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Las mil caras de Venecia
Tengo un cuadro con una vista de Venecia sobre mi cama. Lo compramos mi mujer y yo a la vuelta de un viaje. Supongo que fue una forma de alargar los recuerdos. Un ejercicio, sin duda, inútil, porque Venecia no se olvida.Entré, como dicen los clásicos que hay que hacerlo, por la laguna. La muralla de casas marcaba el punto de llegada. Entrar en Venecia no es fácil. El recién llegado necesitará la ayuda de algún iniciado que conozca el laberinto de canales. Una vez dentro, no hay horizonte. Todo es agobiante. A uno y otro lado, los palacios son edificios con nostalgia de barco: de ahí sus plantas bajas a menudo inundadas. Los canales son negros como la tinta de aquellos escritores que alguna vez han escrito sobre ella. Tal vez sea éste el problema que presenta visitar por primera vez la ciudad. Hay miles de Venecias recreadas, tantas como viajeros la han visitado. De esta forma uno cree llegar a una ciudad conocida. Por eso, la primera mirada puede decepcionar. Pero es sólo una impresión. Venecia es mucho más fuerte que nuestros recuerdos no vividos y termina imponiéndose con sus sonidos, sus colores y su olor a mar retenido. En Venecia, el visitante experimenta una alegría nueva: no tener coche; ciudad feliz sin aceras, sin semáforos, donde el paseo a pie discurre como el agua. Es difícil saber cuándo hay que visitar la ciudad. Se suele hacer cuando hay tiempo, lo que quiere decir que estaremos rodeados de gente. Así pues, estamos condenados a verla, salvo excepciones, desde una tercera o cuarta fila. Les recomiendo una experiencia única: levántense a las cuatro de la madrugada y salgan de su hotel para recorrer la ciudad en soledad. No tengan miedo, es segura. Será la única oportunidad para ver el Gran Canal, desde el puente de Rialto, en completa soledad. Alguien me podrá condenar si digo que Venecia es una ciudad barata. Y lo es porque perderse por su callejones es gratis. Y navegar es asequible si lo que se elige es el vaporetto.El modo de entrar en Venecia cuenta menos que el de salir de ella. Visitarla, conocer sus calles, campos y rincones es un trabajo lento, una operación a dos, el azar y uno mismo.
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