Israel

Netanyahu estrena el “gobierno de emergencia” en Israel

‘Bibi’ será jefe de Gobierno por 18 meses de mandato, tras lo que cederá el cargo al que fuera antiguo jefe del Ejército de Israel

Israeli Prime Minister Netanyahu speaks during a swearing in ceremony of his new unity government at Israel's parliament in Jerusalem
Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu speaks during a swearing in ceremony of his new unity government with election rival Benny Gantz, at the Knesset, Israel's parliament, in Jerusalem May 17, 2020. Adina Valman/Knesset spokespersons' office/Handout via REUTERS THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. MANDATORY CREDITHANDOUTReuters

Tras otro enésimo conato de fallida formación de Gobierno el pasado jueves, cuando Benjamin Netanyahu anuló repentinamente la toma de posesión por una «mini rebelión interna» por el reparto de carteras entre integrantes del Likud, este domingo se puso en marcha finalmente el «gobierno unitario de emergencia» en Israel.

Pasado más de año y medio de bloqueo político y tres repeticiones de elecciones, el «Rey Bibi» continuará ejerciendo oficialmente el cargo de primer ministro en una primera etapa de 18 meses. Luego, el líder de Azul y Blanco, Benny Gantz –que será ministro de Defensa y «premier en el banquillo»–, asumirá el cargo. Pero ante el inminente inicio de los juicios de Netanyahu, inculpado en tres causas criminales por fraude, soborno y abuso de confianza, hay serias opciones de que se alteren los tempos y los pactos alcanzados.

El ejecutivo unitario nació bajo fuertes críticas por ser el más inflado de la historia del estado judío -con 35 ministerios-, en plena crisis económica por las secuelas del coronavirus. Además, está marcado por repentinos cambios de bando ideológico: la coalición Azul y Blanco se conformó exclusivamente para reemplazar a Netanyahu, pero se terminó uniendo a él y los socios de Gantz se escindieron; y la ultraderecha Yamina, representante de los intereses de los colonos judíos en Cisjordania y socio natural del Likud, se sentará finalmente en la bancada opositora por irreconciliables discrepancias al negociar el reparto de carteras.

Para más inri, dos de los tres diputados del diluido partido laborista Avodá, que también se presentó por «el cambio de gobierno», se sumaron también a la heterogénea coalición gubernamental.

En un pleno de la Knesset marcado por el uso de mascarillas, las distancias entre diputados y el griterío constante, Netanyahu quiso celebrar la unidad con Gantz: «Trabajaremos exitosamente, del mismo modo que hicimos durante la guerra de Gaza en 2014», dijo recordando la etapa del líder de Azul y Blanco al frente del ejército israelí. Meses atrás, cuando le disputaba el puesto, lo acusó de enfermo mental o de traidor que «gobernaría con los terroristas» (árabes).

Con su habitual habilidad discursiva, Netanyahu intentó justificar el tamaño del ejecutivo, o la creación de carteras insólitas como «Refuerzo e Impulso Comunitario»: «Pasamos ya tres elecciones, y otra ronda hubiese costado 2 billones de shekel más (medio billón de euros). El coste del nuevo gobierno será de 85 millones de shekel, y sin él, Israel sería más débil en la lucha contra el coronavirus». Con solo 270 muertes y los contagios bajo control, el estado judío ya está reabriendo casi todo el país, incluidos bares y restaurantes en la próxima semana.

Entre otras medidas, el líder del Likud dijo que el ejecutivo entrante «luchará contra la hipocresía de la Corte Penal Internacional (CPI)», que está estudiando demandar a Israel por supuestos crímenes de guerra contra los palestinos. Y respecto a la voluntad de anexionar colonias judías y territorios (cerca de un 30% de Cisjordania) a partir del 1 de julio, cuyo impulso amenaza la continuidad del acuerdo de paz con Jordania, un estallido violento en los territorios palestinos o posibles sanciones económicas europeas, «Bibi» recordó que «estas áreas son la cuna del pueblo judío, y ha llegado la hora de aplicar la ley israelí sobre ellos». Desde la bancada de la Lista Unificada (árabe), el diputado Yousef Jabareen le increpó que «no habrá paz mientras continúe la ocupación y el apartheid».

Benny Gantz, más dubitativo y preocupado, siguió apelando a su lema «Israel por encima de todo» para justificar su brusco giro. En los últimos compases, tuvo que «tragar» con todas las exigencias de su socio, que entre otras cosas supondrá la rotación de los cargos ministeriales pasados los 18 meses de legislatura. Se justificó por la necesidad de «terminar con la peor crisis política de nuestra historia», e insinuó que la alternativa era «una especie de guerra civil» ante la profunda división sociopolítica del país. Y en una sutil alerta al Likud, que atacó a todos los estamentos judiciales de Israel ante las causas abiertas contra su líder, reafirmó que «garantizaremos la validez de las leyes».

Instantes después, subió al estrado Yair Lapid, ex aliado de Gantz que se separó tras su acercamiento a «Bibi», y que ejercerá de líder de la oposición. Lapid dijo que «los israelíes se merecen algo mejor». Desde el «Times of Israel», su director David Horowitz catalogó el ejecutivo 35 de lsrael como «un insulto a los israelíes, con ilógicos y caros ministerios, en tiempos en que un cuarto de la fuerza laboral del país está desempleada».