Guerra en Gaza

El día en que Israel decidió aniquilar a Hamás

La sociedad israelí sigue sin saber por qué el Ejército de su país tardó tanto tiempo en acudir a las comunidades atacadas pro Hamás

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Un hombre con una bandera de IsraelEuropa Press

El sábado 7 de octubre, que además de sábado era fiesta, Israel se despertaba con el ulular de las sirenas antiaéreas a las seis y media de la mañana, los miles de misiles, sus explosiones, intercepciones y extrañas imágenes compartidas a lo loco en medios sociales de camionetas con hombres armados, la cinta verde de Hamás en la frente, pero también vestidos con el uniforme militar israelí. Aparentemente muchas personas entendieron rápidamente lo que estaba sucediendo, pero otras muchas no. No lograban hacer encajar las piezas en el escenario de pesadilla israelí por antonomasia: infiltración de terroristas.

Se sabe que el Ejército, en su mayoría, tardó muchas horas en reaccionar. El país entero se pregunta qué pudo ir tan mal para no haber sabido de antemano que algo así iba a suceder y, peor aún, no haber estado preparados para ello cuando sucedió. Ese día era, además, el 50 aniversario de la Guerra de Yom Kipur, que también tomó por sorpresa a Israel, si bien Egipto y Siria llevaban tiempo entrenando para el ataque. Aquella vez Israel también pensó, como en esta ocasión con Hamás, que no se iban a atrever.

El ataque inicial

El ataque de Hamás dejó unos 1.200 muertos en territorio israelí, si bien aún no han terminado las labores de identificación dado el estado de tantos cadáveres, muchos de ellos torturados y quemados. Las crueldades de los atacantes fueron filmadas. En total, hubo más de 5.500 heridos. Cuando el panorama estuvo algo más claro aquella misma noche, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró: “Estamos en guerra”, y comenzaron los bombardeos sobre la Franja de Gaza, solo detenidos en setenta días por un periódo de una semana en la que hubo una tregua e intercambios de rehenes por presos palestinos.

A las tres semanas de los ataques aéreos, el Gobierno israelí dio luz verde a la entrada terrestre. Los muertos en Gaza ya son más de 19.000, según cifras de Hamás, quien no distingue entre civiles y combatientes, los heridos más de 52.000.

Si bien el Ejército israelí estima que ha matado a unos 6.000 miembros de Hamás, las enormes bajas civiles en un territorio semidestruido y sometido a una dictadura fundamentalista islámica que considera a sus muertos “mártires por la causa” y no los protege, más bien lo contrario, es una catástrofe humanitaria de proporciones insoportables. También para muchos israelíes.

Hasta ahora, desde que Hamás ganó las elecciones palestinas y expulsó violentamente de Gaza a los funcionarios del partido Fatah, del laico Mahmud Abás, quien gobierna en la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Cisjordania, Israel ha mantenido una relación ambigua con los islamistas.

Netanyahu, desde que llegó al poder de nuevo en 2009, ha rechazado negociar con los moderados en Cisjordania argumentando que no tenían autoridad sobre Gaza ni sobre su propio territorio, y así aglutinaba a una gran masa de la derecha israelí en el cliché local: no hay con quien hablar, ya que Hamás, con su aspiración declarada de destruir Israel, impide cualquier negociación con los palestinos.

Durante los 17 años que Hamás está en el poder han entrado a la Franja miles de millones de dólares en efectivo y también, como reveló recientemente "The New York Times", en las cuentas de miembros de Hamás, procedentes de Catar. El Gobierno de Israel no solo no lo impidió, sino que lo alentó.

Netanyahu dijo la semana pasada que su intención era que el dinero llegase a la ciudadanía gazatí necesitada. Quizás, pero hay motivos para sospechar que esa no era su prioridad. En Israel los críticos a este sistema de “equilibrio político” que trató de encontrar Netanyahu y que, en última instancia, culminó en la tragedia del 7 de octubre, dicen que estaba diseñado para fortalecer a Hamás a expensas del debilitamiento de la ANP. El objetivo era no hubiera nadie con quien hablar, ya que ni Netanyahu ni sus socios de ultraderecha están interesados en la existencia de un Estado palestino. Y, así, las rondas de conflicto con Hamás eran exactamente eso, rondas. Una detrás de la otra y, a pesar del coste humano, normalizadas en el país.

Pero la magnitud del 7 de octubre, la exposición de la vulnerabilidad israelí y la constatación de que de verdad quieren borrar a los israelíes y judíos del mapa lo cambió todo.

La guerra

La tardanza del Ejército en llegar a la mayoría de las comunidades atacadas y la falta de labores de inteligencia probablemente expliquen el letal impulso bélico contra Hamás en Gaza. Se concibe como una forma de reparar lo irreparable. También se escucha muy a menudo lo que dijo Ido Shamriz en el entierro de su hermano de Alón, uno de los tres rehenes muertos por fuego del Ejército israelí: "Los que te abandonaron también te asesinaron".

El objetivo de Israel es acabar con Hamás, “ir hasta el final” esta vez, para reestablecer la seguridad en las fronteras y devolver a los más de cien rehenes que permanecen en cautiverio. Son más de 250.000 los desplazados internos que han perdido sus casas y modo de vida o se han visto muy perjudicados y no parece que el regreso a sus casas suceda en el futuro cercano, si es que sucede. Esta guerra de alta intensidad tampoco parece compatible con las negociaciones para traer de vuelta a los rehenes vivos, argumentan muchas familias de los secuestrados cada día.

Y una minoría en Israel clama que tampoco es el modo de aspirar a un entendimiento con los palestinos.