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El pacifismo israelí, al borde de la extinción

Las últimas elecciones hunden a históricos partidos como el Laborista o Meretz, en un país donde ya el 64% de los jóvenes se define de derechas.

Meraz Michaeli, un candidato laborista, se sube a un tractor en un acto de la pasada campaña
Meraz Michaeli, un candidato laborista, se sube a un tractor en un acto de la pasada campañalarazon

Las últimas elecciones hunden a históricos partidos como el Laborista o Meretz, en un país donde ya el 64% de los jóvenes se define de derechas.

«Días antes de las anteriores elecciones (2015), 40.000 israelíes se concentraron en la plaza Rabin para decir basta a Netanyahu. Esta vez, y tras diez años de su mandato, el cambio se ofrecía en las urnas (Benny Gantz), pero la plaza, bastión del campo pacifista, estaba completamente vacía», escribía este jueves la periodista Mairav Zonszein. Recogía un síntoma: el espíritu de la icónica plaza de Tel Aviv, que se desbordaba con decenas de miles de israelíes a inicios de los 90 tras la firma de los Acuerdos de paz de Oslo entre el laborista Yizhak Rabin y el líder palestino Yasser Arafat, se ha desvanecido. En 1995, un extremista judío disparó y asesinó a Rabin. No sólo murió la figura que representaba la entonces extendida esperanza de paz. Fue el tiro de gracia que dejó en un coma profundo a la izquierda en Israel.

La ideología representada por el Partido Laborista, surgido tras la unión de tres formaciones en 1968, fundó y cimentó el Estado judío. Con la victoria de Netanyahu este martes, el laborismo cosechó los peores resultados de su historia: tan solo un 5% del voto, pasando a ser una fuerza casi residual de seis diputados en un parlamento de 120. Meretz, formación más a la izquierda contraria a la ocupación y defensora de causas sociales, salvó los muebles con cuatro escaños, logrando así evitar la desaparición parlamentaria.

En 2015, el anterior líder laborista, Yitzhak Herzog, logró recabar 24 asientos. El actual líder, Avi Gabai, reconoció «la responsabilidad que recae sobre los hombros del dirigente del partido». Desde la última gran victoria electoral –la de Rabin en 1992–, el partido ha tenido 13 líderes distintos. Solo en 1999 Ehud Barak logró vencer a Netanyahu tras su primer mandato de tres años. Pero el fracaso de las negociaciones de paz en Camp David y el estallido de la Segunda Intifada allanó el camino para el regreso del Likud al poder.

El veterano corresponsal Henrique Cymerman, que formó parte de la lista laborista en los recientes comicios, declaró a LA RAZÓN que una de las claves fue que «el Partido Laborista y Meretz quedaron aislados en el bloque de izquierda. Azul y Blanco –la coalición de los generales de Benny Gantz–, trató de arrancar votos derechistas, añadiendo al ex ministro de Defensa Moshe Ya’Alon. Pero lo que lograron fue dividir al centroizquierda y absorber mucho voto tradicionalmente laborista». Desde la victoria de Gabai en las primarias de su formación, éste trató de evitar la identificación del partido con la izquierda, estrategia que generó revuelo en la militancia tradicional.

Pero para Edo Konrad, editor del magazine digital progresista «+972», el problema es más profundo: «La izquierda no ha afrontado el oscuro legado de 1948 (la Nakba palestina tras la creación de Israel) y cinco décadas de régimen militar en los territorios ocupados», apuntó refiriéndose al significativo cambio de paradigma que adoptó Israel tras la conquista de territorios posterior a la victoria en la Guerra de los Seis Días de 1967. «La izquierda está atemorizada, porque Netanyahu ha escorado el discurso tan a la derecha que discutir la ocupación se ha vuelto tabú». Fuera de la liberal Tel Aviv, el término «smolaní» (izquierdista) se ha tornado algo peyorativo en la psicología colectiva israelí.

Las cifras publicadas por el Instituto Israelí por la Democracia son esclarecedoras: el 56% de los israelíes se define de derechas, frente a solo un 12% que se considera de izquierdas. Entre la juventud se acrecienta: el 64% se identifica con la ideología derechista. «El problema se agrandará todavía más cuando mueran las viejas generaciones de liberales. La batalla ideológica estará perdida», reconocía a este diario un joven de Tel Aviv.

A pesar de las alianzas con racistas y homófobos, las probables imputaciones por corrupción, y una campaña incendiaria donde señaló a todo adversario posible, Netanyahu venció y demostró ser un líder con una autoridad incontestable en el Estado judío. «Tras el fracaso de la retirada israelí de Gaza en 2005 y el lanzamiento de misiles hacia población civil por parte de Hamas, la derecha supo explotar que el concepto tierra a cambio de paz ya no funciona», aclara Cymerman.

El ex parlamentario progresista Dov Khenin tuiteó que «el público que defiende la paz, la igualdad y la justicia es mayor de lo que parece. Pero el 99% de este sector no está representado en ONGs o partidos». Ariel Kanievsky, que votó a Meretz el pasado martes, señaló a este diario que «es evidente que hay que resignificar los objetivos, que tienen mucho que ver con una unión árabe-judía. Repensar nuestros valores en común para construir un frente democrático amplio contra la derecha».