Siria
El asesinato de un líder opositor incendia Túnez
El líder opositor tunecino Mohamed Brahmi fue asesinado ayer coincidiendo con el aniversario de la proclamación de la república. «Fue tiroteado enfrente de su casa cuando estaba con su hija discapacitada, y los asesinos huyeron en una motocicleta», denunciaba Mohamed Nabki, un compañero del partido de Brahmi.
El opositor se había convertido en una de las voces más críticas en contra de la coalición gubernamental liderada por el partido islamista Ennahda. Aparte de diputado de la Asamblea Constituyente, Brahmi era miembro de la comisión encargada de diseñar la nueva constitución, principal fuente de tensiones entre los islamistas y la oposición, que se niegan a aceptar las menciones a la «sharía» que exigen los primeros.
La muerte de Brahmi ha tenido lugar seis meses después del asesinato de Chokri Belaid, otro de los opositores más visibles contra el partido en el poder. Su fallecimiento, también frente a su domicilio, supuso entonces la caída del primer ministro islamista.
Este nuevo asesinato político, unido a las tensiones políticas yla grave crisis económica que vive el país provocó una reacción inmediata y puede tener consecuencias imprevisibles a más largo plazo. Miles de personas salieron a las calles de la capital para protestar contra el Gobierno islamista. La manifestación más numerosa se concentró a las puertas del Ministerio del Interior al grito de: «Ministerio del Interior, ministerio terrorista», y «Ghannouchi asesino», en referencia al líder de Ennahda. Numerosas personalidades de la polícia y la sociedad tunecinas acudieron a la protesta, incluida la viuda de Chokri Belaid y los familiares de Brahmi.
Además de la capital, otras ciudades del país se sumaron a las manifestaciones. Especialmente simbólica fue la de Sidi Bouzid, lugar de nacimiento de Brahmi y ciudad por la que era diputado y donde comenzó la Primavera Árabe. Allí la muchedumbre prendió fuego a dos sedes de Ennahda.
Por su parte, los islamistas atribuyen el asesinato a un complot. Su líder, Rached Ghannouchi, lamentó la muerte de Brahmi y culpó a quienes «quieren poner fin al proceso democrático de Túnez y al único modelo exitoso de la región, especialmente tras las situaciones de violencia de Egipto, Siria y Libia». Los islamistas situaron tras el asesinato de Brahmi a «conspiradores en contra de la revolución y del país» y llamaron a la formación de un gobierno de coalición nacional para poner freno a las protestas.
Para los opositores y los sindicatos, sin embargo, la respuesta de Ennahda llega demasiado tarde, y ya han llamado a la desobediencia civil, a acabar con el Gobierno y a disolver la Asamblea Nacional. La izquierda convocó nuevas protestas para hoy frente a edificios oficiales y sedes del partido de los islamistas. Además, el portavoz del principal sindicato, la Union Générale Tunisienne du Travail, convocó para una huelga general en todo el país y predijo un «baño de sangre» en los próximos días.
El asesinato de Bahmi tiene lugar en uno de los momentos más delicados de la transición tunecina, y muchos expertos apuntan ya a un destino similar al de Egipto. Pese a que las diferencias entre los dos países son abundantes –la influencia del ejército es mucho menor y el partido islamista Ennahda sigue unas líneas más próximas a la democracia occidental que los Hermanos Musulmanes–, la situación de crisis económica es compartida. La inflación ya supera el 6,5%, porcentaje que es incluso más alto para productos de primera necesidad, y la tasa de desempleo se sitúa en torno al 16%, algo dramático en un país tan endeble económicamente. Además, la violencia política es un fenómeno que la sociedad tunecina no vive desde los tiempos de la lucha por la independencia, y eso es algo que podría socavar los apoyos a los islamistas y hacer saltar las fichas del tablero político.
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