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EE UU atrapa al cerebro de los atentados de Kenia y Tanzania
El Gobierno estadounidense se ha responsabilizado de las dos acciones antiterroristas llevadas a cabo en las últimas horas, con éxito dispar, en Libia y Somalia, y ha advertido de que no cejará en la persecución de responsables de matanzas.
Estados Unidos hizo coincidir en día y continente dos importantes operaciones antiterroristas. Durante el sábado, sus militares protagonizaron dos incursiones en Libia y Somalia que tenían como objetivo capturar a uno de los terroristas de Al Qaeda más buscados desde 1998 y a un enemigo relativamente nuevo, un líder de Al Shabab, respectivamente. Aunque la operación en territorio libio fue un rotundo éxito, sin ningún estadounidense herido y con el terrorista con vida para ser interrogado, la de la costa somalí tuvo que ser abortada. En Trípoli, militares estadounidenses asistidos por el FBI y la CIA capturaron a Nazih Al Ruqai, cuyo alias dentro de Al Qaeda es Abu Anas Al Libi. De 49 años, es considerado el cerebro de los atentados en 1998 contra las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania que dejaron 220 fallecidos.
Uno de los terroristas más buscados –el FBI ofrecía cinco millones de dólares por la cabeza de Libi– era detenido mientras aparcaba su coche al llegar a casa. Su hermano confesó a la agencia AP que tres vehículos lo cercaron, rompieron la ventanilla de su coche y le quitaron la pistola antes de que pudiera usarla. El Pentágono explicó horas después que Libi «se encuentra detenido, legalmente, en un sitio seguro fuera de Libia». Desde Washington confirman que la operación se llevó a cabo con el beneplácito de Tripolí. Sin embargo, el Gobierno interino de Libia ha tachado la operación de «secuestro de un ciudadano libio». Según recoge la cadena Al Arabiya, el primer ministro, Ali Zeidan, manifestó en un comunicado que «pidió explicaciones» a la Administración Obama por no estar al corriente del asalto en su territorio. Aunque el terrorista libio, que se unió a Al Qaeda a principios de los 90 en Sudán, llevaba tiempo residiendo en la capital libia, Zeidan hizo hincapié en que su Ejecutivo «está entregado a perseguir a cualquier libio dentro de Libia».
La postura del Gobierno interino libio, que tiene dificultades por hacerse con el verdadero control del país, formado por una amalgama de tribus tras la caída de Muamar Gadafi en 2011, contrasta con la de Somalia. El primer ministro Abdi Farah Shirdon, en declaraciones a Reuters, indicó que su Gobierno «coopera con países extranjeros para combatir el terrorismo en su territorio», en especial, a la milicia oriunda de Al Shabab, responsable del ataque al centro comercial en la vecina Kenia hace dos semanas. De hecho, la incursión en Somalia, como publicó ayer «The New York Times», «se ordenó tras el asalto perpetrado en el Westgate, en Nairobi», donde murieron 67 personas. EE UU ya envió a agentes del FBI a la capital keniana horas después del inicio del ataque islamista para ayudar a las Fuerzas de Seguridad locales, pero lo que no había trascendido hasta ayer es que Washington también desplegó a un comando de la élite de la Marina, los Navy SEAL, en Somalia.
El Pentágono informó de que fuerzas especiales llevaron a cabo una incursión desde el mar hasta el pueblo costero de Barawe el sábado. La operación antiterrorista, que fue abortada porque los comandos encontraron una fuerte y violenta resistencia en la localidad, tenía como objetivo «un muy conocido terrorista de Al Shabab». El secretario de Defensa, Chuck Hagel, no dio más detalles, pero sí elogió «a todos los involucrados en el planteamiento y la ejecución de las dos operaciones, lo que demuestra una precisión incomparable, y las capacidades del Ejército». El secretario de Estado, John F. Kerry, explicó que EE UU nunca deberá frenar sus esfuerzos para que los responsables de actos terroristas rindan cuentas: «Pueden correr, pero no esconderse», dijo.
No obstante, esta doble coincidencia ya ha sido criticada por la opinión pública. Por un lado los pacifistas recordaron la promesa de Obama de «no poner las botas sobre el terreno». También los republicanos, que ven en la doble y mediática operación una «cortina de humo» en pleno «apagón» del Gobierno. Y por último, las voces que creen que, tras el fiasco con Siria y el liderazgo de la diplomacia rusa en la escena internacional, Obama quiere sacar músculo.
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