Bruselas
La UE teme un Brexit eterno
Los Veintisiete no ven margen de renegociación del actual tratado de salida con Reino Unido y cunde la inquietud sobre una eventual sucesión de constantes prórrogas que conviertan el divorcio en una enfermedad crónica.
Los Veintisiete no ven margen de renegociación del actual tratado de salida con Reino Unido y cunde la inquietud sobre una eventual sucesión de constantes prórrogas que conviertan el divorcio en una enfermedad crónica.
Bruselas descansa. Tras unos meses en los que el divorcio europeo ha ocupado todos los desvelos de la diplomacia europea, los Veintisiete han decidido postergar cualquier Brexit caótico al próximo día 31 de octubre y dar a Reino Unido un nuevo plazo de seis meses. Una decisión salomónica que responde a la necesidad de encontrar un equilibrio entre la postura francesa y alemana y que a su vez cumple el principal objetivo del presidente permanente del Consejo, Donald Tusk: evitar que el Brexit secuestre la agenda europea.
Pero como cualquier decisión, viene acompañada de muchos interrogantes. Con esta prórroga, Bruselas ha querido enviar un mensaje a Westminster: es Reino Unido quien debe aportar una propuesta, ya que Bruselas no ve ningún margen de renegociación del actual acuerdo. Las soluciones, en el fondo, se circunscriben a un menú ya de sobra conocido: acuerdo entre laboristas y conservadores en pos de la unión aduanera como relación futura (posibilidad que borra de un plumazo el problema de la frontera dura en el Ulster), segundo referéndum, elecciones generales , revocación unilateral del Brexit. O aprobar el actual acuerdo, tras tres intentos fallidos, antes del 22 de mayo y que Reino Unido no tenga que participar en los comicios europeos. Una opción que Theresa May sigue defendiendo contra viento y marea. En la capital comunitaria, pocos lo ven posible, pero algunos no lo descartan de todo. «Las encuestas a las europeas dan un batacazo a los «tories», también al UKIP aunque también hay que contar con el partido de Nigel Farage y un ascenso muy pronunciado de los laboristas. Quizás los conservadores prefieran dar el 'sí' al acuerdo a este escenario», comenta una alta fuente europea. Poner el partido por encima del país. O no. Quizás Theresa May se siga aferrando a esta opción porque es la que mejor conoce las miserias de sus compañeros de partido, en constante conato de insurrección entre sus filas, pero incapaces de asumir el liderazgo en el momento de la verdad.
Cuando Bruselas exige a Reino Unido que elija una de estas opciones, le está pidiendo algo mucho más determinante e incómodo. Para analistas como Ryan Heath de «Politico», el «Brexit es la historia de un antiguo poder imperial atravesando la crisis de la mediana edad. El resto del mundo está escuchando esta sesión de terapia mientras ellos se quejan sobre su ex mujer, la UE. ¿Cuándo dejaremos de hablar y nos moveremos?». Durante estas negociaciones, la clase política británica ha comenzado a ser consciente de la pequeñez de Reino Unido en el mundo y de la dificultad de navegar solos. De que la UE no es el enemigo sino un aliado al que han despreciado de manera irresponsable. Pero esa reflexión no se atreven a hacerla en voz alta. No al menos Downing Street ni en la mayoría de Westminster.
¿Son suficientes estos seis meses concedidos por la UE? ¿La prórroga es demasiado corta o demasiado larga? ¿Cuánto duran las crisis de mediana edad de los antiguos imperios? Desde el punto de vista práctico, este plazo parece el más sensato porque impide que Reino Unido pueda vetar las iniciativas europeas de calado, ya que estaremos al comienzo de la legislatura (lo que incluye también el marco financiero plurianual 2021-2027, que puede aprobarse más tarde) y resulta más fácil meter en el congelador el acuerdo de divorcio durante seis meses y que se conserve en perfecto estado que durante más tiempo.
Pero esta decisión nos enseña varias cosas. Los Veintisiete temen un Brexit caótico tanto o más que Reino Unido y a partir de ahora será difícil apelar a este botón nuclear como baza negociadora. La que quizás mejor lo entendió fue May, que utilizó los últimos días antes de la cumbre –no en maratonianas reuniones con Jeremy Corbyn para llegar a Bruselas con un acuerdo– sino en ponerse a negociar ya directamente con Francia y Alemania la letra pequeña de la prórroga. Esto puede hacer temer que tras las dos prórrogas concedidas por la UE, venga una tercera. Nada lo impide.
El propio Donald Tusk ha implorado a Reino Unido que esta vez aproveche bien el tiempo. El frenazo en la locomotora alemana y la posibilidad de que las tensiones comerciales se acrecienten durante este período indica que un Brexit caótico el día 31 de octubre no será menos dañino que ahora. Convertir el divorcio en una enfermedad crónica no es la mejor solución, aunque nos salve del precipicio. Además, en estas negociaciones también se han comprobado las diferencias en el eje francoalemán. Mientras Macron ve el Brexit como un obstáculo para el renacimiento europeo que él debe liderar, Merkel estudia minuciosamente tablas de Excel con la caída de exportaciones alemanas y teme que la historia juzgue con dureza a los Veintisiete en caso de un Brexit a las bravas. Puede que, tarde o temprano, Reino Unido sea capaz de explotar estas diferencias.
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