Caso Marta del Castillo

Mentiras caras o baratas

La Razón
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Repaso en estos días, mentalmente, las declaraciones del supuesto asesino de Marta del Castillo y no puedo dejar de pensar que este individuo, además de haber matado a la niña, anda tomando el pelo sin piedad a la familia, a las autoridades y a todo el pueblo español, que sigue la búsqueda como propia. Porque confesar, cambiar la declaración e incluso tratar de inculpar a unos y a otros para salvarse es tan terrible como humano y tiene mucho que ver con el miedo… Pero mantener a los padres de Marta en vilo durante días y días y a la Policía trabajando sin descanso en el Guadalquivir, a sabiendas de que en ese lugar jamás hallarán el cuerpo, porque nunca fue arrojado a tal río es la constatación de que al inculpado sólo le interesa obstaculizar la investigación para encontrar la manera de salir mejor parado. No sé cómo se contempla que actúe la Justicia en estos casos, pero debería existir la posibilidad de cobrarle al mentiroso –ya que el dolor no se puede– el tiempo y el dinero que ha obligado a gastar. Yo siempre he creído que los delincuentes deberían trabajar en las cárceles no sólo para mejorar su conducta, sino para pagar los gastos de su estancia en prisión… Pero sé que tal criterio no es políticamente correcto, como imagino que tampoco lo es señalar que sería muy lógico que aquel que ha dirigido a las autoridades hacia gastos y esfuerzos inútiles lo tenga que abonar en dinero o en años de prisión a sumar a los de una condena que, sea de los años que sea, a los padres de Marta siempre les parecerá demasiado corta.