Brasil

Bolsonaro, un turista incómodo para Biden

Aumentan las presiones para expulsar al expresidente brasileño antes de la visita de Lula a la Casa Blanca el 10 de febrero

Orlando (United States), 31/01/2023.- Former Brazilian President Jair Bolsonaro attends an event with members of the Brazilian community at the Majestic Life Church in Orlando, Florida, USA, 31 January 2023. Bolsonaro has applied for a six-month visitor visa to remain in the US, according to his lawyer Felipe Alexandre. (Brasil, Estados Unidos) EFE/EPA/CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH
Orlando (United States), 31/01/2023.- Former Brazilian President Jair Bolsonaro attends an event with members of the Brazilian community at the Majestic Life Church in Orlando, Florida, USA, 31 January 2023. Bolsonaro has applied for a six-month visitor visa to remain in the US, according to his lawyer Felipe Alexandre. (Brasil, Estados Unidos) EFE/EPA/CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICHCRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICHAgencia EFE

El próximo 10 de febrero, el nuevo presidente brasileño, Luiz Inácio Lula de Silva, viajará a Washington para reunirse con su homólogo estadounidense, Joe Biden, por primera vez desde que asumió la presidencia de Brasil el 1 de enero. Biden le llamó por teléfono un día después del asalto a las sedes de los tres poderes del Estado para mostrarle su apoyo e invitarle a que lo visitara, y Lula aceptó. Para este encuentro hay prevista una apretada agenda centrada en “cómo los dos países pueden continuar trabajando juntos para promover la inclusión y los valores democráticos en la región y en todo el mundo, particularmente en el marco de la próxima Cumbre por la Democracia de marzo”, ha confirmado la Casa Blanca en su comunicado anunciando la reunión. Los dos líderes hablarán de los “desafíos” comunes (que son muchos) y “discutirán el apoyo inquebrantable de EE UU a la democracia de Brasil”.

Una causa que ambos han visto peligrar en sus países, donde la democracia se ha visto amenazada por insurrecciones que orquestaron los seguidores de sus antecesores en el poder, Donald Trump, en EE UU y Jair Bolsonaro, en Brasil. Mientras Biden y Lula se reúnen en Washington para proteger el derecho del pueblo; a 1.390 kilómetros de distancia, Trump y Bolsonaro disfrutan del buen tiempo de Florida. El primero en su casa de Mar-a-Lago, y el segundo, no muy lejos de allí, en una mansión alquilada en Orlando, en la carretera que lleva al parque temático de Disney World.

El exlíder brasileño se siente muy cómodo en EE UU, tanto que, a pesar de la que está cayendo en su país, su abogado, Felipe Alexandre, ha informado a los medios de comunicación que el pasado viernes 21 de enero su cliente solicitó una visa de turista de seis meses para quedarse más tiempo aquí. Bolsonaro esperará en Estados Unidos a que se resuelva su caso legal. En un email enviado a la agencia Reuters, su abogado dijo que a su cliente “le gustaría tomarse un tiempo libre, despejarse y disfrutar de ser turista en Estados Unidos durante unos meses antes de decidir cuál será el siguiente paso”.

Atrás ha quedado el discurso del exmandatario brasileño a principios de enero, cuando después de estar tres días ingresado en el hnospital, y tras solicitar el alta en contra de la recomendación médica, dijo a los medios de comunicación que había venido a “quedarse en EE UU hasta fin de mes (enero), pero pretendo adelantar mi regreso. Porque en Brasil los médicos ya conocen mi problema de obstrucción intestinal a causa de la puñalada. Aquí los médicos no me acompañaron”.

Se especula que ahora que Bolsonaro no goza de inmunidad diplomática, se ha instalado en Florida para evitar cualquier proceso legal, porque la situación que le espera en su país de origen no es nada halagüeña. El juez Alexandre de Moraes, el mismo que ordenó la detención del secretario de Seguridad de Brasilia y exministro de Bolsonaro, Anderson Torres, ha autorizado que se investigue al exlíder por presuntamente alentar las protestas del 8 de enero, por un video que publicó Bolsonaro en Facebook dos días después de los levantamientos y luego borró inmediatamente. Además, tiene cuatro causas pendientes: divulgación de falsas noticias sobre la vacuna contra la covid-19, divulgación de información confidencial de una investigación del Tribunal Superior Electoral, intento de interferir indebidamente en la acción de la Policía Federal y otras causas relacionadas con el informe final que redactó la comisión investigadora del Senado sobre la pandemia y su gestión de la misma.

Bolsonaro, que siempre ha sido íntimo amigo de Trump, pero nunca mantuvo una buena relación con Biden, ha comenzado a ser un turista incómodo para la Casa Blanca. A principios de enero, un grupo de 46 legisladores demócratas envío una carta al presidente estadounidense en la que solicitaban volver “a evaluar” el estatus del presidente brasileño en el país, “para determinar si existe una base legal para su estadía y revocar cualquier visa diplomática que pueda tener”, ya que, según la misiva, “EE. UU no debe brindarle refugio a él ni a ningún autoritario que haya inspirado violencia contra las instituciones democráticas”. De momento la Administración se mantiene en silencio, pero la presión crece, y la visita del líder brasileño a Washington la agudiza aún más.

Sigue siendo un misterio con qué visa llegó Bolsonaro a EE UU el pasado 30 de diciembre. La opción que se rumorea (porque el Departamento de Estado ya ha dicho que se trata de información confidencial que no revelará), es que ingresó en el país con una visa A-1, que está reservada a los jefes de Estado en ejercicio. Si así fue, estaba obligado a abandonar el país 30 días después de que terminara su mandato presidencial o solicitar una nueva visa para permanecer legalmente aquí, que es lo que ha hecho.

Cuando pretende volver el líder brasileño a su país, es otro misterio. Nadie sabe sus planes. O si los saben, no quieren revelarlos. Hace unos días un grupo de periodistas le preguntaron a Flavio Bolsonaro, senador e hijo del exlíder, si sabía cuándo regresaría su padre, pero parece que no lo tenía claro o prefería no revelarlo. “Podría ser mañana, podría ser dentro de seis meses, quizás nunca regrese. No sé. Se está relajando”. Mientras él se relaja en el Estado del Sol, Florida, su país continúa tratando de recuperar la normalidad.