Opinión

Cuando lo nuclear se hace familiar

Una de las consecuencias más perversas que está teniendo la invasión rusa de Ucrania es que se está haciendo usual el discurso en relación con las armas nucleares

Moscú cuenta en su arsenal con complejos de misiles intercontinentales y aviones de largo alcance
Moscú cuenta en su arsenal con complejos de misiles intercontinentales y aviones de largo alcanceRUSSIAN DEFENCE MINISTRY PRESS SAgencia EFE

Una de las consecuencias más perversas que está teniendo la invasión rusa de Ucrania es que se está haciendo usual el discurso en relación con el empleo del arma nuclear. Precisamente cuando la comunidad internacional lleva a cabo un denodado esfuerzo por prohibir cualquier uso de las armas nucleares, la narrativa de la guerra en Ucrania ahonda en el eventual empleo de este tipo de armas. La situación es todavía más preocupante cuando el anuncio de cualquier decisión de carácter político, aunque tenga efectos en el campo de la seguridad, se pretende resolver acudiendo a la amenaza nuclear.

Las advertencias de Suecia y Finlandia de meditar sobre su política de seguridad y no descartar su ingreso en la OTAN encendieron todas las alarmas en el Gobierno de Moscú, quien no dudó en apercibir a la comunidad internacional, en modo alguno, de las graves consecuencias que se producirían en ese caso y, sobre todo, advirtiendo con precisión del posible despliegue de armas nucleares en el Báltico.

De nuevo, el relato conduce a normalizar lo nuclear en las diferencias entre los Estados y, además, contemplar el empleo de este tipo de armas como una fórmula más para hacer frente a las controversias internacionales. Desde luego, no es este el camino que, desde hace algún tiempo, viene recorriendo la comunidad internacional.

Particularmente, desde la adopción en 2017 del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares que tiene como propósito esencial acabar definitivamente con estas armas. Por lo tanto, uno de los efectos más malvados de la ofensiva rusa será que se quiere imaginar un mundo en el que el uso de las armas nucleares se considere como habitual. Y nada puede estar más lejos de la realidad. La finalidad de la comunidad internacional debe ser desterrar absolutamente lo nuclear de las relaciones internacionales y, en ningún caso, permitir que se amenace con el empleo de estas armas. Las palabras también hacen daño en un contexto tan frágil como en el que habita la sociedad internacional.