Damasco
«Me temo que me habría enamorado de Capa»
Susana (Pontevedra, 1959) está aún sorprendida de que a nadie se le hubiera ocurrido escribir una novela sobre Robert y Gerda. Con «Esperando a Robert Capa» ha ganado el premio Fernando Lara 2009. Vive entre la decepción y la alegría: «Alguna vez conoces a un justo entre mil». Le queda un poso de adolescente mitómana. Le gusta ver películas antiguas. No le gusta madrugar. Es poco sociable. Lleva una vida sana y disciplinada. Le da miedo la oscuridad. Tiene pendiente un viaje a Damasco. No fuma.
-Su novela, «Esperando a Robert Capa» (Planeta), es una historia de amor en tiempos de guerra. ¿La guerra convierte las historias de amor en algo más épico, intenso, romántico?
-Claro: se vive más al límite, con más tensión y pasión.
-O sea, que las guerras tienen algo bueno...
-No. Decía Capa: «La guerra es como una actriz que envejece, cada vez menos fotogénica, cada vez más peligrosa».
-Gerda Taro y Robert Capa eran reporteros de guerra y amantes. Ella murió en nuestra Guerra Civil y él en la guerra de Indochina. ¿Eso fue más decisivo para su celebridad que su propia obra fotográfica?
-Contribuyó a agrandar el mito. Ella fue la primera fotógrafa que murió en acto de servicio. Y él murió al pisar una mina.
-Bueno, ya se sabe: vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver...
-No sé si lo plantearon así, pero no sabían vivir lejos del peligro. Murieron como vivieron. Crearon su propia leyenda y la llevaron siempre a cuestas.
-Eso puede ser un poco pesado...
-A él le llegó a atormentar la duda de no saber si Gerda estaba enamorada de él, André Fiedmann, o de Robert Capa, el personaje que ella creó para él: un fotógrafo americano rico, famoso y con talento. También ella, Gerta Pohorylle, judía alemana, se inventó una nueva identidad: Gerda Taro.
-Son hijos de un tiempo. Ya no se dan tipos así...
-No. El reportero como lo conocemos está a punto de desaparecer.
-¿Qué tipos se dan ahora?
-Informáticos. Y mañana, quizá replicantes, como en «Blade Runner».
-Su novela surgió de una foto: ve a Gerda Taro con un pijama de Capa, en una cama estrecha...
-Todas mis novelas nacen de una imagen que me enciende la luz. Ésta es una foto casera, tierna, sugestiva, próxima, conmovedora. Te obliga a preguntarte qué hay detrás. Y para responder escribí la novela.
-¿Se imagina a Gerda y Capa casados, con niños, languideciendo en el sofá ante el televisor...?
-No hubiera sido posible, ni por él ni por ella. Era un amor de novela: no hubieran soportado el aburrimiento, lo cotidiano.
-Es su libro, en parte, un homenaje a un viejo oficio que se muere.
-Los avances tecnológicos cambian el mundo. Unos oficios nacen y otros...
-Ya. Parece que siente predilección por los héroes cansados...
-Sí. Ulises, Corto Maltés, Lawrence de Arabia...No se creen héroes, son escépticos, tienen un punto de melancolía.
-Capa y Gerda: una historia de personajes románticos en una época revolucionaria en la que todo aún era posible...
-Era sencillo elegir entre las cadenas o la libertad, el fascismo o el antifascismo. Hoy no está tan claro. Las ideas y las guerras son más confusas y están más enfangadas.
-¿Usted se habría enamorado de Robert Capa?
-Me temo que sí. Le hubiera soltado una bordería al conocerle. Le gustaba.
-Sin duda era todo lo contrario de un político...
✕
Accede a tu cuenta para comentar