La fe mueve montañas

Director: Mark Pellington. Intérpretes: Luke Wilson, Radha Mitchell, Cheryl Hines y Adriana Barraza. Guión: Albert Torres. EEUU, 08. Duración: 99 minutos. Tragicomedia. Desde que Henry Poole (Luke Wilson) compra una casa desconchada en el barrio donde pasó la niñez sin regatear el precio, una sospecha que algo malo le sucede al pobre diablo. En efecto: Henry actúa de manera extraña, rehuye a cuantos le rodean, sólo compra bebidas de alta graduación y pizzas con mala cara, y entonces se viene a la memoria «Leaving Las Vegas», aquella sobreestimada producción sobre un alcohólico que decide suidarse ahogado en vodka. En efecto, Henry y el adicto Ben comparten un deseo oscuro por motivos dispares: morir de una vez, abandonados, lejos de la mano de Dios y de los hombres. Sin embargo, los planes de Henry dan al traste cuando conoce a Esperanza (Adriana Barraza, «Babel»), una fervorosa y locuaz creyente; Dawn (Radha Mitchell), joven divorciada, y la hija pequeña de ésta, que dejó de hablar desde el día en que firmaron la separación. Las tres, como Henry, al cabo, están marcadas por la soledad y un doloroso sentimiento de pérdida. Una mancha en la pared de la casa donde vive el protagonista y que según Esperanza forma la imagen de Jesucristo será, sin embargo, el auténtico detonante de una historia tragicómica sobre el valor de la fe y la inevitabilidad de la muerte que jamás acaba por encontrar el tono adecuado. Entre numerosos «flash backs» y ciertas imágenes marcadas por la estética del «video clip» (de hecho, el director de «Mothman: la última profecía» procede del mundillo musical), la metamorfosis de este ex descreído culmina igual que sospechaban en una cinta que bascula siempre entre la ironía y el tono grandilocuente (¿creerá en serio Curtis que una cita a Noah Chomsky intelectualiza o eleva el mensaje de un filme?), la devoción y un interrogante que jamás se cierra.