Inmigración

Italia investiga si se pudo evitar el naufragio de Calabria

Las autoridades costeras italianas ignoraron durante horas al aviso de socorro de Frontex sobre la embarcación a la deriva en la que murieron 68 inmigrantes

Crotone (Italy), 02/03/2023.- A handout photo made available by the Quirinal Press Office shows Italian President Sergio Mattarella paying homage to the victims who died in a migrant shipwreck, at the Crotone Palasport, the funeral home for the victims, in Crotone, Italy, 02 March 2023. At least 67 migrants died after their overloaded boat sank early on 26 February 2023 in stormy seas off Italy's southern Calabria region. (Italia) EFE/EPA/FRANCESCO AMMENDOLA / QUIRINAL PRESS OFFICE / HANDOUT HANDOUT EDITORIAL USE ONLY/NO SALES
Los ataúdes de las víctimas del naufragio del barco de inmigrantes se apilan en la ciudad italiana de CrotoneFRANCESCO AMMENDOLA / QUIRINAL PAgencia EFE

«Gracias a Dios casi hemos llegado», dijo aliviada Shahida a su hermana en Pakistán sólo unos instantes antes de que la conversación telefónica se cortara bruscamente. Saadia todavía no lo sabía, pero la barcaza en la que viajaba su hermana con al menos otras 180 personas a bordo acababa de chocar con unas rocas a 150 metros de las costas de Cotrona, en la sureña región italiana de Calabria. Lo descubrió poco después, cuando los medios de comunicación locales dieron la noticia.

Capitana de la selección nacional de hockey de Pakistán, Shahida Raza era una deportista de 27 años muy conocida en su país, que había decidido desafiar el Mediterráneo en busca de un futuro mejor para su familia. «El único motivo del viaje era su hijo de tres años», relató su hermana a la BBC. El niño sufre una parálisis en parte de su cuerpo tras sufrir un ictus cuando tenía 40 días y la única esperanza de la joven madre para salvarlo era encontrar un tratamiento en Europa.

Shahida Raza es una de las 68 personas que perdieron la vida el pasado domingo después de que la embarcación que había partido del puerto turco de Esmira se hundiera frente a las costas italianas dejando decenas de desaparecidos y muertos procedentes de Afganistán, Pakistán, Somalia y Siria, entre ellos 14 niños que viajaban con sus familias.

«Serían alrededor de las cinco de la madrugada, estaba oscuro. De repente, mientras estábamos a 500 metros de la orilla, los traficantes, cuatro en total, vieron unas luces. Se asustaron y pensaron que era la Policía. Cambiaron de rumbo rápidamente, pero necesitaban aumentar la velocidad y la única manera era aligerar el peso a bordo. Así que empezaron a arrojar gente al mar», relató a los voluntarios de la Cruz Roja uno de los ochenta migrantes que logró sobrevivir al naufragio, entre los que se encuentran varios menores que han quedado huérfanos. Unos segundos después, se produjo la fatal colisión que partió en pedazos la barcaza.

La mayoría de los cuerpos sin vida llegaron arrastrados por la marea hasta la playa de Steccato di Cutro, una pequeña localidad de unos 10.500 habitantes, que se movilizó para ayudar a los supervivientes. Y con ellos también lo hicieron mochilas, biberones, juguetes... recuerdos de vidas rotas que el mar Mediterráneo se tragó para siempre.

Con el pasar de los días, la indignación entre los italianos conmovidos por las imágenes que dejó el naufragio y los familiares de las víctimas llegados desde otros países europeos en busca de respuestas no ha dejado de aumentar, sobre todo después de que Frontex –la guardia marítima europea- confirmara que avisó a los guardacostas italianos de la presencia de la embarcación horas antes del naufragio, pero nadie trató de rescatarlos. La orden que habría permitido evitar la tragedia llegó demasiado tarde.

La Fiscalía abrió una investigación para esclarecer las operaciones realizadas por la Guardia Costera y la Guardia de Finanzas en las horas previas al naufragio. Según una primera reconstrucción, las autoridades italianas recibieron un aviso de Frontex el sábado 25 en torno a las 22 horas, en el que advertía de la presencia en el Mediterráneo de una embarcación. La Guardia de Finanzas solicitó a una patrulla que ya estaba en el mar que la interceptara, pero las condiciones meteorológicas obligaron a los agentes a regresar.

El dispositivo no se activó de nuevo hasta casi cinco horas más tarde, después de recibir varias llamadas desde tierra que alertaban de «una embarcación en apuros a pocos metros de la costa». Pero cuando los guardacostas italianos llegaron se encontraron decenas de cuerpos flotando. Según se supo más tarde, el mar estaba en un nivel de Fuerza 4 y la nave de los guardacostas habría podido intervenir hasta el nivel 8.

«La desesperación no puede justificar jamás condiciones de viaje que ponen en peligro la vida de los propios hijos. Si estuviera desesperado, no me iría, porque fui educado no para preguntarme qué debo esperar del país en el que vivo, sino qué puedo dar yo», declaró el ministro del Interior, Matteo Piantedosi, unas horas después de la tragedia. Las palabras del titular de Interior, muy próximo al líder de la Liga, Matteo Salvini, despertaron la indignación en Italia y llevaron a la oposición a exigir su dimisión.

La primera ministra, sin embargo, se mostró públicamente en la misma línea que Piantedosi. «Es criminal poner un bote en el mar de sólo 20 metros de largo con 200 personas a bordo y con un pronóstico del clima adverso», escribió en sus redes sociales Giorgia Meloni. Sin embargo, la presión tras las desafortunadas declaraciones del responsable de Interior, que deberá comparecer ante el Parlamento la próxima semana, podrían precipitar su sustitución, según algunos medios italianos.

Piantedosi fue una apuesta personal de Salvini, casi un premio de consolación después de que Meloni rechazara la auto-candidatura del líder de la Liga para el puesto. Pero Salvini también se encuentra en el ojo del huracán, ya que la Guardia Costera es responsabilidad del ministerio que él encabeza. «Sólo pensar que el ministro de Transportes, que es papá, pueda haber dicho [a los guardacostas] que no intervinieran es un ultraje», se justificó.

El naufragio de Calabria llega justo después de que el Parlamento aprobara un polémico decreto que establece un código de conducta para las organizaciones humanitarias que operan en el Mediterráneo. La nueva normativa prohíbe a los barcos permanecer en el mar tras un rescate y los obliga a dirigirse inmediatamente al puerto asignado, a menudo, situado a varios días de navegación de distancia.

Cerca de 14.000 migrantes llegaron a Italia desde principios de año, frente a los 5.200 del mismo período el año pasado y los 4.200 que lo hicieron en 2021, según el Ministerio del Interior. La mayoría de las ONG están centradas en la ruta entre Libia e Italia, pero los expertos advierten del aumento de embarcaciones desde las costas turcas que llegan hasta Calabria o Puglia, a pesar de que Turquía recibe financiación de la Unión Europea para gestionar los flujos migratorios.

Sólo durante el año 2022, 18.000 personas desembarcaron en Calabria, casi el doble en comparación con el año anterior. «Quienes llegan por esta ruta huyen de contextos dramáticos de guerra y privación de derechos humanos. Esperamos que las grandes declaraciones de solidaridad de hace un año y medio hacia el pueblo afgano, no fracasen ahora», observó Flavio Di Giacomo, portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).