Asalto al Capitolio

Trump se convierte en el presidente con dos «impeachment»

El Partido Demócrata activa el juicio político contra el presidente por «incitar a la insurrección» el 6 de enero. Será el primer mandatario objeto de dos procesos

Donald Trump volverá a arrostrar un proceso de «impeachment». Lo anunciaron los demócratas del Congreso, tras presentar una moción donde lo acusan de haber incitado al asalto de Capitolio y de poner en riesgo tanto el proceso democrático y el sistema como la seguridad y la vida del vicepresidente, los miembros del legislativo y los trabajadores del Capitolio. La propuesta será probablemente votada este miércoles. Los congresistas firmantes, lo acusan de incitar a la «insurrección y rebelión» y de «violar el juramento constitucional para desempeñar fielmente el cargo de presidente de Estados Unidos y, en la medida de sus posibilidades, preservar, proteger y defender la Constitución, y de violar su deber constitucional de velar por que las leyes se ejecuten fielmente».

Recuerdan que el 6 de enero, el vicepresidente, los congresistas y los senadores se reunieron en el Capitolio para contar los votos de los colegios electorales. «En los meses previos a la sesión conjunta», añaden, «Trump emitió repetidamente declaraciones falsas, afirmando que los resultados de las presidenciales fueron producto de un fraude generalizado y que no debía aceptarse por el pueblo estadounidense o ser certificado. Poco antes de que comenzara la sesión conjunta», afirma la declaración, «se dirigió a una multitud», a la que enardeció con más «acusaciones». Después, «miembros de la multitud a la que se había dirigido» trataron de «interferir de forma ilegal con el deber constitucional solemne de sesión conjunta de certificar los resultados de las elecciones». La turba «participó en otros actos violentos, mortales, destructivos y sediciosos» y la conducta de Trump el 6 de enero «está en sintonía con sus esfuerzos previos para subvertir y obstruir la certificación». El documento tampoco olvida citar la llamada del 2 de enero, cuando Trump telefoneó al secretario de estado de Georgia, el republicano Brad Raffensperger, al que animó, y amenazó, para que encontrara los votos que necesitaba para revocar los resultados de las elecciones presidenciales.

La otra posibilidad barajada por los demócratas pasaba por requerir al vicepresidente, Mike Pence, que invoque la vigésimoquinta Enmienda para destituir al presidente, por una teórica incapacidad mental. La principal arquitecta de estos movimientos, la presidente del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi, había sido entrevistada el domingo por la NBC. Allí aseguró que el presidente es un hombre peligroso, alertó de la necesidad de protegerse y advirtió que debería responder por los sucesos del Capitolio. No descartaba la 25ª Enmienda y explicó que su equipo de asesores, aterrorizado, cerró las puertas de sus oficinas con barricadas, apagó las luces y guardó silencio en la oscuridad. «Debajo de la mesa durante dos horas y media», reconoció.

Los demócratas quieren dar una última oportunidad a Pence, para que intente destituir a Trump y así obligarle a posicionarse. Pence se ha negado hasta ahora a activar la Emnienda 25ª y es muy improbable que lo haga. Los demócratas intentaron aprobar ayer por unanimidad una resolución que exige a Pence «usar inmediatamente sus poderes» bajo esa enmienda, pero un congresista republicano se opuso a ello.

Por tanto, el pleno de la Cámara Baja planea someter hoy a votación esa enmienda, que da 24 horas a Pence para actuar si no quiere que haya un juicio político. «Los republicanos de la Cámara han rechazado esta legislación para proteger a EE UU y permiten así que continúen los actos de sedición del presidente, desquiciado, inestable y trastornado. Su complicidad pone en peligro a EE UU, erosiona nuestra Democracia y debe terminar», apuntó Pelosi.

A la vista de lo sucedido es imposible no atender los precedentes. No de un asalto al Capitolio, que resulta cuando menos infrecuente, sino del «impeachment». El propio Trump ya que respondió a uno, fallido, por su llamada al presidente de Ucrania. Más allá destacan casos como los de Richard Nixon, acuciado por el escándalo del Watergate, acusado de obstrucción a la justicia y abuso de poder. Nixon dimitió en 1974, antes de que el Congreso activara el botón rojo. El «Wall Street Journal», por cierto, le pidió el otro día a Trump, en un editorial histórico, que siguiera el ejemplo de Nixon y deje la Casa Blanca, por voluntad propia, antes del 20 de enero.

Bill Clinton, en cambio, acusado de obstruir la justicia y perjurio por el caso de la becaria Monica Lewinsky, sí enfrentó el «impeachment» y sobrevivió para contarlo. Contaba a su favor con la mayoría demócrata en el Senado. Igual que Trump en 2020. En cuanto a Trump y el escándalo de Ucrania, el entonces candidato, y hoy presidente electo, Joe Biden, ya mostró su convencimiento de que trataba de «secuestrar estas elecciones». «Este no es un problema demócrata o republicano», dijo entonces. Para Biden, EE UU estaba ante un «abuso de poder que viola todas las normas básicas de la presidencia».

La presión contra Trump ya no se circunscribe a lo político. De hecho el mundo empresarial, más allá de los gigantes tecnológicos, ha comenzado a romper amarras. Más allá de la PGA, que ha anunciado que rompe unilateralmente sus contratos para celebrar campeonatos de golf en los clubs de Trump, sobresalen el estrangulamiento de las donaciones a las plataformas electorales del presidente y, atención, de los legisladores que votaron en favor de no reconocer los resultados del 3 de noviembre, entre otros senadores como Ted Cruz, Josh Hawley y Roher Marsahll. El movimiento resulta sustancial porque altera sus posibilidades de supervivencia política y porque la lista, creciente, incluye a corporaciones del calibre de la hotelera Marriott, Airbnb, y American Express. JP Morgan, por su parte, ha anunciado una moratoria de seis meses de sus donaciones políticas.

Y el fiscal general de Washington D.C. Karl Racine, le ha explicado a la NBC que sopesa la posibilidad de demandar al presidente Trump, su hijo mayor, Trump Jr., y su abogado, Rudy Giuliani, por incitar a la violencia. El problema para Trump es que la acusación podría llegar cuando ya no esté en la Casa Blanca. En el caso del «impeachment», sus impulsores barajan no presentarlo hasta dentro de varias semanas. Si saliera adelante Trump vería canceladas las opciones de presentarse en 2024. De momento ya está cerca de ser el único presidente con dos intentos de «impeachment» en su currículum.