Barcelona
Sin trabajo sin luz y con cuatro hijos
Todo era más o menos soportable hasta que Endesa le cortó el suministro eléctrico como consecuencia del adeudo de varios recibos. Sin luz en su domicilio, la situación se volvió desesperante, casi para «volverse loco». Y menos mal que su maña como albañil le valió para construirse su vivienda en Sevilla y no tiene que afrontar un crédito hipotecario, porque, de lo contrario, sin prestación por desempleo –ni siquiera la ayuda familiar que queda cuando se agota esta compensación–, se vería en la calle. Éste es el microrrelato de una crisis que abandonó hace tiempo el parqué de las bolsas para asomarse a la plaza pública. De una crisis que ha tenido en el desempleo su efecto más perverso.
Francisco José Cano, un sevillano de 48 años, lleva implorando desde hace semanas un contrato de al menos 15 días. La razón: se le acabó la prestación del paro y hasta la ayuda familiar, y el Servicio Andaluz de Empleo le requiere un alta para renovarle la llamada «ayuda familiar», apenas 400 euros que no permiten, ni de lejos, la subsistencia de una familia de seis miembros: Francisco José, su mujer Dolores y cuatro niños.
Su familia y amigos le han prestado dinero en las últimas semanas «para sobrevivir», porque Francisco José es el rostro del desempleado de larga duración. Expulsado del mercado laboral cuando el sector inmobiliario se derrumbó a principios del año pasado, el servicio público de empleo no le ha ofrecido ninguna otra oportunidad. Tampoco por su iniciativa ha tenido mejor suerte. Y, en su familia, su mujer no encuentra trabajo más allá de algunas horas sueltas como asistenta en domicilios particulares de su pueblo, Espartinas. Ahora, son Francisco José, Dolores y sus cuatro hijos quienes demandan la ayuda altruista de asociaciones y amigos. En última instancia, han pedido un empleo en el Ayuntamiento y es posible que este verano Francisco José se encargue del kiosco de la piscina municipal.
Igual que Francisco José se encuentran ya más de tres millones y medio de españoles y el problema es que los servicios públicos de empleo no les ofrecen soluciones. «No te llaman ni para hacer cursos y, si te llaman, resulta que el curso es incompatible con el trabajo que supone buscar empleo. Así que no te queda otra que buscarte la vida por internet o acudir a las empresas de trabajo temporal», asegura Orlando Vázquez, que lleva nueve meses en el paro y sólo le han mandado dos ofertas de trabajo para las que, dice, «después de perder toda la mañana, no cumplía los requisitos que pedía la empresa, algo que ya sabían en el Inem cuando me mandaron allí».
Lo mismo cuenta Arturo Álvarez, quien directamente se ahorró el trámite de acudir a las oficinas del Inem. «Sabía que no tenía paro, así que he preferido tirar de ETT o de internet y ahorrarme dos horas en la cola», dice Arturo. Mejor suerte ha tenido Alicia en Barcelona. Ella afirma que los funcionarios han sido muy amables, pero es su primer día en el paro, quizás cuando lleve unos meses y no le manden ofertas comience a desesperarse.
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