Asia

Agitación civil

Pakistán entre el llanto y la cólera

El abismo al que se asoma Pakistán cobra forma en las airadas protestas de la calle. La respuesta de Musharraf sigue siendo la represión.

La Razón
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Islamabad- Indignación, frustración y miedo metido en las entrañas. Éste es el sentimiento general del pueblo paquistaní que atraviesa la peor crisis de su historia. Calles y carreteras desiertas, tiendas y gasolineras cerradas y los transportes públicos sin funcionar en gran parte del país, mientras miles de militares están desplegados por las principales ciudades. Ésta es la nueva imagen que representa al bullicioso Pakistán. La muerte en un atentado terrorista de la ex primera ministra Benazir Bhutto el pasado jueves ha desatado la ira contenida por décadas de represión y dictadura de este populoso país con cerca de 160 millones de habitantes.

Para muchos, el asesinato de Bhutto representa el aborto de la democracia que se estaba gestando. «Benazir, pese a sus defectos, era la esperanza de nuestro país», nos dice desalentada Farrah Bokhari, activista por la democracia. Farrah recuerda que en los tiempos del primer mandato de la ex primera ministra Pakistán era un país moderno y occidentalizado: «La clase media hablaba francés e inglés y había salas de baile y clubes nocturnos. Ahora, el Pakistán en el que viven mis hijos no se parece nada al país en el que yo crecí». «Todo es incierto y el futuro es muy negro», manifiesta, mientras critica que «cada vez hay más madrasas (escuelas coránicas) y radicales islamistas».

Fracaso de Musharraf

El presidente Pervez Musharraf ha fracasado en su guerra contra el terrorismo islamista y por eso la población enfurecida ha salido a las calles. Cada vez hay más simpatizantes del Partido Popular de Pakistán –el partido que lideraba Bhutto– que se manifiestan de forma violenta por todo el país. La furia incontrolada de los seguidores del PPP ha provocado episodios de caos y enfrentamientos con las fuerzas del orden que se han saldado con decenas de muertos. Cerca de medio centenar de personas han fallecido este fin de semana en los disturbios. Ayer en Rawalpindi unos 10.000 seguidores de Bhutto se concentraron en el Parque Liaqat para conmemorar la muerte de su líder y después se dirigieron hacia la residencia del ex ministro de Ferrocariles, Sheikh Rashid Ahmad, coreando consignas contra el presidente Musharraf y su Gobierno. La multitud enfurecida se enfrentó a los paramilitares, quienes cargaron con gases lacrimógenos y porras. A estos enfrentamientos hay que añadir decenas de coches quemados, lanzamientos de cócteles molotov contra gasolineras, comercios y vagones de tren, especialmente en la provincia suroriental de Sindh, cuya capital es Karachi, ciudad natal de Bhutto. Para contener el desorden y prevenir que la situación se descontrole por completo, Musharraf ha ordenado al Ejército disparar a matar.

En una reunión con altos cargos del Gobierno, responsables de los cuerpos de seguridad y con el jefe del Ejército, Asfaq Pervez Kiyani, Musharraf repasó la situación de seguridad y dio órdenes de actuar «con firmeza» contra «aquellos elementos que quieren aprovecharse de la situación lanzándose al pillaje y el saqueo». El presidente dijo que los disturbios son actos de «malhechores y elementos antisociales» que se ocultan bajo la apariencia de manifestantes políticos y que no se debe permitir que alteren el proceso electoral en marcha.

Muchos ciudadanos temen que se retrasen las elecciones y que se vuelva a imponer la ley de emergencia, levantada a penas hace dos semanas. Así lo expresó a LA RAZON Daud Khan, quien teme que ante los conatos de violencia y los actos vandálicos el Gobierno tome de nuevo la medida. «La situación es imposible, sino se controla volverá la ley marcial», dice con desasosiego.