Islam
Preguntas y respuestas clave sobre la religión musulmana
Antes de formar una opinión sobre el Islam que nos condicione en futuros viajes, conviene conocer a fondo ciertos aspectos que podemos haber malinterpretado
El peor enemigo del viajero es el prejuicio. Sin dudarlo, peor que el miedo. El prejuicio es aquél sentimiento malamente razonado que nos empuja a alejarnos del plato de habichuelas que nos ofrecieron en Cuba, a no visitar ningún país fuera del circuito de turismo habitual, a despotricar contra culturas de terceros desde la terraza del bar del barrio. Lo peor es que nadie se libra del prejuicio. Un ateo puede tener prejuicios contra un católico, un católico contra un budista, un español contra un argelino, un argelino contra un español, un vecino contra otro, y así hasta nunca terminar. Los prejuicios nos atan de pies y manos, cargar con ellos se parece a las anteojeras que llevan los burros al tirar del carro. Y lo peor, esto es tristísimo, es que la propia definición de prejuicio implica que juzgamos antes de conocer. Tornando nuestro juicio en uno inútil.
Yo, personalmente, tengo una cruzada personal con conocidos y desconocidos a la hora de explicar las diferencias entre un musulmán corriente y un terrorista musulmán. En este aspecto es arrollador el número de prejuiciosos que uno encuentra cada día, que lamentablemente se privan de vivir experiencias asombrosas por temor a visitar países de mayoría islámica. Hoy tocan preguntas y respuestas sobre la religión musulmana. De esta manera, si uno decide continuar despotricando contra los musulmanes y demás, al menos lo hará con un conocimiento previo, real, inmaculado de los vozarrones que chillan en nuestro televisor. Aquí no procuro convencer a nadie (ni ha pagado George Soros este artículo para establecer su NWO). Me dispongo a informar, sencillamente. Más que nada porque yo mismo, una vez informado, también ando en desacuerdo con un puñado de sus ideas.
Derechos de la mujer
Un asunto delicado. La imagen clásica de una mujer musulmana cubierta con algún tipo de velo (burka, niqab, chador, hiyab, shayla...) y la oportunidad de tener varias esposas que aprovechan ciertos musulmanes adinerados, viene a ser todo lo que sabemos de la mujer en el islam. Ahora, convendría saber qué dice el Corán en su segunda sura, en el verso 228: “...ellas tienen tanto el derecho al buen trato como la obligación de tratar bien a sus maridos...”. En otras versiones, este mismo párrafo asegura que “las esposas tienen sobre sus esposos idénticos derechos que ellos tienen sobre ellas”. Pero “los hombres tienen sobre ellas preeminencia”. Esto significa que, según la religión islámica, hombres y mujeres son iguales aunque el hombre posee cierta ventaja. Ejemplo práctico: tanto el hombre como la mujer musulmanes tienen el derecho a divorciarse pero, mientras el esposo puede romper el matrimonio cuando lo desee, la mujer debe acudir a un tribunal religioso para obtener su permiso. Esta equidad, aunque incompleta, se debe a la creencia de que Alá juzga a todos los seres humanos de forma igualitaria, hombres o mujeres, y por esta razón carecería de sentido que los hombres contrariasen a Dios provocando una desigualdad que Él nunca quiso.
También se ha generalizado la creencia de que los musulmanes escogen los maridos de sus hijas, aunque esta afirmación no sería del todo correcta. La religión musulmana prohíbe en teoría el matrimonio forzado, y cuando este tipo de prácticas se llevan a cabo, se deben a razones culturales y no religiosas. Poniendo un ejemplo fácil, ocurre igual que en los años medievales donde un rey cristiano obligaba a su hija la princesa a desposar con un viejo feo y desdentado, de manera ajena a lo que dijera la Biblia sobre tan doloroso asunto. Por el simple poder que otorgaría al padre este enlace jugoso. Es un error común: confundir la cultura regional, anterior al nacimiento del Islam en numerosas ocasiones, con una religión global. Por otro lado, el Islam no niega las diferencias entre hombres y mujeres, y por tanto considera que unos y otras deben ostentar obligaciones dispares, en función de sus virtudes. Porque ya lo dijo su Corán en la sura 3:36: “...y no es el varón como la hembra”. Así, una mujer posee una serie de virtudes y defectos diferentes a los del hombre, y por tanto, según su religión, no tendría sentido que realizasen las mismas labores.
