Estados Unidos

Medio siglo de una libertad frustrada

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MADRID- Y las barbas dejaron de crecer. El 1 de enero de 1959, aquel grupo de insurgentes que se refugiaba en la selva y que contaba con las simpatías de medio mundo (hay que acudir a la hemeroteca para comprobar el apoyo con el que contaba entonces Fidel Castro en Estados Unidos) podía por fin recortar sus interminables perillas. Así lo prometieron en sus noches de refugio en Sierra Maestra, donde se plantaba el germen de una revolución cargada de iconos que sobrepasan a la propia Cuba. La barba como símbolo de cercanía al pueblo, de descuido, de victoria. La Nochevieja de aquel año fue la de la victoria de los «barbudos».
Pero la Revolución se fraguó años antes. Quién podía prever que aquel muchacho , hijo de un rico plantador de azúcar, que estudió en los mejores colegios religiosos, jugador de béisbol y baloncesto en la universidad, abogado y con dotes para el teatro y la literatura se convertiría en el líder de la insurgencia comunista de toda América. Lo hizo, eso sí, derrotando al niño pobre. Como si el destino hubiera querido cambiar los papeles, fue Fidel Castro, el de familia burguesa, el que luchó para sacar del poder al dictador Fulgencio Batista, el de familia paupérrima. El primero es el icono de la izquierda; el segundo, lo era de esa complicada derecha militar americana donde todo se confunde a golpe de fusil.
El éxito de Moncada
Probablemente la Revolución Cubana comenzó a triunfar tras el primer intento, el 26 de julio de 1953, de los revolucionarios por hacerse oír. Fue en el Cuartel de la Moncada, cuando Fidel lideró a 95 hombres en su intento de tomar el recinto militar y otros importantes enclaves de la ciudad de Santiago de Cuba. Fueron rechazados a ráfagas de ametralladoras, pero ninguna de las balas tropezó con el hombre que debía cambiar la historia. Castro es uno de los pocos que sobreviven y es acorralado por las tropas de Batista, pero un movimiento encabezado por el arzobispo de Santiago, monseñor Pérez Serantes, consigue que sean entregados a las autoridades sin ser pasados a cuchillo (otra de las contradicciones en la vida de Fidel es el apoyo que tuvo de la Iglesia de Cuba, que no aceptaba el régimen de Batista).
El 16 de octubre de 1953 se celebra el juicio y Fidel, abogado, se defiende a sí mismo. Sus proclamas en la sala le consagran ya como un gran orador y capta la atención y simpatía de algunos periódicos internacionales. Es enviado a prisión y el 13 de mayo de 1955, junto a su hermano Raúl, es indultado. Ambos reciben asilo en México, donde fundan el «Movimiento 26 de julio». Nada como una derrota para convertirse en mártir de una causa. Estos dos años han puesto los cimientos de la Revolución, con un dictador más preocupado por incrementar su patrimonio personal, a costa de sembrar de casinos y burdeles toda la isla, que de mirar lo que pasa tras la ventana.
Los burdeles del hambre
Mientras los hermanos Castro comienzan en México a adiestrarse como guerrilleros, bajo la supervisión de un antiguo legionario y aviador español, Alberto Bayo, que luchó junto a la República en la Guerra Civil española, Cuba es el país del exceso: sólo La Habana contaba con 270 burdeles y 700 bares de camareras en 1958. La mafia norteamericana quiere levantar una ciudad al estilo de Las Vegas, pero con olor a Guayaba.
El 25 de noviembre de 1956, zarpa de Veracruz el yate Gramma, con 82 guerrilleros, entre los que se encuentra ya el Che Guevara. El plan es un ataque coordinado con otros insurgentes cubanos que permita el desembarco y un principio de sublevación en la ciudad de Santiago. El mal tiempo impide que el Gramma llegue puntual a su cita y el ataque sorpresa se encuentra con un levantamiento sofocado por las tropas de Batista y un recibimiento de balas de la aviación cubana. Sólo sobreviven 13 hombres, entre los que se encuentra otra vez Fidel, que cruzan un manglar y se protegen en Sierra Maestra. El lugar se convierte en pocos meses en lugar de peregrinaje de revolucionarios. Para cuando Batista quiere reaccionar, los insurgentes son un ejército armado que repele el ataque de 30.000 soldados mandados por el dictador. Fidel sabe que su causa necesita el apoyo del pueblo y funda un periódico, «Cuba Libre», y una emisora de radio desde la que lanza proclamas en favor del reparto de la tierra. Los analfabetos campesinos cubanos poco saben de política e ideales, pero sí saben contar los frijoles que produce una hectárea. El mensaje cala rápido.
Es en 1958 cuando los «barbudos» comienzan a tener un poder real en la isla. En agosto de ese año los frentes se multiplican. Otros grupos políticos contrarios al régimen se unen a la causa de Sierra Maestra. Todo está listo para que triunfe un alzamiento que ha pillado en fuera de juego a los EE UU, que han mantenido una postura intermedia durante el conflicto. Por un lado han retirado la ayuda militar a Batista y, por otro, escuchan con preocupación mensajes de reparto de tierras que afectaran a sus empresas.
Cae el tren blindado
El final es tan incomprensible, que la Revolución coge a Batista y los suyos en el lujoso hotel Hilton de La Habana, celebrando la Nochevieja, brindando con champán y huyendo a toda prisa con zapatos de tacón alto. En realidad, la dictadura tenía ya los pies de barro desde el 28 de diciembre, cuando los insurgentes toman el inexpugnable tren blindado que debía proteger La Habana.
Los primeros barbudos entran el 1 de enero en la capital al mando de Eloy Gutiérrez. Un día después llegan a la capital las tropas que están bajo el mando del Che Guevara. Ese mismo día, Fidel toma Santiago de Cuba. Es el 8 de enero cuando Fidel llega a la ciudad del lujo y los hoteles.
Batista ha huido, dejando atrás parte de su patrimonio, entre el que se encuentra un abanico de oro que pesa 18 kilos y su orinal de plata. Ha triunfado la Revolución, las ideas democráticas, el dejar hablar al pueblo. Pronto habrá elecciones, libertad de expresión y progreso. Castro se retirará y dejará paso a un presidente elegido en las urnas. Así se dijo hace ahora 50 años.