Represión en Venezuela

Del fraude electoral de la ANC a la salida de emergencia

La Razón
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“La participación del pasado domingo 30 de julio para la elección de la Asamblea Nacional Constituyente fue manipulada”. Las palabras de Antonio Mugica cofundador de la empresa Smartmatic, trasnacional de origen venezolano asentada en Londres, proporcionan por primera vez en 18 años evidencia irrefutable de fraude electoral en Venezuela.

Las elecciones realizadas entre 1999 y 2015 siempre estuvieron envueltas en múltiples denuncias de ventajismo y del uso arbitrario y discrecional de las instituciones y recursos del Estado para favorecer al partido de gobierno (PSUV) y sus candidatos. Sin embargo, durante ese largo período no se había podido contar con evidencias incontrovertibles de fraude. Especialmente el día de las elecciones había permanecido libre de dudas, al menos en lo que al sistema de votación se refiere. Lo que entraba a las máquinas (voto ciudadano) era contabilizado de manera exacta.

La evidencia presentada por el cofundador de Smartmatic crea un caos político. Los resultados no son creíbles para nadie. Dentro del chavismo ¿qué pensaran los candidatos a la ANC perdedores? Pues un millón de votos sirven para cambiar todos los ganadores en una elección en la que “los resultados fueron extraordinarios, algunos sin tendencias irreversibles hasta la transmisión de la última mesa de votación” Tibisay Lucena dixit. Los militares: ¿estarán dispuestos a avalar una ANC fraudulenta que tiene como objetivo eliminar las instituciones que obstaculizan el ejercicio del poder ilimitado del gobierno? Para los ciudadanos ¿confiaran en un nuevo proceso electoral convocado por este CNE? ¿Elecciones regionales, por ejemplo? Finalmente, la evidencia de un fraude electoral es dramática para un país que pide desesperadamente una salida electoral a la crisis, a través del más complicado de todos los procesos de votación: elecciones generales. Al mismo tiempo, las consecuencias de cerrar las puertas electorales para el país pueden ser impredecibles.

Sin embargo, el gobierno no se detiene. No parece haber denuncia ni sanción que pueda interrumpir la dinámica del sistema político chavista. Las elecciones estaban pensadas avanzar y construir un velo de legitimidad antes de acelerar. Pero como la Asamblea Nacional Constituyente no ha salido bien es el momento de presionar con las elecciones regionales. Por supuesto sin competidores. Por ello más inhabilitaciones, ilegalización de partidos, presos políticos y un nuevo cambio en las reglas de juego es un horizonte que ya comienza a visualizarse.

Una segunda estrategia que el chavismo usará es la de reinar en la división. Todas las decisiones que toma el gobierno están pensadas para dividir a los opositores. Mientras más se debilite la alianza de la Mesa de la Unidad Democrática más fácil le será gobernar. Sin embargo, algunas moléculas no pueden dividirse sin generar una gran explosión y las decisiones del gobierno ahora también dividen al chavismo. Y ese es el principal problema con el que debe lidiar el gobierno: evitar una reacción en cadena interna que divida irremediablemente a los suyos.

Finalmente, polarizar. Las divisiones deben ser irreconciliables: patriotas y traidores, imperialistas e independentistas, y un largo etc. Hacer de las divisiones una lucha por la supervivencia. Todo o nada.

Si bien es cierto que la polarización ya no le es útil al chavismo para ganar elecciones competitivas, si le sirve para mantener a la élite gobernante (incluida la élite militar) totalmente cohesionada, en esta deriva dictatorial.

Bajo este esquema los escenarios inmediatos no son alentadores. La senda del gobierno ya no tiene retorno. Sabe que rectificar es sinónimo de salida. Por ello instalará la ANC en contra de la mayoría del pueblo, incluido la mayoría de los chavistas. De allí intentará negociar (chantajear) bajo sus propias condiciones o amenazar con la radicalización. Por su parte, la senda de la oposición tampoco permite desviaciones. La opinión pública opositora sólo exige aumentar la presión política, y cualquier cosa distinta puede generar una crisis final de expectativas como la que se instaló entre octubre 2016 y abril 2017 antes del inicio de las protestas. Sin embargo, poco a poco se acerca el momento de la negociación política. De ofertar una salida de emergencia al chavismo y al país.