Fútbol

El ave Fénix sevillista

La Razón
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sevilla- El matemático ruso Andrej Markov introdujo el concepto cadena de sucesos en sus estudios de probabilidad. Su teoría determinaba que la posibilidad de que ocurra un suceso en cierto instante depende únicamente de cuál haya sido el acontecimiento acaecido en el instante anterior. En el fútbol, un deporte muy cercano a las estadísticas pero alejado de las matemáticas, el proceso de Markov se cumple en un porcentaje muy elevado, pero no ayer con el Sevilla, que venía de hacer un desastroso partido en el mismo escenario ante el Mallorca. Y es que los últimos meses la ciencia más estudiada en Nervión es la psicología. Sólo así se puede explicar lo que un profesional en la materia diagnosticaría a su paciente como trastorno bipolar.

Deprimido cuando se sabe superior, este Sevilla desborda alegría con retos de máximo nivel. Ayer, haciendo gala de esa doble personalidad, certificó el pase a octavos de final de la Liga de Campeones. El Mr. Hyde de Nervión se comió al poderoso –e imbatido hasta ayer– Arsenal de Arsène Wenger ayudado por un espectacular ambiente en las gradas. Funcionó la defensa, el talón de Aquiles, y arriba la dinamita pura de la artillería sevillista pudo con los cañones ingleses.

Fue un partido de «Champions» con mayúsculas, con dos equipos que buscaban la portería contraria, con alternativas y una intensidad máxima. En su inicio, el grande parecía comerse al pequeño con la ley del mínimo esfuerzo. Con una alineación plagada de reservas, pero liderada por Cesc Fábregas, los «gunners» jugaban casi de memoria, desarbolando al toque y con velocidad a su rival. Eboue aprovechó un desajuste defensivo sevillista y su centro, sin aparente peligro, quedó en los pies de Eduardo que con una pasmosa tranquilidad, y ante el desconcierto de la defensa, no perdonó.

El dominio londinense era abrumador, no en ocasiones, pero sí en posesión de balón. La presión que argumentaba Jiménez como herramienta principal sólo servía para correr detrás del balón y llegar tarde en más de una ocasión, con las consecuencias en forma de tarjetas. Por entonces, la grada sobrevivía gracias al gol del Steaua sobre el Slavia. El Sevilla perdía, pero estaba clasificado a falta de una jornada. Un grave error de Senderos, no obstante, cambió el rumbo del partido. Keita se sacó un zapatazo que empataba mediado el primer periodo y acababa con la imbatibilidad visitante en la Liga de Campeones. A partir de ese instante renace el mejor Sevilla. La presión se multiplica y la joven e inédita retaguardia inglesa empieza a conceder demasiado en zonas peligrosas.

Luis Fabiano, que ya había desperdiciado un mano a mano con Almunia, certificaba la remontada en apenas diez minutos, cruzando a la perfección de un cabezazo el centro de Alves, casi una repetición del gol que inauguró la goleada en la final de la primera Copa de la UEFA ante el Middlesbrough. Hasta el final del primer tiempo el intercambio de ocasiones no se reflejó en el marcador y presagiaba un segundo periodo vibrante. Y lo fue.

El Arsenal se apoderó del balón y el Sevilla concedía metros para tratar de apuntillar a la contra. Rosicky entró por Cesc, que se llevó el reconocimiento unánime de Nervión. Pasada la hora, el colegiado rectifica con acierto la señalización de un penalti en el área inglesa, y la grada se termina de conjurar con su equipo para defender con uñas y dientes la renta y festejarlo a lo grande tras el penalti, éste sí, muy justo, que convirtió en gol Kanouté.