Elecciones generales

Por la decencia

El lanzamiento de basura entre los partidos puede convertirse en deporte político nacional

La Razón
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Hoy, día de elecciones, hay una palabra que planea sobre el ambiente, al menos para mí. Esa palabra es «decencia». En nuestro país, el término no tiene muy buena fama porque suena a franquismo y se la asocia inmediatamente con una sola de sus acepciones, referida a asuntos de compostura y moralina sexual, incluso de higiene de partes pudendas, más que con la clásica noción de justicia recogida por el jurista fenicio Domicio Ulpiano que se concreta en la proposición «honeste vivere, neminem laedere, ius suum cuique tribuere», o sea: vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo suyo. Qué sencillo pero qué difícil, ¿no es cierto? Llevamos ya una temporada larga asistiendo estupefactos a una lluvia más o menos continua de escándalos de derroche y corrupción –demostrada o por probar– por parte de la clase política. El lanzamiento de basura (real, ficticia o insinuada) entre los partidos puede convertirse en deporte político nacional. El espectáculo es nefando y amenaza con alejar aún más a los votantes de unas urnas en las que parece encarnarse el «todo vale» de la degeneración moral. El ensayista Alejandro Nieto lleva décadas escribiendo sobre el asunto en libros como «La corrupción en la España democrática» o «La organización del desgobierno», y sabe de lo que habla. Sus tesis son muy duras, durísimas de aceptar: sostiene que ha habido un pacto tácito para tolerar la corrupción urbanística, que según él existe en casi todos los municipios de España, porque los partidos políticos la necesitan para financiarse; un pacto que sólo se ha roto cuando «la crispación» hizo que PSOE y PP empezaran a tirarse unos a otros políticos corruptos a la cara. Que desde 1924, con Calvo Sotelo, los ayuntamientos no tuvieron autonomía hasta que llegó la Transición y los liberó de la intervención y el control del poder central, otorgándoles la llave del despiporre. Y que los grandes corruptos y corruptores terminan siendo en España héroes populares. (Pese a todo, hoy, día de elecciones, yo brindo por la decencia y el porvenir…).