XX Congreso

La primera década de Xi Jinping en el poder anticipa el futuro de China

Tras las purgas desde que llegó al poder en 2012, el presidente chino mantiene un férreo control sobre el partido, el Estado y el Ejército

El líder chino, Xi Jinping, en una pantalla de un museo de Pekín
El líder chino, Xi Jinping, en una pantalla de un museo de PekínNg Han GuanAgencia AP

Hoy, 2.296 delegados elegidos bajo los parámetros ideológicos establecidos por Xi Jinping asistirán al XX Congreso del Partido Comunista, que se celebra una vez cada cinco años y en el que se espera que se apruebe su continuidad en el poder. Se prevé que el fallo del Comité Ejecutivo, celebrado a puerta cerrada, ponga fin a los dos estrictos límites de mandato de cinco años impuestos por sus predecesores. Tras el cónclave, Xi se sentará en la cima de una organización ampliamente purgada de centros de poder alternativos y repleta de partidarios leales en órganos cruciales del Partido, el Estado y el Ejército.

En la última década, Xi se ha convertido en una figura trascendental, a la altura de los otros dos gigantes del gobierno del Partido Comunista Chino: Mao Zedong y Deng Xiaoping. Como ellos, ha invertido las políticas anteriores, y en su caso, también la relativa liberalización que habían fomentado sus predecesores. Por otro lado, ha implantado un control férreo sobre casi todos los ámbitos, desde la política y la religión a la economía y los asuntos exteriores.

La agenda política de Xi durante su primera década en el poder consistió en tres pilares: establecer un liderazgo político y revitalizar el partido-estado leninista, así como expandir el poder y la influencia de China.

El concepto de «gran rejuvenecimiento de la nación china» se ha convertido en la pieza clave de su visión nacionalista. Su meta es que en 2049 el país se convierta en la principal potencia asiática y mundial. En 2017, ya identificó una serie de puntos de referencia cuantitativos que el país debe alcanzar para 2035, incluyendo convertirse en una «economía desarrollada de nivel medio» y haber «completado la modernización de la defensa nacional de China y sus fuerzas armadas».

Desde que heredó de Hu Jintao el liderazgo de la segunda economía mundial, Xi ha situado a Pekín como protagonista indiscutible de la escena política global. Propuso la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, impulsó la rápida expansión de China en el Mar de China Meridional y organizó los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022. Ha creado un nuevo conjunto de instituciones internacionales centradas en su territorio, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras y la Organización de Cooperación de Shanghái para rivalizar con las dominadas por Occidente y acabar sustituyéndolas.

La agresividad de Pekín a la hora de ejercer su influencia le ha valido incluso la etiqueta de «diplomacia del guerrero lobo», un peculiar enfoque adoptado por los diplomáticos chinos.

Asimismo, ha intensificado el conflicto fronterizo de China con India mediante repetidos enfrentamientos y la construcción de nuevas carreteras, aeródromos y otras infraestructuras de carácter militar cerca de la frontera. Además, ha adoptado una nueva política de coerción económica y comercial contra los Estados cuyas políticas ofenden a su país.

Al mismo tiempo, la estrecha relación de Pekín con Moscú y su falta de oposición a la guerra de Ucrania han puesto al gigante asiático en una posición incómoda. El PCCh se ha dado cuenta de que la cooperación con su antiguo aliado y vecino debe tener límites para no socavar sus propias prioridades e intereses políticos.

En el ámbito nacional, Xi popularizó el lema inspirador del Sueño de China, celebró el centenario del Partido Comunista, reprimió la disidencia en Hong Kong y prometió perseguir la reunificación con Taiwán. Bajo su mandato, el país ha llevado a cabo ataques con misiles a gran escala alrededor de la costa taiwanesa, simulando un bloqueo marítimo y aéreo.

En el frente interno, sus principales prioridades son la protección de su legado político, la aplicación de su programa de «prosperidad común» y la reorientación de la economía hacia una mayor autosuficiencia y resistencia frente a un Occidente hostil. No obstante, el crecimiento económico, que empezó a ralentizarse gradualmente en 2012, va camino de desmoronarse más debido al impacto de la pandemia y su política «Covid Cero», el acelerado envejecimiento demográfico, los efectos de la «disociación» económica entre EE UU y China y el creciente pesimismo empresarial.

En 2013, apenas cinco meses después de su nombramiento como secretario general del partido, pronunció un discurso ante la Conferencia Central sobre Ideología y Propaganda, una reunión de altos dirigentes del partido en Pekín. En él, destacó los riesgos de la decadencia ideológica que llevó al colapso del comunismo soviético, el papel de Occidente en el fomento de la división ideológica dentro de China y la necesidad de reprimir todas las formas de disidencia. «La desintegración de un régimen suele comenzar desde el ámbito ideológico», dijo. «La agitación política y el cambio de Gobierno pueden ocurrir de la noche a la mañana, pero la evolución ideológica es un proceso largo».

Esto implicaba exigir a los miembros del PCCh que demostraran lealtad al partido y a su persona. Lo que siguió fue una «limpieza» interna del PCCh. Su feroz campaña anticorrupción paralizó los centros de poder rivales, como la Liga de la Juventud Comunista y la «Banda del Petróleo», marginando a numerosos seguidores y encarcelando a sus patrocinadores. Estas medidas le permitieron llenar el Comité Central y su Politburó de 25 miembros con más aliados personales que los anteriores líderes Hu Jintao o Jiang Zemin.

Por primera vez desde la Revolución Cultural, hubo además una amplia purga dentro del Ejército, que llevó a cabo junto con sus amigos y aliados en el estamento militar del gigante asiático.

Xi también reafirmó el control del Partido Comunista sobre el Ejército Popular de Liberación y la Policía Armada del Pueblo y centralizó los sistemas de ciberseguridad y vigilancia de China. Por último, en 2019, introdujo una campaña de educación cuyo objetivo era que los miembros del partido «adquirieran un aprendizaje teórico y se bautizaran en la ideología y la política».