Opinión

Ajuste de cuentas en las elecciones intermedias

Los republicanos esperan exultantes los resultados de la consulta de hoy, mientras que a los demócratas no les llega la camisa al cuerpo

Electores votan en Boise (Idaho)
Electores votan en Boise (Idaho)Darin OswaldAgencia AP

Cada martes después del primer lunes de noviembre de los años pares, o sea, hoy, siguiendo un calendario agrícola de hace más de tres siglos, Estados Unidos someten a elección miles de sus cargos políticos, desde los más pequeños ayuntamientos hasta, cada cuatro a años, el presidente de la nación. Las cámaras bajas de las legislaturas, federales y estatales, las de representantes -nuestros diputados-, de sólo dos años de vida, se eligen enteras; Las senatoriales, por tercios. Un tercio, aproximadamente, de los gobernadores. Sin limitación de mandatos, excepto el supremo. Y se aprovecha la ocasión para refrendar buen número de propuestas, todo aquello que convenga pasar por las urnas. Y ello sin una ley electoral nacional, y por tanto con cincuenta sistemas. Una selva ecuatorial de normas. Con mesas electorales formadas por funcionarios. Pero sin censos electorales elaborados por las administraciones públicas. Hay que inscribirse para estar en las listas. Y en la inscripción se puede manifestar la preferencia partidista. Si no lo haces, figuras como «independiente». No implica que estés afiliado y no obliga a nada, sin excluir la abstención, pero, en principio, proporciona un dato sobre la intención del voto. No existen carnets de identidad para identificarse en el momento de depositar la papeleta. Más bien las papeletas, porque como las elecciones son múltiples se emiten varios votos en varias urnas. Y un amplio etcétera que nos resulta extraño y hasta pintoresco.

El sistema se mantiene porque para los americanos funciona, y con un alto grado de democracia y efectividad. Está abierto a retoques y siempre rechina un poco, pero en los últimos comicios bastante más que un poco. Se basa en un consenso que no excluye un apreciable grado de fiereza entre los partidos e incluso de distorsiones al propio sistema. Éste se ha ido tensando desde hace años. Empezó con Reagan en los ochenta, olímpica y vociferantemente despreciado por los demócratas que, con el paso del tiempo, han ido silenciado sus críticas, sin llegar a reconocer que fue uno de los grandes presidentes de la historia del país. Un punto de inflexión fue las elecciones del 2000 que el republicano Bush hijo arrebató a sus rivales por unos pocos cientos de votos en Florida, lo que el Partido Demócrata nunca llegó a admitir y de lo que extrajo un espíritu de venganza, exacerbado por la inusitada victoria del anómalo y escasamente presidenciable Trump, un sorprendente advenedizo de la política, que había tenido más relaciones con los demócratas que con los republicanos, al que los herederos de Obama y los Clinton se la juraron desde el momento mismo de su victoria.

La venganza tuvo la forma de la infame denuncia que llegó a ser conocida como el «Russiagate», consistente en la supuesta y demostradamente falsa colusión de la campaña de Trump con la Rusia de Putin, para influir en las elecciones. El desmonte legal e informativo de tal patraña sigue produciéndose en la actualidad, sin que, aun reconociéndolo en algunos casos, ninguno de los organizadores y difusores haya pedido disculpas. El «Russiagate» arrastró tras de si dos intentos fracasados de «impeachment» y otra denuncia, igualmente fallida, de obstrucción a la justicia. Todas esas malas artes fueron el caldo de cultivo de la extrema desconfianza de buena parte de los electores de Trump respecto a la honestidad de los resultados, alimentada por la frenética actitud de su héroe, instintivo mal perdedor, psíquicamente incapaz de reconocer derrota, y además en elecciones plagadas de anomalías, empezando por los cien millones de votos por correo. En estas circunstancias, los republicanos esperan exultantes los resultados de la consulta de hoy, mientras que a los demócratas no les llega la camisa al cuerpo.

Manuel Coma es profesor (jub) del Mundo Actual en la UNED; GEES