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La inutilidad del progre

La Razón
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Señalaba Milan Kundera aquello de que el ser era insoportablemente leve. No estaba mal el concepto, aunque debe señalarse que existe algo por su propia esencia más insoportable y es la innegable inutilidad del progre. Les suplico que únicamente dirijan la mirada a lo que llevamos padecido en lo poquísimo que va de año. De entrada, una cifra de desempleo que es la peor desde que, hace años, el Partido Popular llegó al poder y que supera -y lo que te rondaré morena- la raya de los tres millones de parados. De continuación, unos datos sobre el desplome de afiliados a la Seguridad Social que obliga a realizar un acto de fe para creer no que nosotros cobraremos la pensión sino que seguirán percibiéndola a medio plazo los ancianos y los minusválidos. Y como remate de esos dos datos auténticamente inquietantes, la inevitable sensación de que la ideología progre y el progre en sí constituye un epítome de lo inútil y dañino. Les cito dos ejemplos más de hace unas horas. El primero, la nevada que cayó sobre Madrid a finales de la semana pasada y el segundo, la manifestación del último domingo contra el Estado de Israel, apoyada por el PSOE, Izquierda Unida y los sindicatos. Lo de la nevada fue, desde luego, para miccionar y no echar gota. Resulta que nuestro Gobierno -y, a su lado, una legión de paniaguados con dinero de los contribuyentes- se atreve a lanzar profecías sobre cómo será el clima del planeta dentro de un siglo y no logra percatarse de que va a nevar y hacer algo al respecto. A esa inutilidad, se ha sumado, por supuesto, la torpeza proverbial de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, y la búsqueda de un chivo expiatorio que, por lo visto, será el representante de la Comunidad de Madrid en Iberia. El razonamiento haría, desde luego, palidecer a Aristóteles. La responsabilidad de que el Ministerio de Fomento actúe de manera tercermundista es de Esperanza Aguirre y de Iberia. ¡Chúpate ésa! Pero lo de la manifestación contra Israel ha sido ya de relato de Vizcaíno Casas. Acabó -como no podía ser menos- causando daños a la propiedad ajena e hiriendo a dos agentes del orden, pero antes tuvimos ocasión de ver a un antiguo rector del régimen de Franco codeándose con gente de CCOO y UGT; a una actriz de la que acabo de descubrir que en una serie de televisión se limita a interpretar a un personaje de su mismo nivel educativo y mental, y a docenas de personas que vitoreaban a una organización terrorista como Hamas, a la que también apoya Iñaki de Juana Chaos. El progre, por definición, forma parte de ese elenco de «lo más inútil que ha parido madre». Con dos excepciones. La primera, la de llenarse los bolsillos con dinero del ciudadano ya sea en forma de subvenciones, de prebendas sindicales o de pesebres diversos, y la segunda, la de hacer el ridículo. ¿O es que a alguien se le ocurre algo más ridículo que Pedro Zerolo al lado de una pancarta en la que se acusa a Israel de terrorismo de estado cuando su puesto lo ha obtenido en las listas del único partido -el PSOE- que ha practicado ese terrorismo al crear los GAL? Lo dicho. No hay cosa más insoportablemente inútil que un progre.