Represión en Venezuela

El diálogo da sus primeros pasos en Venezuela

El Gobierno y la oposición abren cuatro mesas de negociación para superar la crisis política.

Zapatero asistió al primer encuentro entre Maduro y la oposición
Zapatero asistió al primer encuentro entre Maduro y la oposiciónlarazon

El Gobierno y la oposición abren cuatro mesas de negociación para superar la crisis política.

Un diálogo débil de cara a la galería internacional. Chavistas y oposición saben que, con una hoja de ruta cargada de protestas, las negociaciones durarán poco, pero por lo menos participaron para contentar al Vaticano y a los enviados de Unasur. Sin embargo, hace tiempo que el futuro de Venezuela no se decide en los despachos, sino en las calles. Tras largas deliberaciones y en medio de un clima de fuerte tensión, la primera reunión de diálogo formal entre el Gobierno venezolano y la oposición concluyó con la decisión de crear de inmediato cuatro mesas de trabajo sobre el respeto a la soberanía, la reparación a las víctimas, el calendario electoral y la situación económica. La próxima reunión será hoy.

Lo de este domingo fue puro «show», un encuentro descafeinado que no contó con la presencia de la mayoría de los partidos opositores, incluido Voluntad Popular, el grupo de Leopoldo López, quien solicitó la liberación de los presos políticos antes de sentarse a hablar. Por eso, el apretón de manos de Nicolás Maduro con la dirigencia opositora sonó más a beso de Judas Iscariote que a un gesto sincero.

El secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Jesús Torrealba, pidió ayer a Maduro gestionar de manera inmediata la liberación de los opositores para garantizar la continuidad del diálogo. «Creemos que sin gestos concretos, inmediatos, en los próximos días, en las próximas horas, de liberación de presos políticos, ese proceso de diálogo no puede continuar», afirmó Torrealba.

En sentido, el diputado chavista Elías Jaua, miembro de la delegación del Gobierno, aseguró «el diálogo es fundamental para llegar a un proceso electoral», como reclama la oposición. «Nadie va a reconocerle la victoria a nadie, sería la profundización del conflicto que peligrosamente pudiera llegar a etapas superiores de violencia», consideró Jaua. Mientras, Maduro mostró su «compromiso absoluto como presidente de la República y líder del Movimiento Bolivariano con este proceso de diálogo». Aseguró estar dispuesto «a escuchar y ojalá a ser escuchado» para «buscar puntos de encuentro en función de los intereses de las grandes mayorías».

Con todo, el escepticismo se cierne sobre el camino recién comenzado. «Los diálogos tienen un largo historial de fracasos», recuerda el analista venezolano Andrés Fajardo. «En esta ocasión, las dos partes vuelven por tercera vez en 17 años a un proceso de entendimiento; el problema es que cada uno exige la rendición del otro», afirma. «Los dos intentos anteriores [el primero, durante el Gobierno de Hugo Chávez en 2002 y el segundo, durante el primer año del mandato de Maduro en 2014] atomizaron a la oposición que, al agrupar a muchas formaciones diferentes, le toma tiempo recomponerse en un solo bloque. En 2002 y 2014, la oposición abandonó la mesa sin lograr los resultados esperados y obligada a reorganizarse para empezar de cero», agrega.

Entretanto, el Parlamento, el único poder en manos de la oposición, prepara su ataque de hoy. Por un lado, la declaración de abandono del cargo de Maduro, por haberse ausentado más de cinco días y, por otro, la declaración de su responsabilidad en «la ruptura del hilo constitucional».

Además, junto a la decisión de ir a la mesa después de haberlo perdido todo, los opositores intentan calentar la calle. El ex candidato presidencial Henrique Capriles ha convocado el jueves una marcha hasta el Palacio de Miraflores para comunicar al mandatario la destitución que la Asamblea Nacional podría aprobar hoy. Se trata de un claro desafío para el chavismo, que envía señales constantes de que no dará paso a ninguna exigencia e insiste en que no habrá ni revocatorio, ni cambio de Gobierno ni tregua para sus detractores, dejando pocas ideas de lo que sí está dispuesto a negociar.