Flanco sur

España reduce un 85% sus tropas en Malí pese a su alarma por el Sahel

Alemania también reubica sus fuerzas en Níger, mientras la OTAN señala su preocupación por el flanco sur

Militares españoles de la Unidad de Protección en Mali
Militares españoles de la Unidad de Protección en MaliEMAD

El rugido del Kalashnikov se escucha desde Damasco hasta Bamako. Hace dos semanas que luchadores del Estado Islámico en Siria felicitaron a sus compañeros africanos en un vídeo de más de cinco minutos de duración, a la vez que anunciaban que las sucursales del ISIS en África cargan con poco más de la mitad de los asesinatos perpetrados por el grupo yihadista. Solo entre el 18 y el 19 de junio, más de 130 civiles fueron asesinados por los yihadistas del centro de Malí. El que otrora fuera el imperio más poderoso del África subsahariana es hoy un país sacudido por los golpes de Estado, el bandidaje, los conflictos interétnicos y, por supuesto, el yihadismo persistente. Malí es hoy puro caos. Como añadido a esta difícil situación, las campañas de desinformación gestionadas desde Rusia han conseguido que la población local se revuelva contra la presencia europea, al señalar las misiones de entrenamiento y de lucha antiterrorista como nuevos modelos de neocolonialismo.

Un corredor yihadista de 5.700 kilómetros

El yihadismo en Malí no puede entenderse sin un mínimo de trasfondo histórico y sin la correcta distinción de los agentes que participan en ella. De la misma manera que no puede entenderse sin la correcta definición del término “yihad”. Yihad significa guerra, teniendo en cuenta que las guerras musulmanas siempre albergan un aliciente religioso, en mayor o menor medida. Y, por tanto, cualquier acción armada efectuada por un grupo islámico recibe la denominación de yihad, sean cuales sean sus intenciones. En esta situación se tienen en cuenta a yihadistas malienses pertenecientes a grupos fundamentalistas (las filiales de al-Qaeda y del ISIS son los ejemplos más sonados) y yihadistas configurados por etnias musulmanas cuyo objetivo se limita a la obtención de un territorio para su propia gestión (como es el caso de los grupos de liberación fulani, que pretenden controlar franjas territoriales independientes en Malí y en Nigeria).

Yihadistas en el Shagel
Yihadistas en el ShagelTeresa Gallardo

Pero es caos. Malí es puro caos. A finales de febrero se contabilizaron 40 civiles asesinados en tres localizaciones diferentes, en el marco de los combates sucedidos entre el ISIS y grupos asociados con al-Qaeda. Tropas rusas encontraron una fosa común hace dos meses cerca de Gao. Porque si los combates no se desarrollan entre las FAMA y los yihadistas, son los yihadistas quienes luchan entre sí, y si no es así, son los granjeros armados con machetes y viejos mosquetones los que se enfrentan en violentas escaramuzas contra los grupos de bandidos que infestan la región.

Pese a las desavenencias que ocupan a los grupos yihadistas, se percibe en ellos una política común de expansión. El mapa actual muestra que pretenden crear un corredor de 5.700 kilómetros, un Estado Islámico con forma alargada y que recorra desde República Centroafricana hasta Mauritania de forma ininterrumpida. De conseguirse un corredor así, una gran parte del África Subsahariana quedaría aislada por tierra del resto del mundo. Actualmente se teme también la creación de una bolsa, una suerte de “espacio seguro” para los fundamentalistas radicados en el este de Malí, cerca de la zona conocida como las tres fronteras porque delimita con Níger y Burkina Faso. De crearse realmente esta bolsa, significaría que los terroristas islámicos tendrían una mayor capacidad operativa frente a la que han tenido hasta la fecha para atentar contra objetivos malienses, burkineses y nigerinos.

La expansión yihadista en Malí es innegable. Desde inicios de 2022 se ha registrado un aumento de la violencia en la parte central del país, especialmente entre la localidad de Mopti y Segú. Se presupone que el traslado de los operativos franceses a la vecina Níger ofrecerá un respiro a los grupos yihadistas para actuar con mayor facilidad en Malí, que llevan las de librarse mucho mejor sin no tienen a los infalibles Tiger franceses atacándoles desde el cielo.

