Guerra

Destrucción del medio ambiente, la otra tragedia de Ucrania

Desde el 24 de febrero del pasado año, 1,24 millones de hectáreas de territorio de reserva natural se han visto afectadas por la guerra.

El aire, el agua y el suelo de la mayor parte de Ucrania están contaminados con sustancias tóxicas debido a los ataques rusos a refinerías, plantas químicas o instalaciones energéticas. Tras un año de guerra, a la tragedia humana de la guerra hay que sumar la destrucción del medio ambiente.

Un mapa interactivo realizado por Greenpeace y la ONG ucraniana Ecoaction muestra cómo la invasión rusa ha destruido la naturaleza del país. Desde el 24 de febrero del pasado año, 1,24 millones de hectáreas de territorio de reserva natural se han visto afectadas por la guerra. Los combates y los ataques rusos han impactado en un área de unos tres millones de hectáreas de bosques y, en la actualidad, 450.000 hectáreas de bosques están bajo ocupación o en zonas de combate. Además, gran parte del territorio liberado por las tropas ucranianas está sembrado de minas.

Mapa de Greenpeace de los daños en el medio ambiente de la guerra en Ucrania
Mapa de Greenpeace de los daños en el medio ambiente de la guerra en UcraniaGreenpeaceGreenpeace

Según denuncia la ONG, las explosiones de cohetes y artillería generan un cóctel de compuestos químicos: monóxido y dióxido de carbono, óxido nítrico (NO), óxido de nitrógeno (NO2), óxido nitroso (N2O), formaldehído, vapor de cianuro de hidrógeno (HCN), nitrógeno (N2). Tras la explosión, estos compuestos se oxidan por completo y los productos de la reacción se liberan a la atmósfera. Los principales, como el dióxido de carbono, no son tóxicos, pero contribuyen al cambio climático. Los óxidos de azufre y nitrógeno también pueden causar lluvias ácidas, cambiando el pH de los suelos y causando quemaduras en la vegetación, especialmente en las coníferas. Las lluvias ácidas son, además, peligrosas para las personas, otros mamíferos y aves, ya que afectan a las mucosas y los órganos respiratorios.

Además, los fragmentos de metal de los proyectiles también dañan directamente el medio ambiente. El hierro fundido mezclado con acero es el material más común de las municiones y contiene no solo el hierro y el carbono habituales, sino también azufre y cobre. Esas sustancias se introducen en el suelo y pueden filtrarse a las aguas subterráneas, lo que podría penetrar en las cadenas alimenticias e impactar en las personas y los animales.

Un ejemplo del daño ambiental causado por la guerra es el producido en el denominado "Bosque Rojo". Durante los primeros meses, el ejército ruso ocupó la zona de Chernóbil, donde mantuvieron un equipo militar que se excavó trincheras en la zona radiactivamente más contaminada de la zona. Tras la liberación de este territorio, los estudios mostraron una radiación de fondo excesiva en las trincheras. Además, el movimiento de maquinaria pesada por el terreno también contribuyó al aumento de materiales radiactivos y su propagación. Esto es peligroso no sólo para los ocupantes, que probablemente estuvieron expuestos a las catastróficas dosis de radiación, sino también para el ecosistema local, especialmente los animales. Con el tiempo se han adaptado a la existencia en las áreas con una cierta radiación de fondo, y un aumento tan fuerte puede conducir a su extinción masiva.

Greenpeace recuerda también los graves riesgos nucleares que implica esta guerra, tras la ocupación militar rusa en la central nuclear de Chernóbil y el bombardeo sobre la ciudad de Zaporiyia y la toma de la central nuclear, la más grande de Europa.

Por último, la ONG denuncia que este conflicto está poniendo de relieve una vez más la vulnerabilidad de un modelo económico basado en la explotación ilimitada de los recursos.