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Oriente Medio

La advertencia de Israel a Siria: no tolerará un nuevo feudo yihadista

Más de ocho meses después de la disolución de la dictadura de Bachar al Asad, las nuevas autoridades sirias han recibido en las últimas semanas un mensaje nítido de las fuerzas israelíes y su Gobierno

Suben a seis los muertos y a más de cien los heridos por explosión en el noroeste de Siria Defensa Civil Siria / Cascos BlancosEFE

El proceder del otrora prudente -tradicionalmente reacio a las campañas bélicas prolongadas- primer ministro Benjamin Netanyahu a partir de la respuesta al 7 de octubre de 2023 -fecha de la matanza perpetrada por Hamás en el sur de Israel- deja a los adversarios regionales de Israel poco espacio para la duda. Desde Irán a Hamás pasando por Hizbulá, los rebeldes yemeníes y otras fuerzas radicadas en suelo sirio e iraquí, la red de organizaciones integrantes del difuso "eje de la resistencia" asumen los reveses sufridos y oscilan entre la necesidad de aferrarse a su raison d’être y la del pragmatismo en espera de tiempos mejores en un Oriente Medio en plena reconfiguración. Una región en la que, como siempre, la paz y la estabilidad requerirán mucho más que del mero uso de la fuerza.

Más de ocho meses después de la disolución de la dictadura de Bachar al Asad -uno de los aliados clave de la República Islámica de Irán en la región-, las nuevas autoridades sirias -una amalgama de milicias yihadistas aparentemente reconvertidas con el viejo combatiente de Al Qaeda Ahmed al Sharaa a la cabeza- han recibido en las últimas semanas un mensaje nítido de las fuerzas israelíes y su Gobierno en medio del repunte de violencia sectaria -que ha tenido a la minoría drusa como protagonista- registrado en Sueida: Tel Aviv no permitirá que el vecino territorio sirio se convierta en un nuevo feudo islamista radical, como ya ocurriera a mediados de la década pasada -aún formalmente controlada por el clan Asad, que resistía en Damasco- cuando el Daesh proclamó su califato yihadista, o como ha sido el caso del sur del Líbano en los últimos años.

Así han de interpretarse los bombardeos de la aviación israelí de hace dos semanas en Sueida, provincia de mayoría drusa situada en el sur y junto a la frontera jordana -apenas un centenar de kilómetros de los Altos del Golán-, y en Damasco -concretamente en los alrededores del Palacio Presidencial y en el cuartel general de las Fuerzas Armadas sirias-. Ocupando menos del 2% de la población siria, los drusos constituyen la minoría etno-religiosa -árabe y practicante de una fe monoteísta emparentada con el islam chií- altamente apreciada Israel por su lealtad al Estado, en cuyas fuerzas armadas sirven miembros de esta hermética comunidad que vive repartida entre los actuales territorios libanés, sirio, jordano e israelí.

Tras la caída de Damasco a comienzos de diciembre pasado en manos de los islamistas radicales comandados por Hayat Tahrir al Sham y Al Sharaa -entonces conocido por su nombre de guerra, Al Golani-, las FDI invadieron y ocuparon la zona de seguridad adyacente a los Altos del Golán, que el Estado de Israel ocupa desde la Guerra de los Seis Días de 1967. Semanas después, ya en febrero de este año, los mandos militares israelíes dejaron claro que no permitirán presencia permanente de las fuerzas leales al nuevo régimen al sur de Damasco, concretamente en las demarcaciones de Daraa, Qunaitra y Sueida, mientras Netanyahu avisaba que “no toleraría ninguna amenaza contra los drusos en el sur de Siria”. Entretanto, las fuerzas israelíes bombardeaban los sistemas de defensa aérea o lanzamisiles, además de otras bases militares, de las viejas fuerzas armadas de Asad con el objetivo de debilitar las capacidades de los nuevos mandos sirios. Este mes Netanyahu lo ha vuelto a dejar claro.

La ofensiva liderada por fuerzas beduinas -islamistas radicales- contra los drusos, que exigen, por su parte, la retirada definitiva de las fuerzas leales al gobierno neoyihadista de Damasco en la provincia, se ha traducido en una cruenta batalla durante más de una semana, cuyo balance ha superado en Sueida el millar amplio de muertos. Además de los enfrentamientos entre distintas facciones armadas, una vez la capital provincial fue tomada por las fuerzas leales a Al Sharaa, se produjeron decenas de ejecuciones de drusos a manos de grupúsculos islamistas. Centenares de miembros de comunidades beduinas se han visto, por su parte, también obligados a dejar el territorio, como también drusos que han cruzado la frontera entre Siria y el Golán en busca de la protección israelí.

A pesar de la incapacidad de Al Sharaa y los suyos -por acción u omisión- de garantizar la seguridad de la minoría, la ofensiva israelí en defensa de los drusos sirios ha dividido a los drusos sirios: unos la ven justificada por un “genocidio” en ciernes y otros se oponen a que Tel Aviv se arrogue un derecho que debilita la seguridad -divide y vencerás- global de la comunidad en los diferentes Estados de Oriente Medio.

Por otra parte, en medio de la peor crisis de violencia sectaria registrada en Siria desde la caída del régimen anterior, sorprende el silencio de Turquía, principal patrocinador de las nuevas autoridades islamistas sirias. Con su apoyo militar, la Turquía de Erdogan fue decisiva en la operación militar iniciada en Idlib que permitió de manera fulgurante la descomposición del régimen de Asad. Tras la demostración de fuerza israelí durante la crisis drusa, Arabia Saudí reclamaba esta semana su papel en el nuevo tapete sirio anunciando una ayuda de más de 6.000 millones de dólares para la reconstrucción del país en un total de 44 acuerdos.

Entretanto, en el vecino Líbano, a pesar de las advertencias israelíes a Damasco -y el castigo sufrido en los últimos meses-, Hizbulá no acaba de decidirse por comenzar de manera efectiva el proceso de entrega de armas que demanda una gran parte de la sociedad libanesa. La organización política y milicia concebida y financiada por Irán como avanzadilla del "eje de la resistencia" se ha manifestado abierta a negociar su desmilitarización, aunque sólo si su interlocutor son las autoridades libanesas, y se niega de manera rotunda a que en el proceso tome también parte Estados Unidos.

Entretanto, la tregua en vigor desde noviembre del año pasado no impide que las FDI continúen llevando a cabo de manera periódica bombardeos selectivos contra mandos de la organización chií libanesa, sobre todo en el sur del país de los cedros, donde Hizbulá tenía su principal base bélica de operaciones. Las palabras en una reciente entrevista del enviado estadounidense Tom Barrack sobre el riesgo existencial de un Líbano que pudiera volver a Bilad al Sham -denominación histórica de la Gran Siria-, -paradojas de la historia, la amenaza para el país de los cedros regresa cuando el régimen de los Asad ya no existe y Siria es un Estado fallido del que su población huye en dirección a territorio libanés- no han gustado nada en Beirut, aunque los libaneses prefieren no tomarlo demasiado en serio y confían en que Hizbulá tome nota de la advertencia de la Administración Trump.