Reformas en Cuba
De funcionario en bicicleta a presidente
Érase una vez un ingeniero electrónico convertido en funcionario joven, delgado, de pelo largo, que andaba en bicicleta saludando a los vecinos y por su personal estilo de dirigir su provincia de Villa Clara tenía la popularidad de una estrella de rock local. Pasó una década desde entonces y Miguel Díaz-Canel se convirtió en otra persona: canoso, serio, de muy pocas palabras y con escasa visibilidad pública.
Díaz-Canel tiene una biografía oficial escueta de detalles personales y profesionales, y aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo se proyectará en su gobierno, algunos indicios dan cuenta de que habrá continuismo. De 57 años –mañana cumplirá 58–, será el primero sin el apellido Castro en asumir la máxima dirección desde que triunfó la revolución en 1959 y deberá enfrentarse a una economía estancada, una infraestructura en decadencia, la hostilidad de Estados Unidos y las críticas a un modelo de control estatal con salarios bajos en el marco de un congelamiento de la iniciativa privada.
Muchos cubanos a lo largo y ancho de la isla apenas lo conocen. Sin embargo, esa imagen ortodoxa contrasta con la percepción de hombre sencillo, tolerante, afable pero exigente que tienen muchos de sus conciudadanos de la provincia de Villa Clara, en la cual pasó su infancia, su juventud y de la que fue primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) a partir de 1994, un cargo más importante que el de jefe de gobierno local.
Ejerció durante nueve años ese puesto y rápidamente se ganó la reputación de funcionario trabajador con un estilo modesto y al que los vecinos recuerdan como el primero de su rango en no mudarse a una vivienda más grande. Para 1996, en medio de una dura crisis económica derivada de la caída de la Unión Soviética, se hizo muy popular, llamativamente joven para su puesto, cordial con todo aquel que tocara a su puerta en la sede del partido o en su propia casa. En 2009 llegó al Gobierno como ministro de Educación Superior, y tres años después se convirtió en vicepresidente. Tras las elecciones pasó a ser primer vicepresidente, pero en paralelo a su ascenso político se volvió renuente a la prensa, su agenda se hizo protocolar y no se lo vio más en las calles o en los medios de comunicación.
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