Alemania

Cadena perpetua para el asesino de Lübcke

Pena ejemplarizante para el neonazi que disparó en la cabeza al político alemán por ser un defensor de la acogida de refugiados. Ernst reconoció en el juicio el crimen de odio

Stephan Ernst, de 47 años, irrumpió en casa del político en 2019
Stephan Ernst, de 47 años, irrumpió en casa del político en 2019KAI PFAFFENBACH / POOLEFE

En lo que ya es visto como una pena ejemplarizante, Alemania condenó ayer a cadena perpetua al neonazi que, en 2019, asesinó de un tiro en la cabeza a Walter Lübcke, un político conservador, acosado y amenazado de muerte desde la ultraderecha por defender la línea migratoria de Angela Merkel. Ha habido muchos asesinatos ejecutados por extremistas de derecha en la historia de la República federal, pero con el de Lübcke marcó un punto de inflexión al ser el primer representante político que fue asesinado por motivos ultras. Desde entonces, la lucha contra este tipo de extremismo fue prioritario para la seguridad alemana ya que su muerte sacudió entonces al conjunto del espectro parlamentario alemán y reveló la vulnerabilidad de los políticos de rango medio o local ante la instigación al odio y la violencia ultraderechista.

El acusado, Stephan Ernst, de 47 años, fue declarado culpable por la Audiencia Territorial de Fráncfort del asesinato en grado de máxima gravedad. La precisión del máximo grado implica que no puede contar con una revisión o conmutación automática a los 15 años de prisión, como ocurre en la práctica en el país; sí puede acceder, sin embargo, a programas destinados a su reintegración social. La decisión al respecto corresponderá a un proceso posterior, según la sentencia. Otro procesado, Markus H. -al que la fiscalía acusó de complicidad-, fue condenado a una pena de un año y seis meses de libertad vigilada por un cargo de violación de las leyes de armas, al haber proporcionado a Ernst la pistola con la que mató al político. El juicio se celebró bajo fuertes medidas de seguridad por la gravedad del caso, a lo que se sumaban las restricciones derivadas de la pandemia. Fue, además, un proceso de alto voltaje emocional. La viuda del político y sus dos hijos tuvieron una intervención directa como acusación particular en las 44 vistas que duró el juicio. La familia aspiraba a que se descartara una futura conmutación de la condena, así como una pena de prisión para su cómplice. Ernst expresó sucesivamente a la viuda y al resto de la familia su arrepentimiento. Se confesó asimismo autor del asesinato, cometido la noche del 1 al 2 de junio de 2019, en que entró en la casa de Lübcke, al que encontró en la terraza de su casa y, apenas sin cruzar palabra, mató de un tiro en la cabeza. Sin embargo, ofreció hasta tres versiones distintas de los detalles de esa noche y pasó de implicar a Markus H. en los hechos a sostener que lo cometió en solitario.

La muerte de Lübcke sucedió justo cuando parecía haberse rebajado la tensión en torno a la línea de Merkel respecto a la acogida de refugiados. Lübcke presidía el consejo del distrito de Kassel y se había destacado por su defensa de la línea de Merkel ya durante la crisis migratoria de 2015, lo que le puso en el objetivo del neonazismo local. De hecho, en un acto público, Lübcke se dirigió a quienes cuestionaban el derecho de asilo y llegó a decir que quien no respaldara la ayuda humanitaria haría bien en abandonar el país. Ernst concentró en él su odio, según reconoció en el juicio. Junto con su cómplice, Markus H., llevaba años activo entre los ambientes de la extrema derecha.

Había desfilado en marchas neonazis e incluso en 2016 hirió de gravedad con un cuchillo un refugiado sirio, cargo por el que se le imputaba el cargo de intento de asesinato. Tanto él como su compañero de banquillo estaban fichados como peligrosos neonazis, pero no organizados. Tras el asesinato a Lübcke fueron muchas las voces en el Parlamento alemán que apuntaron a la ultraderechista Alternativa para Alemania, como creadora del caldo de cultivo e instigadora a ese odio.