Constitución

Un caso tenebroso

Proliferan en nuestra fauna diaria, aparecen en televisión, y se convierten, para nuestra desgracia, en referentes populares

La Razón
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Cuando Balzac escribió esta novela, un auténtico thriller policíaco de la época, no podía imaginarse que estaba creando un género. Ambientada en el imperio del postbonapartismo y con personajes como Fouché, Talleiyrand, etc. ¡Cuánto me recuerdan a la España de ahora! Eso sí, por desgracia contamos con personajes muy alejados de la talla intelectual de los nombrados. En nuestro país son más horteras, y ni se dan cuenta de que la clase y la educación se adquieren con esfuerzo, no con dinero. Lo triste es que este tipo de personajes proliferan en nuestra fauna diaria, aparecen en televisión, y se convierten, para nuestra desgracia, en referentes populares. En cualquier caso lo bueno que tiene la democracia, es que no es necesario confiar en la gente, sino poder elegir en quién se ha de confiar, aunque luego te falle.Una democracia se basa fundamentalmente en el Gobierno sustentado por la mayoría, que siempre, aunque sea malo, será mejor que el mejor gobierno impuesto por la minoría. No por su eficacia, que a veces puede resultar desastrosa, sino por su legitimidad. Algo que nos hace todos los días reconfortarnos con el sistema político, aunque no llevemos bien lo que se decide. Por ejemplo, un día te levantas y te dicen que como es inevitable la existencia de un delito, lo mejor es regularlo, despenalizando algunas de su expresiones, decidiendo hasta cuándo se puede ejercer sin responsabilidad penal, dando así seguridad jurídica, y todo ello amparado en pretendidos derechos fundamentales no recogidos en texto alguno. Está claro que la regla de la mayoría lo explica todo, pero no lo puede todo, porque eso es colocarse en un lugar místico, no reservado para seres humanos, aunque algunos investidos de algún poder se crean superiores. Algunos se creen nacidos en el Olimpo, y como tales, una especie de encarnación de dioses, a la más antigua usanza griega; se creen la encarnación del buen gobierno, de la justicia, etc., y al final acaban creyéndose la encarnación del valor que quizá, hace muchos años buscaban y pretendían, y hoy por hoy aborrecen. «Dios nos libre de este tipo de personajes». Niegan la dimensión divina y la buscan en ellos mismos; su desgracia es que el agua se inventó cristalina para evocar en el ser humano el concepto del reflejo, de tal manera que todos los días nos enfrentamos al cristal de nuestra conciencia, donde nos vemos reflejados, más o menos distorsionados, pero a la postre nos enfrentamos con nosotros mismos y con nuestras obras. Una democracia, además de la exaltación de la regla de la mayoría, es sobre todo respeto a la ley y a su espíritu, porque a la ley, se la falta también, quebrantando su espíritu, y por ello tan grave es crear Guantánamos ilegales, como legales, ¿qué diferencia hay en la consciente injusticia, lo legitime o no un proceso judicial? ¿Qué pretendida superioridad moral tienen algunos sobre otros por el hecho de que su razón se revista de la púrpura del considerando, si están quebrantando el espíritu de la Ley? A veces se muere de independencia, sobre todo cuando se abusa de la misma y de la de los demás. Por lo general el uso y aplicación de la ley, discurre con normalidad, como un pequeño torrente, no hacen falta diques, lo normal es lo normal. Cuando se fuerza la normalidad, se crea excepción y se vive permanentemente en ella, se acaba mal, muy mal. El que cree en la ley, no sólo cree en la mayoría, cree además en la razón.