Calcio

El Madrid hace la guerra no el amor

La Razón
La RazónLa Razón

Casillas venció a los retortijones y puso toda su sabiduría de guardameta al servicio del Real Madrid. Pudo quedarse en el hotel, o en casa –el Levante, un equipo en desbandada, sólo es el colista–, pero prefirió jugar. No planteó dudas a Schuster, ni las despierta, como Ronaldinho o Deco, culpables de que Rijkaard haya alzado la voz... En el vestuario. También jugó Gago, el relevo de Diarra, aunque no sea natural, ni tan siquiera idóneo. Y jugaron Baptista y Sneijder, no Guti. Schuster tiene las ideas claras y así lo anuncia con cada alineación. Luego, el Madrid va y gana, con dificultades, también al Levante, pero triunfa, con más músculo que imaginación, con más contragolpe que elaboración, con más corazón que cerebro. Directo y zas. Pobre Levante, condenado por los actos de su presidente y por su fútbol, o la falta de él y de futbolistas cualificados, elementos éstos, los jugadores, que a Schuster le sobran, aunque reunidos en torno al balón transmitan la impresión contraria. Y no es el caso de Van Nistelrooy, que agradece su renovación con goles; ayer, dos, el primero, de penalti.

Si «esta sociedad nos da facilidades para hacer el amor, pero no para enamorarnos» (Antonio Gala), el Madrid aplica la teoría al pie de la letra, es más nachovidalesco que donjuanesco. No es practicante del «flower power», sino de hacer la guerra antes que el amor. Y como no es perfecto, procura ser práctico, como aquel gobierno que añoraba Aristóteles. No entusiasma, no crea adeptos con su fútbol, pero avanza, eleva la estima de su afición y revienta a quien lo padece. «Si estaba ganado» –o empatado, como ante el Levante–, y venció... Así era hasta Mallorca, donde lo único accidental de la derrota fue lo relativo al guarismo del casillero local, mínimo. Tras el anodino y somnoliento primer tiempo en el Ciudad de Valencia, podía preverse otro fatal accidente madridista. Cabía pensarlo.

Entre el Levante y el Madrid, antes del encuentro, había 36 puntos de diferencia, doce partidos, doce etapas de ventaja en el Tour, unos 2.000 kilómetros entre el líder y el farolillo más rojo de la historia del ciclismo. Luego, una vez ordenado el comienzo por el almeriense Fernández Borbalán, se vio que no era para tanto. Es más, intervino antes Casillas que Kujovic.

Hubo ocasiones en ambas porterías, una en la del Levante, despejada dos veces bajo el travesaño por Courtois, y varias más en las inmediaciones de Casillas, aunque no tuvo que ejercer de gran portero. La pelota pasaba por delante de él sin que nadie la rematara, en medio del desbarajuste de su defensa y de la falta de calidad de los delanteros contrarios. El Levante es carne de cañón y el Madrid, un osado en estado de gracia. «Cuanto más practico, más suerte tengo», explicó un día Gary Player. El Madrid se entrena, no lo duden, pero juega con doce porque la fortuna no le abandona.

Un empate del líder en el feudo del colista no es para alardear. Mejor callar y buscar soluciones, e imprescindible el examen de conciencia. Gago debería ponerse en cabeza de los arrepentidos ya. ¡Qué primera parte! Un horror. Está haciendo extraordinario a Diarra. Del resto sólo se salvaban Casillas, a quien la indumentaria (braga en el cuello y leotardos) delataba su baja condición, y Van Nistelrooy. Los demás,en la línea de Gago.

No hizo cambios Schuster, compa- recieron los mismos en la segunda mitad. Tampoco Di Biasi tocó lo que funcionaba, es decir, once jugadores que corrían como posesos para ver si sonaba la flauta. Pero el Madrid apretaba y a Baptista le despejó otro gol Berson. Suyos fueron los dos tiros más peligrosos. De inmediato le sustituyó Guti. Quedaban 35 minutos de partido, a Guti se le esperaba como al agua en mayo, también a Robinho, que ya estaba y que tiró al palo en el minuto 70 cuando el Levante, con diez madridistas en su campo, reculaba.

Sin acierto, sin Baptista y con Guti, sin Sneijder y con Higuaín, la suerte, esa aliada de don Bernardo Schuster, salió al encuentro del Madrid, como si estuviera previsto, como si formara parte del guión, cuando un centro de Higuaín, precisamente el argentino, pegó en el brazo extendido de José Ramón y el colegiado no dudó en señalar penalti, una de esas penas máximas que despiertan sospechas por la falta de criterio de los árbitros, que unos pitan y otros no, cual si fueran pimientos del Padrón. Van Nistelrooy, el más serio de los dos equipos, no desperdició el gesto benévolo de Fernández Borbalán y marcó.

Para que no cupieran dudas sobre la autenticidad y legalidad del triunfo madridista, en el minuto 88 Van Nistelrooy, quién si no, hizo el segundo, con un disparo sorprendente, al aprovechar el pase de cada día de Guti. Con 0-2 y el final inminente, el Madrid se disponía a celebrar la mejor primera vuelta de su historia. Ha sumado 47 puntos, si repitiera puntuación en la segunda mitad, llegaría hasta los 94, lo nunca visto. Y los números cantan, son incontestables, lo increíble es que el líder tarde 76 minutos en derrotar al colista. Es el Madrid. ¡Ah!