Donald Trump
Trump defiende su capacidad mental: «Soy un genio muy estable»
La batería de tuits del hiperactivo presidente de EE UU vertidos en respuesta al libro «Fuego y Furia» de Michael Wolff, que retrata a un líder disfuncional y cognitivamente disminuido, ha intensificado el debate sobre la salud mental del actual inquilino de la Casa Blanca y ha eclipsado la discusión sobre la agenda republicana en un año electoral, crucial para el partido.
La batería de tuits del hiperactivo presidente de EE UU vertidos en respuesta al libro «Fuego y Furia» de Michael Wolff, que retrata a un líder disfuncional y cognitivamente disminuido, ha intensificado el debate sobre la salud mental del actual inquilino de la Casa Blanca y ha eclipsado la discusión sobre la agenda republicana en un año electoral, crucial para el partido.
El presidente norteamericano, Donald Trump, el portavoz de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y Mitch McConnel y Kevin McCarthy, líderes de las mayorías republicanas en el Senado y el Congreso, habían acordado discutir en Camp David la estrategia para 2018. La cumbre republicana llega en pleno fragor por el libro de Michael Wolff, el hombre que incendió Washington con su fulminante retrato de una presidencia disfuncional y un presidente cognitivamente disminuido, incapaz de concentrarse, narciso, oportunista, mendaz y caprichoso. Cierto que Wolff clama que ha entrevistado a más de 200 personas cercanas a Trump, incluido su ex estratega jefe y eminencia gris de su campaña, Steve Bannon, pero no lo es menos que el periodista ha sido acusado en otras ocasiones de exagerado y poco fiable. Sea como fuere la decisión de Donald Trump de amenazarlo en los tribunales, unida a la batería de exabruptos que le ha dedicado en Twitter, enturbian hasta eclipsarla una reunión nacida para marcar la agenda política republicana de los próximos doce meses con las mid-term (elecciones parciales en el Congreso) en el horizonte.
Desde luego que tuits tan asombrosos como los dedicados a responder al autor de «Fuego y Furia» que cuestiona su capacidad mental para estar en la Casa Blanca ayudan poco a calmar la tempestad: «A lo largo de mi vida», ha escrito Trump, «mis dos mayores activos han sido mi estabilidad mental y mi inteligencia (...) pasé de ser un muy exitoso hombre de negocios a estrella de la televisión...». Y de ahí, añade, «a presidente de Estados Unidos (en mi primer intento). Diría que eso me califica no sólo como alguien inteligente sino también como un genio... ¡Y uno muy estable!». La obsesión del presidente norteamericano con Wolff y su libro ha agravado el debate sobre su estado mental y eclipsado el crucial encuentro en Camp David.
El presidente y los republicanos aspiraban a suturar las tensas relaciones de quienes solo nominalmente pertenecen al mismo partido. De paso, tratarán de revertir unos números de aceptación popular en caída libre para la actual Casa Blanca. Para lograrlo disponen de un menú completo a debatir. Comenzando, tal y como explican Rachael Bade y Seung Min Kim en la revista «Politico», por la pretensión de Trump de que este año sea el de la reconstrucción de las maltrechas infraestructuras nacionales. Algo urgente, como sabe cualquiera que haya circulado por la avejentada red de carreteras y puentes de un país que hace décadas que no invierte cantidades sustanciales en obras públicas, pero también difícil de vender a los partidarios de recortar el déficit público. No en vano las cantidades proyectadas son colosales y las incipientes negociaciones contarán con la franca oposición de los legisladores cercanos al «Tea Party» y las dudas de unos demócratas poco dispuestos a ofrecer balones de oxígeno en la inminencia de las elecciones. Por si fuera poco, el debate coincidirá con las discusiones para aprobar el aumento de la deuda pública.
Otro escollo importante será la decisión del fiscal general, Jeff Sessions, de dar luz verde a los fiscales federales para que persigan la venta y el consumo de marihuana en aquellos estados que han aprobado legalizarla. El problema es que la industria ha crecido demasiado, sus beneficios e inversiones son gigantescos y no caerá sin combatir. Para el alcalde de Denver, Michael Hancock, la decisión del fiscal pone en riesgo las inversiones de miles de personas y demuestra hasta qué punto «Sessions y el resto de la Administración están desfasados respecto al sentir del país». Los estudios demoscópicos demuestran que el apoyo a la legalización de la marihuana alcanza el 57% a nivel nacional. Conviene recordar que el uso medicinal del cannabis está ya legalizado en 29 Estados, y el recreativo en ocho; también está despenalizado en otros 14. Dicho de otra forma, la prohibición completa, vigente hasta hace menos de un lustro, solo permanece en tres estados. El senador republicano por Colorado, Cory Gardener, ya anuncia que boicoteará cualquier nominación de Sessions para el Departamento de Justicia en tanto en cuanto el Fiscal no revoque su decisión. La airada reacción de Gardener, que acusa de deslealtad a Sessions, se explica mejor si tenemos en cuenta los más de 1.000 millones de dólares que movió la industria de la marihuana en Colorado en 2016.
Tampoco parece sencillo predecir el destino del Obamacare. Las elecciones al Congreso y el Senado de 2018 marcarán la agenda. La demolición de la reforma sanitaria de Obama haría peligrar numerosos escaños. Otras propuestas estrellas, como el aumento del gasto militar, tienen más visos de cumplirse, mientras que no está claro si 2018 será, finalmente, el año en el que Trump pueda implementar una de sus propuestas estrella, verbigracia el faraónico muro en la frontera con México. Un asunto, el de la inmigración, que también provocará fricciones a cuenta del destino de los llamados «dreamers», los niños y jóvenes que entraron de forma ilegal en EE.UU y que no han conocido otro país.
Se trata, en fin, de una agenda cargada y problemática. Más todavía por la propensión de Trump a operar como una suerte de electrón libre. Sus frecuentes desencuentros con los republicanos han contribuido a boicotear una legislatura abrupta y, por momentos, grotesca. En realidad Trump y los republicanos solo pueden presumir de un triunfo: la histórica rebaja de impuestos aprobada por el Senado. Memorable, sí, pero acaso insuficiente para un año que podría devolver a los demócratas la mayoría en las Cámaras.
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