Irak
Irak, un polvorín social a punto de estallar
Las medidas anunciadas por el Gobierno han calmado a los manifestantes, pero no resuelven la falta de oportunidades para los jóvenes y la corrupción endémica
Las medidas anunciadas por el Gobierno han calmado a los manifestantes, pero no resuelven la falta de oportunidades para los jóvenes y la corrupción endémica
El primer ministro de Irak, Adel Abdul Mahdi, aseguró ayer que la situación en el país "ha vuelto a la normalidad"tras la retirada del toque de queda impuesto en varias ciudades tras seis días de protestas, que se han saldado con más de cien muertos. La oficina de Abdul Mahdi resaltó que ha trasladado al secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, que "las Fuerzas de Seguridad han retomado el control"y que "la estabilidad ha sido restaurada".
Asimismo, recalcó que las autoridades pondrán en marcha "un paquete de reformas"en los próximos días "para satisfacer las demandas de los ciudadanos", según recogió la cadena de televisión iraquí Al Sumaria.
El Gobierno de Abdul Mahdi ha vivido su primera gran crisis con solo un año en el poder. Para recuperar el control, Abdul Mahdi “tendrá que garantizar reformas reales, incluso poner caras nuevas en el Ejecutivo, si quiere aguantar”, señaló a LA RAZÓN el experto, Waziq al Hachemi.
Las protestas parecen provenir de una verdadera frustración pública que arrastra décadas de corrupción, deficientes servicios públicos como el acceso al agua corriente y la electricidad, y la demanda de nuevos puestos de trabajo para los jóvenes.
Las protestas no son nada nuevo. Irak es testigo de protestas masivas cada año, que a menudo terminan en violencia. En julio de 2018, estallaron protestas en Bagdad y Basora, que también recibieron violencia por parte de la Policía iraquí. Por lo general, están organizadas por el movimiento de Muqtadar al Sadr, o otros partidos de la oposición, pero, esta vez, las protestas fueron espontáneas.
Por primera vez, los jóvenes salieron a las calles “sin estar sometidos a la dirección de un líder político ni religioso; se han organizado”, señaló Al Hachemi. “Se organizaron y coordinaron a través de las redes sociales”, puntualizó. Al Hachemi explicó que las manifestaciones no tienen una demanda única y están organizadas por "Comités de Coordinación"compuestos por académicos, graduados universitarios, movimientos juveniles y líderes tribales.
Después de un año quejándose y sin ver resultados, miles de jóvenes iraquíes se unieron al hashtag #Nazel akhod Haki (Protestando por mis derechos) y comenzaron a movilizarse en las redes sociales para llamar a manifestaciones masivas el pasado 1 de octubre. Los manifestantes decidieron actuar de una manera nacionalista sin colores ni eslóganes políticos ni religiosos, asiendo únicamente la bandera de Irak. “Los jóvenes finalmente decidieron actuar de manera nacionalista, tomando el asunto en sus manos sin llevar nada más que banderas iraquíes".
"Es inconcebible que haya 83.000 puestos de trabajo para extranjeros en Irak, mientras la juventud no puede encontrar trabajo", se quejaba en un tuit Hasso Al Said, activista iraquí. En contraste, mas de 10,000 fábricas, con capacidad para generar 500,000 empleos, han sido cerradas en un momento en que el umbral de pobreza alcanza la mitad de la población.
Al Hachemi insiste en que la situación es más grave de lo que parece y que las cifras oficiales de desempleo que suma el 8% no son reales. Teniendo en cuenta que “el 20% de los 39 millones de iraquíes son jóvenes entre 15-24 años, es imposible que solo haya 8 millones de parados.
Precisamente, el presidente iraquí el Barham Salih, dijo recientemente en la reunión anual de la Asamblea de la ONU que más de 300,000 graduados iraquíes no pueden encontrar trabajo. Salih hizo un llamamiento a líderes iraquíes para que “no se desvíen” de “su misión real"de proporcionar empleos a los licenciados y jóvenes desempleados de Irak. En un intento de calmar los ánimos de los manifestantes, Abdul Mahdi, instruyó al Ministerio de Petróleo y otras instituciones gubernamentales que se estableciera una cuota del 50 % para contratar trabajadores locales. Pero en las calles la medida es insuficiente y llega demasiado tarde. Mientras siga haya corrupción, inseguridad, políticas sectarias y una economía dependiente del petróleo y las empresas estatales, poco va a mejorar la situación de los iraquíes.
Para Ayad Anber, profesor de la Universidad de Kufa, "la gente tiene una lista interminable de demandas muy legítimas”, y entre otras cito: la caída de los servicios de salud, el colapso del sistema educativo, el desempleo, la propagación de armas ilegales en las ciudades, el secuestro, los asesinatos, la distribución sectaria del poder y la tutela iraní en Irak.
Otro de los asuntos que crispó a los manifestantes fue la repentina destitución del teniente general Abdul Wahab al Saadi como comandante de las fuerzas antiterroristas de élite de Irak y fue transferido al Ministerio de Defensa. La decisión, que provenía de Abdul Mahdi, provocó especulaciones de que algunos de los políticos iraquíes respaldados por Irán estaban incómodos con la creciente popularidad del comandante entre los iraquíes.
La inestabilidad de la economía iraquí, junto con las tensiones regionales, podría ser “el último clavo en el ataúd” del frágil Gobierno de coalición de Abdul Mahdi, señaló Anbed. Según el experto, cualquier vacío de poder en Irak, en caso de que el Gobierno sea derrocado, podría ser un desafío para la región, dado el “estatuto especial” de Bagdad como un aliado tanto de Estados Unidos como de Irán, enrocados en un enfrentamiento político desde hace más de un año.
También el Estado Islámico, retirado en retaguardia, podrían aprovechar cualquier caos para volver a activarse y reclutar a miles de descontentos en Irak.
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