Temor a una guerra civil

La otra batalla de las afganas contra los talibanes

La inminente retirada de EE UU amenaza con enterrar los derechos conquistados durante las dos últimas décadas

Para Human Rights Watch (HRW), el regreso de los talibanes puede «hacer que las mujeres vuelvan a una era oscura de opresión».
Para Human Rights Watch (HRW), el regreso de los talibanes puede «hacer que las mujeres vuelvan a una era oscura de opresión».HEDAYATULLAH AMIDEFE

La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán el 31 de agosto, tras veinte años de presencia militar, deja el camino expedito a la que parece inminente recuperación del poder en Kabul por parte de la insurgencia talibán a juzgar por sus rápidos avances en los últimos meses. El país de Asia Central, con su precaria y joven democracia y un Gobierno que lucha por sobrevivir, queda cada vez más a merced de los fundamentalistas, incluidos talibanes, Al Qaeda y el Estado Islámico (EI).

La preocupación por lo que viene es compartida por el conjunto de la sociedad afgana, pero el miedo es especial entre las mujeres –que durante los últimos años habían logrado notables conquistas en derechos. Los fundamentalistas, derrotados en 2001 por las fuerzas estadounidenses, controlan ya la mitad de los distritos de Afganistán, donde imponen sus métodos de Gobierno y, por ende, restringen derechos y libertades de las mujeres. Pocos creen en que las nuevas generaciones de mandos talibanes hayan experimentado cambio ideológico alguno.

Para Human Rights Watch (HRW), el regreso de los talibanes puede «hacer que las mujeres vuelvan a una era oscura de opresión». En estos momentos, 3,5 millones de niñas afganas van a la escuela, más del 25% de los miembros del Parlamento son mujeres, casi el 30% de las empleadas en la administración públicas son féminas y más de 150.000 mujeres habían obtenido representación en asambleas locales hasta 2016.

Una de las víctimas del nuevo escenario, advierte HRW, puede ser el abandono definitivo de la ley de Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, cuya eficacia a la hora de procurar justicia es más que limitada con el actual Gobierno afgano.

La norma, promulgada por decreto en 2009 durante el mandato de Hamid Karzai y ratificada en 2018 con el presidente Ashraf Ghani, contempla 22 actos de abuso contra las mujeres, entre ellos violación, agresión física, matrimonio forzoso, prohibición de adquirir propiedades o del derecho a escolarizarse o trabajar.

Lo cierto es que las ansias de mayores cotas de libertad y de educación son generales, también entre las mujeres de regiones y estratos más conservadores. «Las mujeres afganas han recorrido un largo camino. Tenemos nuestras ideas, estrategias y soluciones. No queremos que los involucrados en atrocidades vuelvan a tomar y el poder y tomen las decisiones por nosotras», pedía la activista afgana Samira Hamidi en Twitter.

A pesar de las dificultades que hallan a la hora de alzar su voz en el espacio público, en julio se registraron manifestaciones de mujeres exhibiendo armas en ciudades del centro y norte del país en un audaz gesto de desafío ante los talibanes. Es conocido que para los fundamentalistas enfrentarse a las mujeres en la guerra es una humillación. No en vano, desde 2001 las mujeres habían logrado acceder a distintos puestos de responsabilidad en las Fuerzas de Seguridad.

Para el investigador paquistaní Ahmed Rashid, uno de los mayores expertos mundiales en la región, relegar a las mujeres tendrá consecuencias para el nuevo poder talibán. «Está por ver qué políticas reservan para grupos defensores de los derechos humanos, sociedad civil, mujeres y profesores. Las mujeres representan entre el 40 y el 50% de los profesores en las escuelas. Las mujeres son enfermeras y doctoras. Si los talibanes se llevan a todas esas mujeres, tendrá consecuencias catastróficas para ellos», decía a Bloomberg.

Entretanto, tras la celebración de una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad, Naciones Unidas pedía este viernes a la insurgencia que pusiera fin a sus ataques a las ciudades afganas. Solo durante el mes de julio se registraron más de un millar de muertes civiles tras la ofensiva talibán en ciudades como Herat, Kandahar o Laskargah. Unas 300.000 personas han huido ya de sus casas desde enero. Afganistán avanza a marcha forzada hacia el abismo.

«Si los talibanes llegan al poder con su mentalidad extremista, será realmente una gran vergüenza, una gran broma y una gran tragedia, no solo para los afganos, sino para el mundo entero», aseguraba a Efe la emprendedora Fakhria Momtaz, que dirige un club de yoga para mujeres en Kabul.