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Un día comunista

La Razón
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Decía mi madre que el título que certifica nuestra cultura es el de bachiller, tras el cual nuestros conocimientos son más profundos pero a la vez más estrechos, y tendemos a alejarnos del abanico cultural de los más jóvenes. Begoña Gómez de la Fuente, querida amiga y compañera del alba en Onda Cero, que no ostenta pero sí posee una vasta cultura, está decidida a impedir que avance mi inopia literaria, y me presta joyas como: Alexander Solzhenitsyn, «Un día en la vida de Iván Denísovich» (Tusquets). Apuntó Vargas Llosa que el Nobel ruso es más que un eximio escritor: es un ejemplo ético. En el mundo de la cultura, marcado por una repugnante propensión a disculpar o incluso admirar el totalitarismo de izquierdas, Solzhenitsyn tuvo la valentía de denunciar que el llamado «socialismo real» era lo que era: el sistema más criminal que nunca haya sido perpetrado contra los pueblos de la Tierra. Ningún régimen avasalló vidas y libertades como el comunismo, que aún es saludado por tantos artistas «comprometidos». Los medios de comunicación una y otra vez nos invitan a celebrar el socialismo, al que sistemáticamente se juzga según sus mejores objetivos, con lo que siempre supera al capitalismo, sistemáticamente juzgado según sus peores resultados. Muy de vez en cuando aparece un artista comprometido con la libertad, y suele ser mirado con recelo, cuando no con desdén. Todo esto realza los méritos de Solzhenitsyn, que escribe sobre los terribles resultados del comunismo porque los padeció de primera mano. Basado en la experiencia personal del autor, «Un día en la vida de Iván Denísovich» relata una jornada en un campo de concentración, de los muchos en que se concretó el bello ideal igualitario de la izquierda, amparada por la ideología antiliberal conforme a la cual no somos individuos libres más que si nos sometemos a la comunidad, encarnada por el Estado. Por eso los presos del campo, todos ellos encerrados por no tener ideas socialistas, escuchaban a sus siniestros carceleros utilizar como consigna la fórmula del ejército soviético: «¿Al servicio de quién estamos? ¡Del pueblo trabajador!».