Como paréntesis anecdótico convendría saber que en los años que Mahoma comenzó a propagar la fe islámica, las tribus de pastores asentadas en Arabia solían enterrar vivas a sus hijas recién nacidas, deseosos de concebir nada más que robustos varones. Mahoma prohibió firmemente esta costumbre barbárica y aseguró que el nacimiento de una niña era igualmente feliz a ojos de Dios.
La confusión del velo
Merece un apartado propio para confirmar que el uso de velo no fue invento de Mahoma y sus seguidores. Me limito a rescatar una cita de la primera carta de San Pablo a los corintios, fácil de encontrar en el Nuevo Testamento cristiano: “Todo varón que ora o profetiza velada la cabeza, deshonra su cabeza. Y toda mujer que ora o profetiza descubierta su cabeza, deshonra su cabeza” (Cor 11:4-5). ¿O pensaba el lector que la Virgen María aparece en casi todas sus representaciones con la cabeza cubierta por casualidad, al igual que las monjitas?
A ojos del musulmán, el velo es obediencia a Dios que fue quién dio la orden a las mujeres de calzarlo, es modestia para mantener la moralidad de la sociedad, es protección contra la explotación sexual de las mujeres basada en su apariencia y las miradas perturbadoras del pecador, es dignidad porque permite a la mujer ser juzgada por su interior y no por su físico. Un pensamiento cuanto menos interesante, aunque difícil de comprender para nosotros los europeos.
Por otro lado, no es cierto que todos los países de mayoría islámica obligan a las mujeres musulmanas a llevar velo. En la mayoría de los casos, esta es una decisión que debe tomar cada una. Ocurre en Egipto, Marruecos, Túnez, Argelia, Senegal, Nigeria, Turquía, Guinea Bissau y un largo etcétera donde vestir velo no viene obligado por la ley. Aunque sí es obligatorio, seas o no musulmana, si habitas en otros países como Arabia Saudí, Irán o Kuwait.
La ciencia en el Islam
Aquí tocamos un tema interesante. Son bien sabido los conocimientos que los musulmanes aportaron en la ciencia, la medicina y las matemáticas a lo largo del medievo (ellos inventaron las ecuaciones de segundo y tercer grado) pero no podemos evitar pensar que, en el último puñado de siglos, el conocimiento científico en las regiones islámicas se ha estancado. Aunque esta afirmación es relativa. A quién piense de tal manera le recomiendo visitar Egipto y sus asombrosas presas en el Nilo, Arabia y sus ciudades nuevas o la India y sus increíbles genios informáticos. Así de fácil.
En cuanto a las distintas teorías evolutivas y el proceso del nacimiento de cada nuevo ser humano, las ideas de la religión musulmana se asemejan a prácticamente cualquier religión del mundo. Si bien no sienten la necesidad de desmentir los avances científicos en la materia, de la misma manera aseguran que cualquier explicación no es más que la metodología que siguió Alá para conseguir sus fines. Es decir, ¿por qué no iba Alá a crear a los primeros seres vivos en el agua, antes de permitir que evolucionasen hasta convertirse en fantásticas criaturas de la tierra? No sienten ninguna necesidad de refutar el darwinismo siempre que se considere obra de Alá.
