Literatura
«La actitud de Turquía no es la de un país libre»
No cree en Huntington ni en su choque de civilizaciones. Lo ha dejado escrito –sus novelas son su propio testimonio– y lo repite en voz alta. «Mis libros, mi vida, mi experiencia vital son una prueba suficiente de que soy un verdadero creyente de la alianza entre civilizaciones». Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura 2006, visitó ayer Madrid «por segunda vez» para asistir al encuentro, organizado por el programa cultural Miradas Turcas, con el escritor Juan Goytisolo en la sede de la Biblioteca Nacional y, también, para reivindicar el papel de Turquía en Europa. «Siempre he querido que estuviera en la Unión Europea. Con la occidentalización y la democratización, toda la belleza y la multiculturalidad de Turquía saldría a la superficie. La UE no aportaría sólo una matería política, sino que económicamente le proporcionaría un gran apoyo». El autor de «Nieve» y «Me llamo rojo» mostró su desencanto con ciertas actitudes de su país que no comparte: «Lamentablemente, la actitud de Turquía no es la de una sociedad libre. No existe libertad de expresión. Pero, si solventamos estos problemas, Turquía aportaría mucho a Europa y al revés».
Valores humanos
Acusó al auge del nacionalismo en su nación y los países miembros de la UE como uno de los motivos que han mermado «la emoción y el entusiasmo que existía en Turquía hace cinco o seis años y que ahora se va apagando. Eso me entristece. Pero la vida enseña que lo que une a los pueblos no es la política sino el sonido del corazón de los hombres. La cultura occidental y oriental no son diferentes. Es lo mismo, pero diferentes caras de eso mismo».
No es el desarrollo y tampoco los índices bursátiles. «A pesar de los problemas y las dificultades, la economía turca avanza con pasos significativos. Es un problema de valores humanos y estéticos», puntualizó Pamuk, que, recordó, que él no quisiera ser recordado como un activista que, además, es escritor. Y tampoco como un creador involucrado con la situación política de un país. «Quiero ser reconocido como una persona sentada en una mesa que es capaz de crear un mundo ficticio y extraer sus propias conclusiones a partir de ahí». Con humor, declinó las preguntas políticas más comprometidas, pero no las referidas a Europa y su relación con Turquía: «La situación actual que vivimos en mi país es negativa, pero es de paso. Poco a poco vamos a llegar a otro nivel de convivencia, algo de lo que se beneficiarán nuestras sociedades».
Ciudades aluvión
Por eso mostró su preferencia por las ciudades aluvión, por las grandes metrópolis, las megalópolis donde viven millones de habitantes, interactúan entre ellos, intercambiando opiniones y culturas, un crisol de ideas como lo fue, y aún lo es, su Estambul. «Veo estas ciudades como un mar donde se mezclan los hombres. Una cuenca donde se derriten muchos factores diferentes. Son, quizá, el mismo reflejo del mundo actual. La belleza de Estambul viene de la mezcla, de la amalgama de las contradicciones». Pero detrás de sus calles, de sus edificios, en la capital de Turquía se mueven ideas radicales, que amenazan y sesgan la libertad. Pamuk reconoce que «existen fuertes vientos ultranacionalistas, de irracionalismo. Pero es, sobre todo, lo que se ve desde fuera. En el fondo, lo que hay es una lucha por controlar el país. No puedo predecir lo que va a ocurrir en el futuro. Yo prefiero siempre observar más que predecir. Quizá, porque soy escritor».
Imprimió, después, un giro a sus declaraciones y contestó desde un punto de vista literario a una cuestión con matices políticos: las presiones que, en ocasiones. había recibido. «Un escritor, como reconoce Goethe, es una confesión continua. No puedo decir que escribo lo que vivo, pero mis novelas reflejan lo que he vivido en el pasado, en el presente y puede que en el futuro. Trabajos como "El libro negro"o "Nieve"enseñan lo que he vivido y he sufrido. Existen muchos novelistas en el mundo que han vivido lo mismo que yo. No ha sido sólo en mi país».
El autor –que el próximo mes de marzo publicará su nueva novela, «Museo de inocencia», una obra sobre las obsesiones de un hombre por una mujer en los últimos veinte años que pasó en su ciudad–, anunció con cierto tono pesimista que «el instinto que me lleva a escribir novelas históricas se me está apagando. Supongo que es una ilusión de las primeras novelas, de las primeras experiencias, pero, ahora, cada vez tengo menos ganas de abordar una obra de carácter histórico».
El Nobel
La concesión del Premio Nobel se ha convertido para muchos novelistas en una dura maldición. Un punto y aparte que muchas veces ha roto el rumbo de una trayectoria prestigiosa. «He intentado que no cambiara mi vida –afirmó Pamuk–. He resistido, pero admito que ha cambiado mi forma de vivir. No mi estilo ni mi manera de mirar las cosas. En ese sentido, en cambio, me ha dado un renovado impulso para crear cosas nuevas». A diferencia de otros galardonados, Pamuk se considera todavía un novelista muy joven y que, por esa misma razón, está a salvo de que el renombre de esta distinción ponga un broche de oro, pero, al fin y al cabo, un broche, a su carrera literaria. «No soy como otros escritores que se retiran después de que se lo hayan otorgado. A mí, justamente, me ha llegado en mitad de la vida. Todavía me queda mucho por vivir, escribir y leer. Me considero bastante joven y tengo aún que escribir mucho más».
Pamuk es admirador de escritores españoles como Cervantes («Del que no me atrevo casi a hablar»), Unamuno («Uno de los que más me ha marcado»), Ortega y Gasset («Quien me enseñó que el pensamiento periférico puede influir con sus ideas en el corazón de Europa») o su amigo, el también escritor, Juan Goytisolo, quien reconoció que en la literatura de Pamuk encontró las huellas culturales de la tradición otomana. «Sacar el pasado a la luz es un don del hombre –apuntó Pamuk a su amigo–. Yo voy a seguir haciéndolo en mis novelas. Pero el pasado no se puede traer al presente tal como era. El pasado nunca reaparecerá como fue. Surgirá con otro aspecto, con otro disfraz. En ocasiones son mis propios libros ese disfraz. El pasado, no obstante, es el pasado. Para mí es mucho más importante el presente», concluyó Pamuk.
✕
Accede a tu cuenta para comentar