Millones de personas que no desean vivir bajo el puño yihadista se verían obligadas a vivir así, huir o morir en las ejecuciones de castigo que perpetran los grupos terroristas. Ya se han contabilizado casi un millón de refugiados y 3 millones de desplazados internos procedentes de Malí, Burkina Faso, Níger, Chad y Mauritania, que se añaden a los 304.000 refugiados nigerianos en terceros países.

Un gobierno débil

A este abanico de problemas debe añadírsele la situación del actual gobierno maliense, dirigido por el coronel Assimi Goita y que accedió al poder en 2021 tras un golpe de Estado exitoso. Su gobierno no ha sido reconocido por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que lleva ejecutando desde hace meses una serie de restricciones económicas y de movilidad que afectan a Malí. Esto ha generado un aislacionismo político en Bamako... lo que también dificulta las posibilidades de combatir la amenaza yihadista a través de un frente común africano. Lejos de redimirse o de cumplir con las peticiones impuestas por la CEDEAO para levantar las restricciones, Goita se ha anclado en el poder convocando elecciones para dentro de dos años (aunque nadie sabe que ocurrirá entonces) y ha cortado los lazos de colaboración con Francia en materias de lucha antiterrorista, a cambio de una mayor cooperación con Rusia.

Assimi Goita
Assimi GoitaLa RazónLa Razón

Rusia, que ha enviado al grupo de mercenarios Wagner para que colaboren con las FAMA en la lucha antiterrorista. Los mercenarios Wagner (se calcula que en torno a 2.000 efectivos están ahora en Malí) que han participado en matanzas de civiles como la ocurrida el pasado mes de marzo en la localidad de Moura, donde 300 inocentes fueron asesinados a sangre fría por miembros de las FAMA y mercenarios rusos. Sin embargo, fuentes sobre el terreno todavía sin verificar aseguran que el gobierno de Goita está sufriendo una serie de complicaciones para afrontar los pagos a los mercenarios, cuyo sueldo no es nada barato para la maltrecha economía maliense. Que apenas sobrevive gracias a un porcentaje de los beneficios obtenidos por la explotación del oro de su territorio.

Contradicciones occidentales

Desde los mandos militares europeos se celebra con cierto alivio que la OTAN haya destacado finalmente el flanco sur como una posible amenaza para la integridad europea, aunque se percibe en la estrategia de las misiones internacionales cierta contradicción entre las palabras y los actos. Mientras la OTAN marcaba en Madrid este cambio de rumbo histórico en la gestión de la problemática africana, el contingente español destinado en el marco de la misión europea de entrenamiento y asesoría EUTM Malí ha visto su presencia en el país reducida en un 85%. Frente a las 600 tropas españolas destinadas en diciembre, hoy son 400 efectivos desplegados, mientras se espera que la próxima rotación que se hará en noviembre se limitará a 200 efectivos. Alemania es otro país que ha reducido su presencia en la EUTM, aunque a cambio ha aumentado su participación en MINUSMA, la misión de paz en Malí. Se rumorea que pronto se reorganizará la estrategia de juego europea en el Sahel y que quizás no quepa una gran base en Malí, sea por voluntad propia o de Goita, o que la base quepa en Niamey, capital de Níger, aunque de momento continúa habiendo instructores sobre el terreno sin que haya un repliegue total.

El reconocimiento del flanco sur como amenaza concuerda con los hechos de Malí pero no con los actos de la Unión Europea. La imagen de neocolonialismo que ofrece Rusia a la población local en relación con las misiones europeas significa que el gobierno de Goita debe marcar sus distancias con Occidente, so pena de perder el poder ante frente al pueblo manipulado, mientras la UE siente evidentes reticencias a la hora de entrenar a las FAMA, si luego utilizan su formación militar para perpetrar matanzas de civiles.