Opinión sobre Jesús
Se escuchan toda clase de barbaridades contra Jesús, supuestamente dichas de la boca del Islam. Hubo uno que me llegó a jurar que los musulmanes piensan que Jesús nació después de que la Virgen María fuera violada por un centurión romano. Pero no es cierto. El Islam venera (que no adora) a la figura de Jesucristo como profeta, situándolo a la altura de Abraham, Moisés o Isaac. Le piensan nacido por la voluntad de Dios porque “Jesús es, ante Dios, igual que Adán al que creó del polvo. Luego dijo: Sé. Y fue”. (3:52). A los ojos del credo cristiano, Jesús nació como resultado de la unión espiritual entre María y el Espíritu Santo, convirtiéndolo así en el Hijo de Dios, en Dios mismo como Hijo en la Santísima Trinidad. En el credo islámico, por el contrario, existe un solo Dios y su nombre es Alá, y Jesús fue su hijo como lo sería cualquier otro hombre. Con la enorme diferencia de que este hijo suyo, más puro que cualquier otro que hubiese nacido hasta la fecha, nació por su deseo, porque Él quiso que así se hiciera y sin necesidad de que María yaciese con varón alguno, y quiso crearlo, como creó a Adán, auxiliado con el Espíritu Santo.
Respecto a la muerte de Jesús en la cruz, qué opina el ideario musulmán dependería de la doctrina a la que preguntásemos. Unos dirían que no murió crucificado, sino que colocó a un doble en su lugar. Otros, que no murió en la cruz sino que quedó mortalmente herido, y tras tres días de cuidados intensivos consiguió recuperar la salud y volver a reunirse con sus seguidores. Los hay incluso quienes aseguran que Jesús huyó de Israel tras su supuesta crucifixión, yendo a refugiarse a la región de Cachemira al oeste de la India, donde murió a la edad de ciento veinte años.
Ideas erróneas sobre el Islam
El conflicto latente entre el terrorismo islámico y los estados de Occidente han propiciado una serie de malinterpretaciones básicas del Islam. Suele ocurrir cuando estalla una guerra. Ambos lados se polarizan y estiran sus diferencias casi hasta quebrarlas. Veamos algunas de estas afirmaciones equivocadas.
Todos los musulmanes son árabes: en realidad, nada más que el 20% de los musulmanes repartidos por el mundo son árabes. Por ejemplo en la India existen cerca de 150 millones de musulmanes, y también son muy numerosos en Indonesia o África Subsahariana.
El Islam permite el terrorismo: bastaría una conversación con cualquier musulmán a pie de calle para comprender que esta afirmación es exagerada y un tanto bobalicona, pero podemos tomar nota del propio Corán para cerciorarnos: “Quien mata a una persona sin que esta haya cometido un crimen y sembrado la corrupción en la Tierra, es como si matara a toda la humanidad. Pero quien salva una vida es como si salvara a la humanidad”. Y no, el musulmán corriente no considera corrupción que alguien sea ateo o cristiano. El terrorista que sí lo piensa ha llevado a cabo una malinterpretación del Corán. Por otro lado, bastaría un vistazo rápido en Google para descubrir que la mayoría de víctimas del terrorismo islámico son musulmanes, precisamente, y de los 10 países más golpeados por los atentados, ninguno es europeo. ¿Cómo va a apoyar el Islam un movimiento terrorista que mata más que nada a los propios musulmanes? Sería casi como decir que todos los británicos apoyaban al IRA...
El yihad es terrorismo: en realidad, la palabra yihad puede traducirse como “esfuerzo” y engloba todas las acciones que implican el sacrificio de los creyentes en honor a Dios, realizando actos de caridad con otros hermanos musulmanes. Entre estos actos de caridad entra la acción militar islámica, es cierto, siempre que sea con el fin de preservar el bienestar de la sociedad. Pero yihad engloba un número de acciones fuera del ámbito militar.
El musulmán no quiere ni mirar a los no musulmanes: Falso. Hablo por experiencia propia cuando digo que he viajado a cerca de un centenar de países, de múltiples maneras posibles (haciendo autoestop, en tren en coche, en barco, andando...) y jamás he sido mejor recibido que en los países de mayoría musulmana. Allí me invitan a almorzar completos desconocidos, incluso a dormir en sus casas si la ocasión lo requiere, me ofrecen tés y cafés, charlan conmigo sobre nuestras diferencias culturales con absoluta normalidad. Jamás he tenido un problema con ningún musulmán, también porque yo supe respetar su cultura; siempre que viajo a un país musulmán vuelvo con unos kilos de más en las cartucheras. Porque lo dice el mismo Corán: “Una vez establecida la diferencia entre la guía correcta y el desvío, no se puede forzar a nadie a creer”.
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