Política exterior
Estados Unidos renuncia a ser el gendarme del mundo
Biden apuesta por la vía diplomática frente a la militar en su política exterior, mientras se concentra en hacer frente a su principal amenaza, China
Durante su primer discurso de política exterior unos días después de tomar posesión del cargo, Joe Biden afirmó que “América está de vuelta”. El presidente de EEUU también anunció entonces que retomaría las relación con los aliados tradicionales cuyo predecesor, Donald Trump, había desacreditado y que pondría en marcha otras medidas opuestas a la anterior la Administración.
La suspensión de la retirada de tropas estadounidense en Alemania; poner fin al respaldo a la ofensiva en Yemen, liderada por Arabia Saudita; reorientar las relaciones con China y Rusia, sus principales rivales bajo las nuevas amenazas del mundo; y aumentar la admisión anual de refugiados, entre otras.
A este último respecto, Biden estrenó su presidencia aumentando la cuota de personas acogidas por EEUU en condición de refugiados hasta alcanzar la cifra histórica de 125.000 al año, la más alta de la última década y con la que dejaba claro el giro radical de su gobierno en materia migratoria.
Reforzar un liderazgo digno en casa, pero haciéndolo compatible con el liderazgo respetado en el escenario mundial anunciaba ser uno de los objetivos de Biden como presidente de EEUU, promoviendo “la seguridad, la prosperidad y los valores de Estados Unidos al tomar medidas inmediatas para renovar nuestra propia democracia y alianzas, proteger nuestro futuro económico y, una vez más, colocar a EEUU a la cabeza de la mesa, liderando el mundo para abordar los desafíos globales más urgentes”, en palabras del presidente.
Pero la primera gran decisión de Biden en materia de política exterior de mantener la retirada de las tropas estadounidense en Afganistán, y el consecuente colapso del gobierno afgano a manos de una veloz invasión de los talibanes, puso en duda la gestión de EEUU después de veinte años de presencia militar en la que ha sido la guerra más larga de su historia.
La falta de apetito de la Administración Biden en incursiones en el exterior mantiene a sus principales rivales pendientes de los fallos irreversibles que podrían otorgarles a ellos la capacidad de tomar el control y aumentar su poder internacional.
Los America First y Make America GreatAgain de Trump centraron sus esfuerzos políticos de puertas para adentro, con medidas muchas veces electorales enfocadas en el proteccionismo nacionalista que otorga la visión de actuar en solitario, sin tener en cuenta a otros países aliados a largo plazo.
Pero es en manos de Biden que EEUU tiene ahora más difícil que nunca continuar liderando el mundo desde su posición democrática y ha ido perdiendo peso entre las grandes potencias por su desvinculación del uso de la fuerza y la ausencia de implementar políticas agresivas contra quienes no han seguido las normas establecidas.
Biden apuesta por la diplomacia en la resolución de conflictos internacionales. Una postura, la de la vía verbal, que le puede salir cara a EEUU por las diversas amenazas del nuevo mundo en materia de terrorismo, proliferación de armas nucleares y biológicas, guerras cibernéticas, cambio climático y migración masiva.
Biden asegura querer “predicar con el ejemplo y reunir al mundo para enfrentar los nuevos desafíos comunes que su nación no puede enfrentar por sí sola”, pero las intenciones del presidente de EEUU no serán suficientes para convencer a sus enemigos.
China, con bajo perfil, ha ido fortaleciendo su Ejército y expandiendo su influencia por el mundo, convirtiéndose en el principal aliado comercial de decenas de países situados en todos los continentes. De hecho, el presidente de EEUU reconoce que el gigante asiático es su “competidor más serio” y el mayor desafío internacional de su presidencia.
“El liderazgo estadounidense debe responder a este nuevo momento de avance del autoritarismo, incluidas las crecientes ambiciones de China por competir con EEUU y la determinación de Rusia de dañar y alterar nuestra democracia”, declaró Joe Biden.
Pero reponer algunos de los daños que considera Biden son fruto de la Administración Trump, en el ámbito exterior, le va a llevar tiempo y, sobre todo, esfuerzo porque la credibilidad del país está en el punto de mira, así como su fragilidad política y social.
Lejos de la imagen que ha tenido siempre EEUU, siendo durante décadas el espejo en el que muchos países se han mirado, ahora al gobierno de Biden le toca rectificar la mayoría de las políticas puestas en marcha por su predecesor, como el ansiado regreso de Washington al Acuerdo Climático de París y a la Organización Mundial de la Salud, cuando la pandemia de COVID19, año y medio después, sigue siendo un problema por resolver.
“Las políticas erráticas de Donald Trump y el fracaso al no defender los principios democráticos básicos han entregado nuestra posición en el mundo, han socavado nuestras alianzas democráticas, han debilitado nuestra capacidad de movilizar a otros para enfrentar estos desafíos y han amenazado nuestra seguridad y nuestro futuro”, publicó Biden durante su campaña electoral a la presidencia, en un ensayo sobre por qué EEUU debe liderar nuevamente el mundo.
Aunque no todos los aliados de Estados Unidos están de acuerdo con la mentalidad de Biden, ni contentos con los giros de 180 grados que ha dado en política exterior. Polonia, por ejemplo, acordó con Trump desplegar tropas estadounidenses en su país y espera que se cumpla su compromiso. Otras naciones han manifestado su rechazo a la intervención de Washington en lo que consideran “asuntos internos”.
El presidente de EEUU urgió a Myanmar a ceder el poder del que “se apropió”, pidiendo la liberación sin condiciones del líder opositor ruso Alexei Nalvany y asegurando presionar a Rusia y China por sus acciones contra los derechos humanos. Aunque la apuesta de su gobierno, afirma, será también a través de la cooperación, incluyendo con ambas potencias.
Por esa misma razón, Biden decidió, entre otras cosas, ampliar el tratado de armas nucleares con Rusia, extendiéndolo por cinco años. “Al liderar con diplomacia, también debemos trabajar con nuestros adversarios y competidores de forma diplomática, cuando esté en nuestro interés y en el de la mejora de seguridad del pueblo estadounidense”, puntualizó Biden.
Y todo apunta a que el fin de la guerra de Afganistán no será el único de su agenda política. Sus esfuerzos diplomáticos también se centrarán en acabar con la guerra en Yemen, que se estima ha terminado con la vida de más de 110.000 personas en seis años de conflicto. Un cambio de rumbo en la dirección de Trump, que reforzó el apoyo de EEUU a la coalición liderada por Arabia Saudita en la ofensiva de la guerra de Yemen, ahora retirado por Biden.
En un giro arriesgado en la política exterior estadounidense, la doctrina Biden impone la metodología diplomática frente a la militar. “Estados Unidos volverá a liderar de nuevo. No a través del ejemplo de nuestro poder, sino con el poder de nuestro ejemplo”, señaló el presidente.
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