Polarización
La crisis del Congreso eleva los temores de un caos permanente en EE UU
La violencia política y la incertidumbre social marcan el año legislativo
El histórico asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 dejó en Estados Unidos una herida que sigue abierta y parece imposible de cicatrizar. El trágico ataque, provocado por una turba de seguidores de Donald Trump que, enfurecidos y armados, entraron por la fuerza en la emblemática sede del Poder Legislativo, dejó un balance de cinco víctimas mortales, un millar de detenidos, cientos de heridos, un centenar de condenados y más de un millón y medio de dólares en destrozos.
Las autoridades siguen intentando identificar a cerca de 350 sospechosos que participaron activamente en el ataque, ofreciendo incluso recompensas que alcanzan el medio millón de dólares, mientras que la investigación puesta en marcha durante meses por el Comité del Congreso culminaba hace pocas semanas. Y, con ella, el prolongado reinado de Nancy Pelosi en la Cámara de Representantes, que no quiso poner fin a su mandato sin hacerle llegar las conclusiones finales del Comité que investigó el asalto al Capitolio al Departamento de Justicia, el único con competencia para emprender acciones legales contra el expresidente Trump.
Y es que hubo un antes y un después del 6 de enero de 2021. Desde entonces, la inestabilidad institucional, la violencia política y la incertidumbre social parecen haber llegado para quedarse, normalizando tensas situaciones del día a día de un país extremadamente polarizado cuyo sistema democrático había servido de referencia internacional.
Tampoco parece que 2023 traiga consigo un escenario distinto. La élite política del país mantiene su discurso, dando pie a que el ala más extremista del Partido Republicano haya llegado a bloquear la actividad del nuevo Congreso al negarse (hasta la decimoquinta convocatoria) a votar por el conservador Kevin McCarthy como presidente de la Cámara de Representantes por considerarlo «demasiado moderado».
A los republicanos, recuperar el control de la Cámara Baja les ha servido por ahora de poco, dejando en evidencia de manera contraproducente notables discrepancias internas y emprendiendo en tiempo récord una batalla entre sus propias filas que podría poner en riesgo el futuro político de algunos pesos pesados.
La amenaza interna se extiende ahora a primera línea política, no solo porque los demócratas observan airosos desde la barrera, sino porque la misma candidatura a liderar las filas republicanas con miras a la Casa Blanca, anunciada ya oficialmente por Trump, podría verse perjudicada.
A falta de un claro liderazgo en el Partido Republicano, la aparición de nuevos candidatos dispuestos a poner orden podrían hacerle sombra. Aunque, por ahora, el poder parece seguir estando en manos de aquellos que más se hacen escuchar. El Partido Republicano se ha radicalizado con nuevos miembros elegidos a representar diversos Estados, ocupando un poderoso asiento de la Cámara. Algunos de esos nuevos congresistas del ala más extrema no solo fueron apoyados por Trump durante su candidatura, sino que todavía continúan renegando del resultado electoral de 2020 que dio por ganador a Joe Biden. Desde entonces, las amenazas políticas, lejos de disminuir, han aumentado. Expertos identifican la búsqueda de «Guerra Civil» en los navegadores de internet como una de las más recurrentes de los estadounidenses, mientras sigue creciendo la preocupación de que violentos episodios como el intento de insurrección pueda volver a hacer temblar los cimientos de la democracia.
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