Coronavirus

Los gobernantes «fake» y su obsesión con las «fake news»

Leo sobre la respuesta al gobierno de la prensa estadounidense. Feroz excepto en los tristes casos de seguidismo cagata y silencio

Decenas de personas aprovechan el día soleado en Central Park, en el centro de Nueva York, tratando de mantener la distancia social entre ellos
Decenas de personas aprovechan el día soleado en Central Park, en el centro de Nueva York, tratando de mantener la distancia social entre ellosEDUARDO MUNOZREUTERS

Estoy en el coche, en mitad de Borough Park, con Adriano Celentano en el reproductor, Max dormido y Mónica al volante. Impresiona contemplar Brooklyn vacío por la epidemia. Escribir que parece el escenario de una novela distópica o una película de ciencia ficción sería tan exacto como vago. La luz es oscura, pandémica y celeste, por decirlo Gil de Biedma, que al menos tenía más vuelo verbal y metafórico que los escribas sentados.

Los negocios permanecen tiesos. Sólo las tiendas de ultramarinos, los supermercados y las licorerías, «servicios esenciales», mantienen vivo el pulso de la ciudad narcotizada. La policía, que tiene al 20% de la plantilla de baja, la mayoría por el virus, no persigue a los peatones como en España. Aquí el confinamiento no es cierto. Faltaron arrestos para jugarse el futuro al cierre total. Aunque los datos de 1918 demuestran que las ciudades que florecieron económicamente en las décadas siguientes a la gripe española fueron las que antes chaparon todo a cal y canto.

En Nueva York prohibieron que abran los restaurantes y los gimnasios. Pero puedes salir al parque y pasear por la calle. De vuelta a casa leo sobre la respuesta al gobierno de la prensa estadounidense. Feroz excepto en los tristes casos de seguidismo cagata y silencio para evitar la intemperie. Me sorprendo al compararla con la pusilánime pacatería española, donde abundan los escandalizados porque la prensa y la oposición ejerzan de tales y no de manguis en el séquito del faraón. Cuesta asumir que una cosa es la crisis sanitaria y económica y otra distinta su gestión política.

Encuentro demasiado unamuniano por las redes sociales, convencido de que los españolitos somos la excepción que confirma la regla, unos exóticos argalis y/o una pandemia de periodistas/políticos traidores mientras en el resto del mundo todo dios aplaude entusiasmado la actuación de sus respectivos gobiernos. Bueno, a lo mejor en Corea del Norte sí aplauden. No estoy al tanto del entusiasmo grupal en las rojas satrapías orientales. Sé que el gobierno chino traficó con datos defectuosos antes de encasquetar al mundo su inevitable ración de propaganda. Callaron cuando la pandemia desataba el pánico entre sus médicos, inermes ante la explosión de una rara neumonía.

Vendieron luego el cuento de que el responsable del mal fue el ejército estadounidense, que habría introducido la enfermedad de contrabando. Cuando alguno de sus jerarcas, en labores de relaciones públicas por los países occidentales, respondía ante nuestra prensa, le parecía horrible que los periodistas discutieran su relato. Ante las crisis la prensa debe de responder como un animalico unánime, una marejada orientada al marketing o un enjambre industrial de buenas noticias, inventadas o no, que eso es lo de menos. Nada que ver con EE UU, donde las críticas son despiadadas.

Con la excepción de Fox, Washington Examiner, NYPost, Breitbart News y demás medios afines al gobierno, conectados al caño de mamar publicidad y defecar elogios. El New York Times, que lleva la cuenta de todas las veces en las que Donald Trump y bufones afines explicaron que el mal estaba bajo control y no había de qué preocuparse y pensaban seguir convocando mítines, cuenta que «El asesor de comercio advirtió en enero a la Casa Blanca de los riesgos de una pandemia (...) Posteriormente [Trump] afirmó que nadie podría haber predicho un resultado tan devastador». En otro titular dispara que «Esto es lo que sucede cuando un narcisista gestiona una crisis.

La catastrófica actuación de Trump tiene tanto que ver con la psicología como con la ideología». Los cañonazos llegan también desde el frente político. Hace semanas que Joe Biden afirmó que «Trump es el peor líder posible para lidiar con el brote de coronavirus. El presidente tuiteó alegremente que “todo saldrá bien”. Sin embargo, los pasos que ha dado debilitaron nuestra capacidad de respuesta». En opinión de Bernie Sanders «Trump causará la muerte de “miles” y usará el dinero para combatir el coronavirus para financiar su reelección».

Por supuesto el único que alerta del peligro de las “fake news”, el único que insinúa que deberíamos de instituir patrullas de la verdad que vigilen por el buen comportamiento de medios de comunicación y tuiteros, el único que llama choros a los reporteros y malos patriotas a los críticos es Trump. Hay que tenerlos cuadrados para imitar sus consignas cenicientas y sus promesas de hogueras. Los que viven de chupar disfrazan la negligencia del jefe bajo el capazo del bien común. Les gustaría decretar el tiro al plato y la caza del detractor. Nos vamos a divertir.