Siria

Asad trata de legitimarse tras diez años de guerra en unas elecciones sin oposición

El presidente sirio, en el poder desde 2000 y único vencedor posible en los comicios presidenciales de este miércoles, iniciará un cuarto mandato de siete años

Varios peatones pasa junto a un cartel electoral que muestra al presidente sirio, Bachar Al Assad, en Damasco
Varios peatones pasa junto a un cartel electoral que muestra al presidente sirio, Bachar Al Assad, en DamascoYOUSSEF BADAWIEFE

El régimen sirio celebró este miércoles un simulacro de elecciones presidenciales en la parte del territorio bajo su control con el que intentar recuperar algo de crédito en el décimo aniversario del comienzo de la guerra. No se espera otra cosa que la reelección del presidente Bachar al Asad, quien heredó de su padre el poder en 2000, para un cuarto mandato que deberá durar siete años.

La agencia estatal de noticias SANA aseguraba que la alta afluencia a las urnas había obligado a retrasar el cierre de los 12.100 colegios electorales hasta medianoche. A juicio del ministro de Información sirio, Imad Sará, los sirios “alzaron su voz ante el fracaso de los intentos para influir en su voluntad y convicciones”.

En cambio, para la oposición y países occidentales lo celebrado este miércoles no es otra cosa que “una farsa” que nada tiene que ver con el proceso auspiciado por la ONU desde 2015 para avanzar en una solución política para Siria. La Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria (CNFORS) ha denunciado que “el régimen lucha por legitimar su existencia, lo que le permite, con ayuda de sus apoyos, seguir en el poder y abortar el camino de las negociaciones”.

Por su parte, el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, había recordado en mayo que “las elecciones fueron convocadas bajo los auspicios de la actual Constitución y no son parte del proceso político establecido por la resolución 2254”. Una resolución destinada a sentar las bases para la reforma constitucional y la celebración de unas elecciones libres monitoreadas por la comunidad internacional.

Junto al presidente Asad concurrieron este miércoles en las urnas el ex viceministro de Asuntos Parlamentarios y representante del Partido Socialista Unionista Abdulá Salloum Abdulá y el líder de la oposición interna tolerada y cabeza del Frente Democrático Nacional Mahmud Marai. Hasta 48 aspirantes más presentaron candidaturas para participar en las elecciones, aunque sin éxito.

Las elecciones tuvieron lugar solo en las zonas controladas por el Ejército gubernamental. No hubo papeletas ni urnas en la provincia de Idlib (noroeste), en manos de una serie de grupos rebeldes como Hayat Tahrir al Sham (HTS), ni en el noreste, bajo control de la administración autónoma kurda.

Diez años de desgarro

Los comicios presidenciales de este miércoles son los segundos desde que la revuelta popular iniciada en marzo de 2011 acabara derivando en una cruenta guerra que ha dejado cientos de miles de víctimas mortales y ha obligado a varios millones a abandonar el país. En las presidenciales de 2014 –en las que por primera vez en medio siglo y tras la reforma constitucional de 2012 vieron concurrir a más de un candidato- Asad se impuso de manera aplastante con casi el 89% de los sufragios.

El candidato Asad depositó su voto este miércoles a media mañana en el suburbio capitalino de Duma, cuyos vecinos participan por primera vez en unas elecciones presidenciales desde 2011, ya que hasta 2018 la zona estuvo controlada por grupos rebeldes armados. Allí, se refirió a las críticas de la comunidad internacional: “Más importante que lo que el Gobierno dice o no dice es lo que dice la gente. Creo que es lo que hemos visto durante las últimas semanas. Una clara respuesta a todos ellos [en referencia a quienes cuestionan los comicios] que les dice que su opinión vale cero”.

En Damasco los comicios se celebraron bajo un importante dispositivo de seguridad. Con todo, no faltaron grupos de personas cantando y bailando en las calles para festejar la jornada electoral, con la que la autocracia siria ha pretendido mostrar normalidad y unión ciudadana por encima de líneas étnicas e ideológicas.

Tras una década de conflicto bélico, con una economía en profunda crisis y pobreza en aumento, Asad promete empleos y poner coto a la inflación. El dictador sirio confía en que Rusia e Irán, sus principales socios –este miércoles enviaron sendas delegaciones para monitorear los comicios-, sigan apoyándole y poder así perpetuarse en el poder emulando a su padre, Hafez al Asad, quien ocupó la presidencia con mano de hierro desde marzo de 1971 hasta su fallecimiento en junio de 2000.