Carmen como una hembra tremendamente práctica, «conocedora de su poder como mujer, segura y se rige por su propio código», añade y, como buena gitana, «cree en el destino. Yo pienso que una parte está escrita, pero existe otra que vamos escribiendo nosotros», apostilla Nancy. En su carrera ha ido al paso, que lo de galopar no va con ella: «Lo que rápido llega igual de rápido puede caer. El cantante para tener estabilidad necesita madurez psicológica y vocal. No soy producto del azar», recalca con orgullo. Y hablamos del montaje, que si lleva la firma del casi nonagenario cineasta tenderá a lo clásico. Sin sangre a borbotones Aunque dado quizá a excesos, Zeffirelli no es un regista experimental. No veremos la sangre de Carmen a borbotones inundar el escenario: «Con los montajes excesivamente crudos no estoy de acuerdo. El público acude al teatro a darle un respiro al alma, ¿no? Pues démosle lo que demanda. No veo el sentido a regias brutales, con litros de sangre y violencia como las de ¿Sansón y Dalila¿ estrenadas hace un mes. Yo no me prestaría a interpretar un montaje de extrema dureza». ¿Y a estar presente en el Teatro Real cuando llegue Mortier en 2010? «No tengo la menor animosidad hacia él y seguro que lo hará lbien, aunque él sabe que habrá de adaptarse a las necesidades del coliseo. Espero que, además de traer sus novedades, impulse el arte nacional», declara esta Carmen orgullosa de su físico «porque vivimos en una era mediática, aunque no nos obsesionemos y lo llevemos al extremo de que tengamos que parecer una Twiggy. Es la voz la que debe primar siempre porque éste es un arte vocal, no sólo visual».