Buenos Aires

«Hay mucho cazador de subvenciones»

Un policía, una niña bien metida a «femme fatal»... y Buenos Aires. El cóctail lo sirve un director empeñado en rodar pese a todo.

«Hay mucho cazador de subvenciones»
«Hay mucho cazador de subvenciones»larazon

Lo primero que choca en los títulos de crédito de «Naranjo en flor» es su fecha de producción: 2006. Tres años ha tardado en llegar a los cines –lo hará el próximo viernes– este «thriller» con sabor porteño sobre despertar carnal –«las mujeres son el tema universal»– y detectives curtidos, que firma el director, guionista y productor español Antonio González-Vigil, un independiente a la fuerza. El vasco, afincado en Madrid, no tiene pelos en la lengua: «Las dificultades comenzaron a la hora de lograr financiación. Todas las ayudas menos una son aleatorias. La única algo objetiva la concede el Ministerio de Cultura a filmes estrenados. En ésa las reglas del juego son iguales para todos».Menos nacionalismoPero, sigue, «el resto, las más importantes, no se sabe de qué dependen. Mi proyecto fue rechazado desde el Gobierno vasco, las televisiones públicas, el programa Ibermedia... La opción era no hacer la película o meterme en un lío enorme. Y elegí filmar en Argentina». Logró así coproducción, pero tuvo que convertir a la protagonista, que en el guión original era traductora de euskera, en psicóloga argentina. «Soy español y vasco-alavés –denuncia–, y es increíble que me negaran no ya una ayuda, sino los créditos blandos que se dan a la producción vasca». Y apunta sobre la propuesta de ampliar el doblaje obligatorio: «Todo lo que sean leyes en ese sentido es un disparate, un derroche económico, ya sea doblaje al catalán o al euskera. La gente en Cataluña, las cifras lo dicen, prefiere ir al cine en español». La pantalla le proporciona una venganza pírrica, con frases como «Menos nacionalismo y más psicoanálisis». A las dificultades hay que añadir que se trata de una producción de género: «Uno de los problemas del cine español es que siempre cuenta los mismos temas: comedias para adolescentes o historias de la Guerra Civil», lamenta. Volvió, probablemente con la frente marchita, y las trabas siguieron en España durante la postproducción. «Por fortuna TVE aceptó comprar la cinta y eso me permitió terminarla en 2008». La historia pasó por el Festival de Málaga, donde González-Vigil se lanzó contra los molinos de viento del sistema de ayudas. «La situación actual del cine es de locura, algo surrealista». Y propone dos soluciones: «Una, sanear la industria. Es increíble que una película americana pueda ser doblada al español y copar el mercado». Y ofrece dos medidas: «Gravar con un impuesto el doblaje al castellano y otro gravamen al número de copias. No es lo mismo 20 o 30 que 800, como algunas cintas americanas. Zapatero ha tenido la determinación de sacar las tropas de Irak, de Kosovo, y es incapaz de sacar a los norteamericanos de la Gran Vía».Pelotones de fusilamientoAdemás, tiene claro que «las medidas públicas han de ser objetivas, no sujetas al criterio de las juntas de valoración o "pelotones de fusilamiento", que deciden según seas amigo o tengas intereses con ellos». Y denuncia «apenas quedan productores, son casi todos cazadores de subvenciones públicas. No se leen el proyecto, sólo miran el presupuesto y que la financiación supere el coste del proyecto. La película no le importa a nadie. Es más, si no se estrena da igual. La gran mayoría de las 180 cintas que se hacen en España no están pensadas para estrenarse. A lo sumo, se realiza un "estreno técnico"». Por eso, cree, «el cine español no interesa al público: se rueda pensando en las subvenciones». El sistema permite paradojas: «Un éxito mediano puede producirte la ruina, y un fracaso absoluto dar grandes beneficios. Es una esquizofrenia absoluta: hay que plantear nuevas reglas del juego». Y es claro sobre los efectos de la Ley de Cine aprobada en 2007: «Más pienso para los mismos».

 

El detective SabinitaLas dificultades financieras llevaron a González-Vigil a rodar en Buenos Aires y adaptar el guión la realidad argentina. «En ese proceso, la película salió beneficiada», cuenta. María Marul da vida a una psicóloga envuelta en un homicidio mientras despierta a una sexualidad oculta tras su fachada de mosquita muerta. Eduardo Blanco es el detective que sigue el caso, un perro viejo, apodado Sabinita –todo el filme está lleno de guiños al cantante–, que se deja seducir.