Violencia racista
La segregación, nuestro pecado original
Estoy absolutamente en contra de la violencia, el racismo y el antisemitismo. Mi ciudad actual, Charlottesville, Virginia, y la Universidad de Virginia, donde doy clases de ciencias políticas, estuvo cercada por nacionalistas blandos durante el pasado fin de semana. Nuestra comunidad está de luto. Estar aquí fue horrible. Pero no puedo ni imaginarme qué supuso para las personas de color que han sido víctimas del racismo, la discriminación y la violencia. Charlottesville no es una ciudad perfecta. Tenemos una larga historia de segregación racial y de supremacismo blanco. Estamos preparando el año académico y dentro de la Universidad de Virginia muchos estamos pensando cómo abordar el racismo y la injusticia al mismo tiempo en el que fortalecemos a los estudiantes para ser inclusivos y libres.
Nos encontramos ante una situación muy compleja y la trivialidad política es rampante en Estados Unidos. Existe un gran problema de desigualdad económica y social. Pero también de polarización política en la que los medios amplifican ambos extremos. El estado actual de la política americana se basa en deshumanizar al contrario. Desafortunadamente creo que va a ir a peor, en vez de ir a mejor.
Charlottesville fue la zona cero de esta división, muchos de los participantes eran residentes de esta ciudad. Muchos locales levantaron su voz para apoyar la justicia social y racial. La cobertura mediática se centró en los nacionalistas blancos, muchos de ellos portaban armas, incluidas armas semi-automáticas, y cuchillos. No obstante, también hubo forums pacíficos por la ciudad. El viernes por la noche, cientos de nacionalistas blancos marcharon por el campus pero el sábado fueron sobrepasados por los contramanifestantes. Hay informaciones creíbles que aseguran que personas de ambos extremos usaron gas pimienta. Pero fue un supremacista blanco quien condujo su coche hacia la multitud de la contramanifestación, asesinando a Heather Heyer e hiriendo a otras 19 personas.
Creo que las manifestaciones del presidente Donald Trump son reveladoras en muchos sentidos. Tuvo la oportunidad de mostrar un verdadero liderazgo y denunciar públicamente a los nacionalistas blancos, los neonazis y el Ku Klus Klan, pero falló y tardó 48 horas en reaccionar. Por lo que fue criticado y se puso en cuestión la credibilidad de su tardía denuncia. El presidente Trump tocó fondo dos veces. Creo además que en su primera declaración muestra cómo el inquilino de la Casa Blanca analiza las cosas desde una perspectiva personal. Por ejemplo, los activistas del sábado gritaban «No nazis, no KKK, No Trump, No Fascistas en Estados Unidos». Sus declaraciones también son un reflejo de los medios que él sigue. Mi percepción es que su respuesta está más vinculada a su ego, a quién escucha y a sus bases, que se levantan contra lo que ellos llaman los medios liberales y dice lo que quiere. Es importante recordar que su retórica desde la campaña e incluso después de su llegada a la Casa Blanca ha ido dirigida a legitimar la violencia contra los manifestantes y los medios de comunicación. Él asegura que se defiende a sí mismo de sus enemigos. Dentro de la Casa Blanca cuenta con nacionalistas como Steve Bannon o Sebastian Gorka. Los supremacistas blancos se sienten fortalecidos por la llegada de Trump pero también por el surgimiento de los nacionalismos en Europa.
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