
Elección del nuevo Papa
La geopolítica eclesiástica que se esconde tras el cónclave más internacional
Francisco diseñó un colegio cardenalicio en el que Europa y EE UU han perdido peso y lo han ganado Asia y África
El luto por la muerte del Papa Francisco a los 88 años este lunes abrió las puertas sólo un día después a las más variadas hipótesis acerca de su posible sucesor. La quiniela con los posibles candidatos «papables» es tan amplia como incierta.
Lo único seguro es que el próximo cónclave tendrá por primera vez representantes de todos los rincones del mundo y no sólo de Europa o EE UU, dos regiones que siguen concentrando sin embargo el mayor número de cardenales electores y que presionarán para que el nuevo líder de la Iglesia católica vuelva a ser un occidental.
A lo largo de sus 12 años de papado, Francisco diseñó una nueva geopolítica eclesial y dejó como herencia uno de los colegios cardenalicios más numerosos y heterogéneos de la historia, compuesto en casi un 80% de purpurados nombrados por él. El pontífice redujo la presencia de los europeos en favor del resto de continentes, especialmente el asiático, con 25 purpurados, pero también aumentando el peso de África con 18 cardenales. Habrá 24 cardenales latinoamericanos posibles electores frente a los 55 europeos. España es el tercer país en número de miembros del colegio cardenalicio, con 10 purpurados, pero sólo seis son electores.
En el último consistorio que celebró en diciembre, Francisco creó 21 nuevos cardenales y dio un paso más para afianzar su legado en el grupo de prelados que elegirá a su sucesor, con la esperanza quizá de que el futuro líder de la Iglesia católica continúe las reformas. Uno de los candidatos más representativos de esta corriente es el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila y prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
En total, el colegio cardenalicio está formado por 252 miembros de los que 133 son menores de 80 años y por tanto entrarán en la capilla Sixtina para elegir al próximo obispo de Roma. El resultado es una asamblea de obispos más internacional que nunca, alejada de los centros de poder, con purpurados de 94 países. Una de las novedades del próximo cónclave es que participarán cardenales procedentes de rincones del mundo hasta ahora sin representación o donde el cristianismo es practicado por una minoría como Mongolia, Lesoto, Irán o Argelia. Será un cónclave, además, con una edad media de 69 años y un perfil muy similar al de Francisco.
Eso no implica que el próximo Papa sea un progresista ni tampoco que continúe las reformas impulsadas por el pontífice argentino. Entre otras cosas, porque los 110 electores designados por el Papa Francisco no representan en absoluto un grupo homógeneo y algunos prácticamente no se conocen. Sin ir más lejos, Benedicto XVI fue elegido en 2005 a pesar de no haber recibido la birreta cardenalicia de manos de Juan Pablo II. Y Francisco fue elegido en 2013 por una asamblea de obispos que en teoría era la más conservadora que se recordaba en décadas al haber sido nombrados en su mayoría durante los dos pontificados anteriores.
Italia aspira a recuperar el papado y con 19 cardenales electores sigue siendo el grupo más numeroso del futuro cónclave. Y eso a pesar de que su peso ha disminuido con el paso de los años. Roma cuenta además con tres «papables» relevantes: el secretario de Estado y jefe de la diplomacia vaticana, Pietro Parolin; el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Matteo Zuppi; y el franciscano y actual patriarca latino de Jerusalén, Pierbasttista Pizzaballa. La sensación en el país transalpino es que ha llegado el momento de que un italiano vuelva a sentarse en Trono de San Pedro.
No le disgustaría seguramente al actual Gobierno de Giorgia Meloni y en especial a su vicepresidente, Matteo Salvini. El líder de la Liga, que hoy llora desconsolado la desaparición del pontífice argentino, se enfrentó con Francisco durante su etapa al frente del Ministerio del Interior entre 2018 y 2019 en la que impulsó una política migratoria de puertos cerrados. «Mi Papa es Benedicto», llegó a defender el actual ministro de Infraestructuras y Transportes de Meloni.
Fuera de Italia, los conservadores miran a Hungría y en EE UU, el segundo país más representado con 17 purpurados, los cardenales enfrentados a Donald Trump intentarán quizá elegir un estadounidense que pueda convertirse en la némesis del inquilino de la Casa Blanca. Sin embargo, algunos expertos advierten de que existe un catolicismo en EE UU que se ha alineado completamente con el «trumpismo». «Mi temor es que pueda haber una campaña organizada para apoyar o dañar a ciertos candidatos que no son gratos al catolicismo norteamericano», asegura el historiador de la Iglesia y profesor de la Universidad Villanova de Filadelfia Massimo Faggioli.
En cualquier caso, cuando el maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificias, el sacerdote italiano Diego Giovanni Ravelli, pronuncie las palabras en latín «Extra Omnes» (fuera todos) y se cierren las puertas de la Capilla Sixtina, las maniobras para elegir a uno u otro candidato –conservadores o progresistas, europeo o africano, etc.- servirán para poco. Dentro los 135 cardenales electores quedarán aislados del mundo, rezando y votando en secreto, hasta que elijan al sucesor de Francisco.
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