Política

Bruselas

Bajo la sombra de Donald Tusk

Ewa Kopacz, hasta ahora presidenta del Parlamento polaco, vio hoy premiada su lealtad a Donald Tusk con la jefatura del Gobierno, un puesto al que esta pediatra de 57 años llega con escaso peso político y con la incógnita de si será una "Dama de hierro"a la polaca o un simple instrumento de Tusk.

Todo apunta a que el liberal Tusk, que se marcha a Bruselas para presidir el Consejo Europeo, deja al frente del Ejecutivo a una persona de su máxima confianza que continuará las líneas principales marcadas en los últimos años.

Por ahora Kopacz da muestras de continuismo, tal y como queda reflejado en la composición de su Gobierno, donde sólo hay cinco caras nuevas y lo más llamativo es la salida de Radoslaw Sikorski al frente de Exteriores y la entrada de un peso pesado del partido.

Grzegorz Schetyna, nuevo jefe de la diplomacia polaca, era precisamente el principal rival de Kopacz en la carrera por la sucesión.

Finalmente ha sido la ambición de Schetyna y la fidelidad de Kopacz a Tusk lo que ha convertido a esta médico (Skaryszew, 3 de diciembre de 1956) en la segunda mujer que preside el Gobierno en Polonia.

Kopacz ha demostrado esa fidelidad en variadas ocasiones, como cuando meses atrás ayudó a Tusk a encontrar un buen cuidado médico para su hermana enferma sin que el asunto transcendiese a los medios.

La "discreción"es otra de las principales cualidades de esta pediatra de profesión, aunque, según reconocía ella misma en alguna entrevista, a veces habla "más de la cuenta".

No faltan quienes critican que carece de suficiente carisma político y no tiene autoridad dentro del partido, que es muy emocional y que, en realidad, ha sido promovida por su lealtad y no por su competencia.

Ahora tiene la oportunidad de demostrar a sus detractores que se equivocan, aunque su tarea no será fácil y exigirá superar retos como las elecciones locales del próximo noviembre y los comicios parlamentarios de otoño de 2015.

Kopacz tiene sólo un año para forjarse una imagen de buena gestora y consolidarse como nueva líder de la arena política, y parece que su principal baza será centrarse en políticas sociales, poco cuidadas por los últimos gobiernos de Tusk.

No se conoce mucho de la vida privada de la nueva primera ministra, madre divorciada de una hija adolescente, que a finales de los 90 dio sus primeros pasos políticos en la Unión de la Libertad antes de ingresar en Plataforma Ciudadana.

Después de las elecciones de 2005 (donde Plataforma Ciudadana quedó como principal fuerza de la oposición), entró a formar parte del comité de Salud del partido, para convertirse tras los comicios de 2007 en titular de Sanidad.

Como ministra presentó un ambicioso paquete de medidas para reformar la sanidad, incluida la gestión privada de los hospitales públicos, un proyecto que buscaba recortar el déficit presupuestario de los centros hospitalarios.

La medida fue muy combatida por la oposición conservadora y no se puede decir que haya sido un éxito, aunque para muchos sí sirvió para demostrar que es una política con el coraje suficiente para defender sus convicciones.

Otro ejemplo de su valor político como ministra tuvo lugar cuando facilitó el aborto de una joven de 14 años embarazada tras sufrir una agresión sexual, a la que médicos en Varsovia habían negado la posibilidad de abortar.

Kopacz localizó un hospital dispuesto a practicar el aborto entre durísimas críticas desde los sectores más conservadores de la sociedad y algunas voces de la Iglesia católica llegaron a pedir su excomunión.

Su negativa a comprar las vacunas contra la gripe A la llevó a las primeras planas de los diarios de todo el mundo.

En 2009, en plena pandemia de gripe, Kopacz consideró que las vacunas no habían sido adecuadamente probadas y que no tenían garantía por parte de los fabricantes ante posibles efectos secundarios.

Restó importancia a la peligrosidad de la gripe A, mientras desde la oposición se le acusaba de "poner en peligro la vida de cientos de miles de polacos".

Resultó, sin embargo, que la ministra de Sanidad estaba en lo cierto, y que la peligrosidad del virus fue menor de lo esperado, como también fue limitada la efectividad de las vacunas que compraron masivamente varios Gobiernos.